iento ser un plasta, pero esto de las navidades se está alargando más de lo humanamente disfrutable. Con gran desasosiego, ayer me di cuenta de que otra semana más de festejos y corro el riesgo de quedarme sin pantalones capaces de adaptarse a mi nuevo contorno, muy recrecido tras una semana de ágapes, de comer sobras de los banquetes y de trajinar todo tipo de botellas con ricos alcoholes. Y todo eso, teniendo en cuenta que la preceptiva bandeja de dulces de temporada, ninguno apto para mantener la línea, aún está intacta, supongo que por empacho reiterado. Miedo me da, porque aún faltan fechas señaladas en las que, me temo, con una lechuguita no bastará para rendir pleitesía a las horas y horas que mi madre destina a la cocina cada vez que el calendario, y las tradiciones, dicen que hay que celebrar a lo grande, y en las que, vaya usted a saber por qué, tengo prohibida la entrada a la cocina, supongo, que para no contradecir la cuantía de comida que cabe en cada plato. En fin, ya puestos, habrá que confiar en mi capacidad de resiliencia, signifique lo que signifique el palabro, muy recurrente estos días, para regresar en un tiempo adecuado a una situación previa a la preobesidad en la que me encuentro. Si salgo de esta, ya les contaré.