El diablo está en los detalles. No fue casual que la denuncia por acoso sexual contra Paco Salazar atronara en la víspera del Comité Federal del PSOE. Todo un torpedo a la línea de flotación del discurso regeneracionista de Pedro Sánchez al que se sigue agarrando como claro ardiendo para mitigar a duras penas los efectos devastadores de ese síndrome de la corrupción demoledora que ha inoculado el triángulo tóxico Cerdán-Ábalos-Koldo. Los desmanes del asesor de confianza del presidente eran conocidos desde hacía mucho tiempo, dentro y fuera del partido y del Gobierno, a excepción, otra vez, de Pilar Alegría que ya camina con las dos manos abrasadas de tanta ingenuidad y comprensión hacia el entorno de su jefe. Se repite así el caso Errejón. Todos los compañeros sabían de las respectivas flaquezas en cuestión de género, pero nadie lo denunciaba. Hasta que estratégicamente a sus rivales les interesó quitarles la careta.
Salazar es un bien mandado como Cerdán. Fieles sin fisuras. Por eso siempre los quiso Sánchez a su lado para los menesteres más diversos, por intrincados que fueran. Una relación permanente, pero tal vez el líder socialista nunca se inmiscuye en la vida privada de sus vasallos.
Por eso jamás imaginó que muchas empleadas en Ferraz y La Moncloa temían quedarse a solas con el influyente consejero sevillano. Ni siquiera preguntó por los gastos familiares del político navarro superiores a la nómina de un diputado. O sencillamente siempre creyó que nadie ajustaría cuentas internas para no dinamitar el estado de confort de la actual era de poder del partido.
La ceguera del ahora acorralado Sánchez aviva las sospechas sobre su grado de responsabilidad en esta crisis y prolonga el desánimo en la tropa
Precisamente esa pasmosa ceguera del ahora acorralado presidente aviva las sospechas sobre su grado de responsabilidad en esta crisis sobrevenida y prolonga el desánimo en una tropa que siente cada día más en el cogote el desprestigio social y el aliento de la desmelenada (ultra)derecha cuando atisba el calvario que le aguarda a su compromiso de resistencia, prisionero de un entorno endiablado.
Elegir a sus colaboradores
La contrastada negligencia de Sánchez hasta ahora al elegir sus colaboradores más directos propicia las sospechas cuando los cambia. Por eso en los pasillos de la sede socialista se cruzaban malvadas opiniones sobre la púrpura depositada en el matrimonio Antonio Hernando-Anabel Mateo. Justo cuando en algunos papeles de la UCO empieza a deslizarse el nombre de Pepe Blanco por algunas de sus actuaciones lobistas desde su consultora Acento, el angustiado presidente va y elige para el control del partido a dos antiguos trabajadores de esta influyente agencia con tentáculos reconocidos en cualquier ministerio. Eso sí, los corazones de algunos socialistas ya no soportarían más disgustos por la divulgación de injerencias impropias. En todo caso, Hernando vale para un roto y un descosido, sobre todo en tiempo de turbulencias. Tan pronto defiende la abstención en favor de Rajoy en recuerdo de su admirado Rubalcaba y en plena guerra socialista que se muestra como furibundo sanchista con el cambio del aire dominante.
Feijóo sabe que solo sus errores le pueden privar de llegar a La Moncloa. Quizás ha aprendido la lección y vocifera que quiere gobernar sin Vox
Los movimientos internos siempre alientan la especulación en todo partido porque dejan rastro. En el caso de los socialistas, acuciados por el desaliento y la incertidumbre, muchos asistentes al cónclave federal cuestionaban la continuidad del principal delfín de Cerdán en la elite de mando. Siquiera por higiene y ejemplaridad tras el encarcelamiento del secretario de Organización pensaban en una salida sin ruido. Sin embargo, Juanfran Serrano aumenta incluso de galones. En el otro lado de Madrid, los afiliados del PP aplaudieron con entusiasmo a Carlos Mazón en un abominable ejercicio de amnesia sobre su irresponsable comportamiento institucional durante la tragedia de la dana en su tierra. La misma algarabía mayoritaria que se produjo con la repesca de Cayetana Álvarez de Toledo para la ejecutiva del PP. Para llegar a 10 millones de votos también son imprescindibles las voces histriónicas.
Id y predicad
La exaltación vivida en el congreso del PP ha contrastado con la desazón socialista en un arranque de julio que, posiblemente, marque el devenir del otoño venidero. Nada más conocerse públicamente los vicios de Salazar, la familia popular se conjuró para aparecer unida, prietas las filas y estallar de júbilo. Feijóo entendió en ese momento que solo sus errores le pueden privar, otra vez, de llegar a La Moncloa. Quizá por haberse aprendido la lección, rápidamente ha vociferado a los cuatro vientos que quiere gobernar sin Vox.
Para amargar de nuevo al envalentonado aspirante que sueña con arrasar en los próximos comicios, Sánchez ha elegido ante los suyos la encomienda evangélica de “id y predicad”. El capitán quiere levantar la moral de la tropa, consciente de que los suyos sangran por la herida del desaliento, la decepción y el escarnio. Por eso, insta a sus ministros y capataces territoriales a que extiendan sin desmayo las bondades sociales conseguidas por la izquierda en detrimento del apocalipsis que supondría la llegada de la derecha. Y hacerlo, además, pendientes de la UCO y de los tribunales.