- Se reconoce optimista antropológico, porque sabe que todas las epidemias empiezan y acaban, que no son eternas. “Lo estamos viendo en Japón, China, Corea del Sur... que utilizan modelos de tratamiento que funcionan, donde las drásticas medidas adoptadas están teniendo efecto. Es una noticia positiva, hay que mantener esta llama de confianza. Además, espero que igual que ha habido una bajada en nuestra economía, después haya una gran demanda y nos recuperemos cuanto antes en lo económico y social. Porque la situación derivada del covid-19 nos dará más quebraderos de salud que el propio virus”, sostiene Ignacio López Goñi, doctor en Biología y catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra.

Leo ‘Diez buenas noticias del coronavirus’. ¿En tiempos de tribulación hay motivos para la esperanza?

-Claro que sí. El artículo lleva ya más de 21 millones de lectores, lo cual quiere decir que la gente necesita ver una luz al final del túnel, precisa algo de esperanza. En ese artículo contaba que la ciencia nunca ha estado tan bien preparada como hoy para combatir esta epidemia.

Una esperanza que viene de la ciencia.

-La OMS tiene ya más de 41 prototipos de vacunas con diferentes estrategias, recombinantes, de proteínas, de virus atenuados, y con algunas de ellas ya se han comenzado los ensayos en fase I. Es verdad que llevará por lo menos un año disponer de una vacuna eficaz y segura, y por tanto no es la solución para ahora mismo, pero será la herramienta para el futuro de nuestro triunfo sobre este virus. Se ha hecho a tanta velocidad porque había grupos de investigación que ya trabajaban en modelos parecidos con otros virus, lo que ha posibilitado que las vacunas vayan con una rapidez que jamás antes había tenido. Todo el mundo mira a la vacuna y se pregunta para cuándo, pero recordemos que la ciencia en este país ha estado un decenio estrangulada. Esto debería ser un aldabonazo para incentivar la inversión en ciencia.

¿Lo importante ahora son los antivirales que curan?

-Las vacunas son preventivas y serán para el futuro. Ahora mismo lo importante son los antivirales, los que pueden curar a los pacientes más graves. Aunque no tengamos uno específico, la OMS ha lanzado el ensayo mundial Solidarity, con participación de varios países, en el que se investigan y comparten los datos de al menos cuatro grandes combinaciones de antivirales que inhiben las proteasas, algunos de ellos con interferón o con la hidroxicloroquina o el de Remdesivir, que es un antiviral genérico. Tenemos también otras sustancias con distintas combinaciones y seguro que alguna funcionará. Además, ya se aplica el suero con anticuerpos de personas curadas, tratamiento clásico de inmunización pasiva.

Abundan los bulos en las redes. ¿Qué podemos hacer contra las teorías conspiranoides?

-Es un problema del que tendremos que aprender a futuro; estoy convencido de que el cómo comunicar en tiempos de crisis se estudiará por los expertos en comunicación. Es la época de las redes sociales, que permiten difundir buenas noticias, pero también todo lo contrario. La otra realidad es que en tres meses se han publicado más de 1.500 artículos científicos acerca del coronavirus, algo que nunca había ocurrido en la ciencia. Ahora practicamos una ciencia exprés, en abierto, cuando habitualmente la ciencia necesita su tempo, repetir experimentos para confirmarlos. Pero todo marcha tan veloz que quizás esos artículos no sean del todo correctos y tras pasar a los medios, generan bulos o informaciones imprecisas.

Las farmacéuticas son diana de los bulos. ¿En estos momentos solo miran por sus beneficios?

-En mi opinión, e igual soy un canelo, sí nos están apoyando. Estos problemas globales, o se afrontan desde un punto de vista de colaboración público-privada en distintas instituciones, o no salimos. Las farmacéuticas pensarán en sus beneficios, pero sus beneficios hoy redundan en todos. De esto no nos va a sacar un gobierno, un partido político o una institución, sino la ciencia y la colaboración.

El 10 de enero se editó el genoma del virus y se sabía lo que ocurría en China. ¿Por qué no se empezó entonces a realizar test?

-Todo tiene su tiempo. Cierto, el 13 de enero, la OMS publicó el primer protocolo para un test de detección del genoma del virus, pero se han acumulado varias circunstancias. Yo fui también de los que creía que iba a ser un problema muy localizado en el centro-sur de China, porque, hasta mediados de febrero, el 98% de los casos mundiales y el 90% de los muertos ocurrían allí. Sí, muchos pensamos que las medidas draconianas que imponía China, y que jamás pensamos que nos llegarían, serían suficientes para controlar la epidemia.

¿Se creyó que desaparecería como el SARS?

-La mayoría así lo creía. En el SARS hubo transmisión en unos 30 países, pero en pocos casos hubo contagios dentro del país, todos eran importados. Pero ahora nos hallamos con un virus que se transmite con la facilitad de un catarro, porque es coronavirus, pero con la altísima transmisibilidad que no posee el catarro, sino una neumonía que puede ser mortal.

Hay mucho profeta del pasado.

-Todo va a tal velocidad que es muy fácil recurrir al llamado capital a posteriori, al profeta del pasado o al listo que dice saber lo que debía haberse hecho.

Hubo voces de alarma de la OMS.

-Cierto. La OMS ya decía que era una alerta internacional, un virus pandémico que podía dar problemas muy graves. Creo que no se le hizo caso porque se creyó que sería como la pandemia de 2009 de gripe A, en la que hubo muchísima alarma para al final resultar ser casi una gripe estacional. Ahora nos decían lo mismo, pero desgraciadamente tenían razón.

El virus ha llegado para quedarse. ¿Pasará a ser una gripe estacional?

-Hoy no sabemos si será como otro SARS, que apareció-desapareció o si se quedará como virus más o menos estacional. Probablemente se quede dentro de esa lista de virus respiratorios, que son decenas, que generan problemas todos los años. No podemos predecir que en una segunda oleada haya o no una mayor inmunidad poblacional, porque lo sucedido es que ante un virus nuevo no había inmunidad previa, por lo que toda la población somos susceptibles. Tal vez en un futuro y aunque el virus vaya mutando, con gente ya inmunizada la cantidad de susceptibles sea menor.

Frente al enemigo vírico la apuesta pasa por invertir más en ciencia.

-Al ser un problema global, tendríamos que darnos cuenta de que el enemigo ya no es otro país, sino un virus, patógeno, pequeñito, invisible e insidioso, que como enemigo sutil ha cerrado la mitad del planeta con unas consecuencias que serán bestiales. Debiéramos pensar que no necesitemos Cascos Azules armados. En esta batalla hay que cambiar los fusiles por vacunas, jeringuillas, antivirales y personal sanitario.