A La Antigua se la conoce como la catedral de las ermitas, pero no ha sido siempre así. Fue en la década de los 70 cuando recuperó toda su belleza, después de que se le retiraran todos los añadidos. Ha sido la obra más importante que se ha llevado a cabo en la ermita. Pronto se cumplirán 50 años de aquella intervención.
Ascensio Uribesalgo y José Román Urkiola conocen bien cómo era la ermita antes de la obra y qué compleja fue aquella intervención, pues para entonces ya formaban parte de la Asociación de Amigos de La Antigua. Recuerdan que la joya de Zumarraga corría grave peligro. “Una viga se estaba torciendo y una de las paredes se estaba moviendo. Para solucionarlo, se construyeron dos nuevas columnas”.
La bóveda también se encontraba en mal estado. Gracias a ello, salió a la luz toda la belleza original de la ermita. “Cuando los arquitectos vieron la estructura de madera que la bóveda tapaba, decidieron quitar la bóveda. También se retiraron el retablo, el púlpito y los altares. El retablo se encuentra en el Museo Diocesano”.
“Cuando los arquitectos vieron la estructura de madera que la bóveda tapaba, decidieron quitar la bóveda. También se retiraron el retablo, el púlpito y los altares”.
Además de todo ello, se quitó la pintura de las paredes, para sacar la piedra a la luz. Afortunadamente, todos los añadidos se habían hecho respetando el carácter original de la ermita: nunca se había destruido nada. Gracias a ello, pudimos recuperar su aspecto original”.
Consideran “milagroso” que la ermita nunca hubiera cogido fuego.
En cuanto al exterior, pegada a la ermita se había construido la casa de la serora. Esta también fue eliminada. “El Ayuntamiento tenía un balcón en la casa de la serora. El día de Santa Isabel las autoridades comían allí. La sacristía estaba en el lado que da al caserío Landaburu. A la misma se accedía por la puerta pequeña de la ermita. Cuando se derribó la casa de la serora, decidimos pasar la sacristía al espacio situado debajo de la escalera”.
Consideran “milagroso” que la ermita nunca hubiera cogido fuego. “En la casa de la serora, el fuego estaba encendido durante todo el día”. No en vano, la casa de la serora acogía también un bar.
Una obra de seis millones de pesetas
La obra se realizó durante 1975 y 1976 y quieren dar las gracias a todos los que la hicieron posible. “El alma máter del proyecto fue el párroco, Domingo Irigoien. También hay que mencionar el trabajo realizado por Félix Mendia, presidente de la Asociación de Amigos de La Antigua. Los arquitectos fueron Urkola e Irizar, de Donostia”.
El presupuesto ascendió a seis millones de pesetas. “El préstamo lo concedió la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. El director de la sucursal era José Mari Inaraja. Los miembros de la directiva de la Asociación de Amigos de La Antigua pusieron sus casas como aval”.
La visita del ministro
Tenían problemas para pagar el préstamo y decidieron pedir ayuda a un ministro. “El ministro de Cultura y Turismo, Ricardo de la Cierva, había venido a Donostia y un miembro de UCD, Lozano, le trajo a La Antigua. Le gustó mucho la ermita. Después le llevamos a la sociedad Arkaitzeta, le dimos bien de comer y beber... y dijo que solucionaría el problema. ¿Seis millones son el problema? El martes tendréis el dinero en la cuenta corriente, dijo”.
¿Seis millones son el problema? El martes tendréis el dinero en la cuenta corriente, dijo”.
No quieren dejar de mencionar la buena voluntad mostrada por el párroco. “Tenía una colección de monedas y dijo que la vendería antes de que la caja de ahorros quitase la casa a nadie”, recuerdan.
Aquella obra fue la más importante que se ha afrontado jamás en La Antigua, pero posteriormente se han hecho muchos otros trabajos. Había unos ocho modelos distintos de bancos (traídos de varios lugares) y se hicieron nuevos, se renovó la iluminación... Ahora, toca renovar de nuevo la iluminación y hacer el tratamiento a la madera.