Vitoria - Es sostenible, energéticamente eficiente y con un diseño atractivo y poco visto. Pero, sobre todo, la llamativa cúpula verde que los alumnos de Eraiken han levantado en el patio del Centro Integrado de Formación Profesional (CIFP) de Construcción de Vitoria ha servido para llevar a la práctica todo lo que han aprendido y mucho más durante los cuatro años que ha durado la obra. No en vano, como resalta Naha Sidi, matriculada en decoración de interiores, una de los 80 estudiantes que se estima que han participado en su construcción, el desafío que les planteó un profesor-arquitecto del centro para hacer realidad el diseño de un domo geodésico que tenía, hizo que todos dieran lo mejor de sí. “Al ser un reto este proyecto, te atrae mucho más el hacerlo bien”, resalta. Sin embargo, en este caso, había otra motivación extra, ya que “esta obra no se iba a destruir, a diferencia de las que solemos hacer en el taller. Esta se va a quedar y había que hacerla lo mejor posible”.

Y tiempo sí que va a durar porque, según anuncia el director del CIFP Eraiken, Iñaki Fernández Aizpuru, la estructura no quedará relegada como un elemento decorativo más del patio, sino que tendrá utilidad formativa a partir del próximo curso, cuando en septiembre, aproximadamente, tenga lugar su inauguración oficial. “La idea inicial era hacer una vivienda geodésica, haciendo una sala y una cocina en la planta de abajo, con un aseo y crear una entreplanta para los dormitorios, pero el Centro de Estudios Ambientales (CEA) nos propuso convertirlo en un aula medioambiental para que puedan venir a formar a alumnos en sostenibilidad”.

“Sí, ¡mira!”, señala, por su parte, Ricardo Barrio, profesor técnico en CIFP Eraiken, mientras pulsa una de las circunferencias negras que se han instalado en el interior de este edificio. Nada más acabar su frase, se elevan como por arte de magia unos adaptadores con enchufes que estaban escondidos en la parte superior del zócalo. “La sala está acondicionada para poner unidades de ordenadores para unos 15 alumnos”, añade. Lo que hará que los propios estudiantes de este instituto de la Avenida de los Huetos 33 puedan sacarle también partido, “como punto de reunión”.

“Colócate ahora justo en el centro y di unas palabras”, solicita el director a la que escribe estas líneas. Tras así hacerlo y entonar un socorrido “hola, hola”, se comprueba cómo el sonido llega, perfectamente, a los 8,40 metros de diámetro de esta estructura, por lo que el profesor de turno no tendrá que desgañitarse. “Elegimos este tipo de pladur para que tenga una acústica eficiente. Los agujeros que tiene contribuyen a absorber mejor la presión. Eso hace que no haya rebote ni malos sonidos de fondo...”, precisa Eva Urrutia, profesora de Edificación.

Y estos agujeros junto con todos los triángulos que conforman la cúpula se pueden ver perfectamente, porque, como aclara Bidane Malaxetxeberria, jefa del departamento de Construcción, “aunque estéticamente quizá hubiese sido mejor que todo el pladur fuese cerrado y no se vieran los triángulos, nos preguntamos: ¿Vamos a la mejor eficiencia que hay cerrando el aislamiento o perdemos un poquitín de esa eficiencia para que la gente que venga, pueda ver la estructura y explicarles todo el proceso?”.

Y pese a haber dejado al final la estructura a la vista, “sí que ha pasado las respectivas pruebas de hermeticidad interior”. A ello también han contribuido el haber apostado por el uso de los materiales más sostenibles posibles, como la madera o que para el revestimiento exterior hayan realizado “un proyectado de corcho, que es un aislamiento natural e impermeabilizante”.

Y, sobre todo, la forma elegida: un domo geodésico, que presenta múltiples beneficios, como el aerodinámico, porque al final tiene menos resistencia al viento y aprovecha el recorrido solar. Y en el domo, el factor de forma es el mejor: menor superficie para el máximo volumen superior que tiene.

169 triángulos Aunque, eso sí, docentes y alumnos coinciden en señalar que los 169 triángulos que conforman su cúpula han sido todo un rompecabezas. “Hemos elegido 169 triángulos y los colores distintos. La gente nos dice que ha quedado muy chulo, pero realmente les tuvimos que poner a unos rojos y a otros verdes, azules o amarillos porque de lo contrario, no lo hubiésemos sabido montar”, recuerdan.

Y es que el hecho de encajar todos estos triángulos fue todo un puzzle en 3D, “porque cada uno tenía una medida y de ahí los colores, para diferenciarlos”. De ahí la gran diferencia, de cuando crearon las maquetas, primero en palillos, con un diámetro de 20 centímetros, y luego en madera, con un diámetro de un metro y medio, y donde en esta última estas piezas tenían marcadas donde tenían que ir. “Aquí era fácil porque venía todo con letras: la B1, la B2... Porque es un tamaño que es manipulable y se pueden amontonar todas en una mesa, pero cuando llegas a unas medidas profesionales, esto ya no se puede unir así por así”, matiza el director.

Pero finalmente lo lograron y colocaron además dos ventanas, aunque el domo cuenta con un sistema propio de ventilación mecánica para renovar el aire del interior, con recuperador de calor, que hace que “aunque estemos en la calle a 12 grados, aquí, dentro podemos estar a 19, para mantener una temperatura confortable y estable”, destaca Iñigo Trojaola, profesor de Edificación.