Donostia - ¿Qué opina usted de que se extienda el uso de desfibriladores al ciudadano normal?

-Fue una de las cosas que se buscó en 2010 con la nueva normativa: facilitar que estos equipos puedan utilizarlos las personas sin complicaciones en la formación, que está comprobado que a la gente le echa para atrás. Antes de 2010, había que renovar la formación cada tres años y eso suponía un obstáculo.

Entiendo que el riesgo de causar daño por hacerlo mal, por tanto, es mínimo.

-Estos equipos hacen que sea prácticamente imposible causar daño a una persona que está en parada cardiorrespiratoria. La máquina hace un autoanálisis y te va a decir si esa parada se va a beneficiar de su uso; si no es así, ni se carga. No funciona.

¿Es milagrosa?

-Puede serlo, pero en la desfibrilación hay un concepto muy importante. Buscamos la reanimación del paciente; su retorno a la vida. La cadena de supervivencia tiene varios eslabones. El primero es que el testigo sepa reconocer la parada y avise rápidamente al 112. El segundo, que empiece el masaje cardiopulmonar inmediatamente; y el tercero es la desfibrilación. Desfibrilar es importante, pero tan importante o más es que ocurran los primeros eslabones de la cadena de supervivencia.

¿Dónde cree que debería haber desfibriladores automáticos y dónde no serían necesarios?

-Me parece muy bien que se extiendan y que haya cada vez más porque el tiempo que tenemos desde la parada hasta el tratamiento efectivo es corto. Las ambulancias tardan lo que tardan: entre diez y doce minutos. Pero si decimos que la desfibrilación es el tercer eslabón, hay otros dos que hay que trabajar antes y me parece igual de importante que la gente sepa detectar una parada cardiaca e incluso situaciones previas a la parada. En Europa tenemos ejemplos a seguir en los que la reanimación cardiopulmonar está incluida en el plan curricular de la enseñanza obligatoria.

¿De qué países hablamos?

-Suecia, sobre todo; y Francia también está dando pasos en este sentido. Ahora mismo en la CAV, de todas las paradas cardiacas con testigos cerca, solo en el 25% existe una reanimación; en el resto es la ambulancia la que actúa cuando llega, con lo cual perdemos oportunidades.

La rapidez es fundamental...

-Nuestro objetivo, desde el centro coordinador, es aumentar ese porcentaje y ayudar al testigo a hacer la reanimación. Una actuación por encima de los quince minutos, seguro que no vale para nada. Si empiezas desde el segundo cero, las posibilidades son elevadas.

Hay gente que equipara un DEA con un extintor. ¿Qué le parece?

-Todo el mundo tiene asumido que hay un riesgo de incendio en su casa. Y por ello asume cierto mantenimiento y más o menos sabe utilizar un extintor. Teniendo en cuenta que el 70% de las paradas cardiacas se producen en el domicilio de la persona, no me parece descabellado equiparar un desfibrilador automático con un extintor. En nuestra comunidad de vecinos tenemos un desfibrilador automático.

¿Tuvo usted algo que ver en ello?

-En cuanto les planteé el tema les pareció que era una buena idea y todos los vecinos hicieron la formación necesaria.

Pero esto es novedoso, ¿no?

-Hasta dónde yo sé, no es una cosa habitual, pero me parece más importante la formación en reanimación. Luego, si tienes desfibrilador es un paso más en la cadena de supervivencia. Está muy bien ponerlo en la empresa, polideportivos y aeropuertos, pero si miras las estadísticas, los infartos se producen en casa.

¿Cree que la Administración debería invertir en más equipos?

-Lo público ya ha hecho su esfuerzo y todas las ambulancias cuentan con desfibrilador y la Ertzaintza también. A partir de ahí cada cual tiene que valorar si es asumible un esfuerzo mayor. Seguramente en nuestra comunidad de vecinos no lo usemos nunca. Ojalá. Pero si diera la casualidad de que a uno le salvamos la vida, eso no tiene precio. El otro día, gracias a que los médicos de Lezama tenían desfibrilador, cuando llegó la ambulancia, el paciente ya estaba en circulación espontánea. Además, un DEA no tiene efectos secundarios, más que el esfuerzo económico.