Tiene su gracia que, después de tanto avisar con que el gran lobo chino amenaza a las libertades de occidente, EE.UU. haya decidido que sus políticas de control de redes sociales son, de hecho, una muy buena idea. Si la iniciativa de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) sale adelante, cuando lleguemos a la frontera los oficiales comprobarán nuestro historial de redes sociales de los últimos cinco años para que la gente “esté segura”, según Donald Trump. ¿Segura de qué? Los terroristas no tienen la costumbre de anunciar la fecha de sus atentados por Instagram o X.

Pero como todavía podríamos eludir los ojos de las águilas calvas que vigilan las aduanas, también vamos a tener que dar los números de teléfono y direcciones de correo electrónico que hemos usado durante los últimos diez años, además de todo tipo de datos sobre nuestras familias.

Todo en el nombre de la seguridad en el país en el que las opiniones “antiamericanas” son más peligrosas que las balas. No puedo esperar a que algún día tenga que ir al país del rock and roll por algún motivo y, en el aeropuerto, un amable agente me pregunte What the fuck is this shit? y me mande de vuelta a España tras leer esta columna.