Lo que no vimos venir ni usted ni yo es que con lo caro y prohibitivo que está acceder a una vivienda para el común de los mortales, TVE (la televisión pública que pagamos entre todos) iba a abrir una línea de ayudas para que famosos como Omar Montes, Norma Duval, Ana Obregón Luis Fonsi o Beatriz Luengo reformen y amueblen gratis sus casoplones. Y que para repartir las subvenciones y ejercer de jefes de obra iban a contratar los servicios de dos de los hijísimos de Julio Iglesias: Chábeli y Julito, a quienes han puesto un programita como los que atestan la TDT pero poniendo acento pijo, paseándose en coches de lujo y promocionando a sus colegas, que el programa rotula como “megainfluencer”, “superartista” o “millonaria filantrópica”... porque influencer y artista lo puede ser cualquiera pero “mega”, “súper” y “millonaria” son prefijos reservados para la gente bien y hasta los pronuncian de otra manera, con un acento en cada sílaba, que es como hablan Chabeli y Julito.
El primer programa nos permitió descubrir que Beatriz Luengo y Yotuel viven en una casa como la de tu abuela del pueblo, pero en una de las zonas más exclusivas de Miami. El motivo, no tienen tiempo y se quedaron hasta con los muebles que dejó el anterior propietario, y no dejó muchos, así que tenían la casa medio vacía, hasta que le hicieron la reforma a ritmo de la nueva ajocanción de Enrique Iglesias, porque todo queda en casa. Ahora tienen un recibidor y un salón gigante y la habitación de la cría se ha transformado en un enorme vestidor, aunque la criatura haya tenido que salir a dormir al jardín porque nadie montó una alternativa con cama para ella.
Aún mejor se lo montó Omar Montes que ha ampliado su mansión de los fines de semana con dos habitaciones más para los invitados, le han puesto un vestidor más grande que la planta joven del Cortinglés y hasta le han iluminado la piscina y todo el jardín, que es más grande que el pueblo de cualquier abuela. Al ver este segundo programa, a Luengo y Yotuel se les habrá quedado cara de pánfilos y habrán corrido a pedir la hoja de reclamaciones.
El insoportable programa de los hijísimos, ya sin la Eurocopa que lo proteja, y pese a emitirse en prime time, cayó al 6,8% de audiencia (648.000 espectadores) con su pijerío, sus mensajes demodés sobre el rol de hombres y mujeres y su sobreactuación mal actuada.
Hay que reconocer, sin embargo, que Los Iglesias, hermanos a la obra es un programa de auténtico servicio público: una pena que se ese servicio público se limita al beneficio de los famosos a los que reforman y amueblan sus casas.
La pregunta, claro, es cómo acaba en la tele pública un programa tan pijo, aburrido e intrascendente que consiste en reformar los casoplones de millonarios con el dinero de todos, mientras los hijísimos alardean de incultura y falta de carisma ante la cámara.