Poco o nada diferencia el ataque protagonizado ayer por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña sobre Siria del que los dos primeros, sin participación pero con apoyo británico, realizaron el anterior abril (2017) sobre la base siria de Al Shayrat. Si ahora se pretende justificar como represalia al empleo de armas químicas en Duma -en proceso de investigación, aunque confirmado por la OMS-, entonces fue el uso de gases toxicos en Idilib. Hasta los términos empleados por Donald Trump para referirse a Al Assad los días previos han sido idénticos: “Un animal”. Ahora como entonces las defensas rusas desplegadas en Siria han sido evitadas, el ataque ha sido “limitado” y Moscú ha exigido la convocatoria urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. Como hace un año, Putin acusa a EEUU de “ruptura del capítulo de Naciones Unidas y de la ley internacional”, mientras Washington, París y Londres apelan al principio de “injerencia humanitaria” en protección de la población civil, invocado ya en Ruanda o los Balcanes, por ejemplo, y al incumplimiento sirio del Protocolo de Ginebra de 1925 y la Convención sobre Armas Químicas de 1997. Unos y otros, además, tienen su razón porque el empleo de armas químicas por el régimen de Al Assad ha sido contabilizado por la OMS en 35 ocasiones y porque el ataque contra territorio sirio no cuenta con el aval de la ONU (en el caso británico, ni siquiera con el de su Parlamento, que es preceptivo). En doce meses parece no haber cambiado nada en lo que respecta a la intervención internacional en Siria... ni el ataque cambiará la situación del país o una sangría que supera los cuatrocientos mil muertos. Y todo ello sucede cuatro años y siete meses después de que, en setiembre de 2013, John Kerry (EEUU) y Sergei Lavrov (Rusia) firmaran un acuerdo que obligaba a Al Asad a destruir todo su arsenal químico, lo que evidentemente no ha hecho con la aquiescencia rusa que protege y arma al régimen sirio. Pero hay, además, otra coincidencia: el incremento de la contestación política y social a los gobiernos que respaldan el ataque, los de Trump y Hollande entonces, los de Trump, Macron y May ahora. Siria no es solo el dramático escenario sobre el que las dos grandes potencias escenifican sus tensiones con aquello que Putin ya advirtió tras la Conferencia de Seguridad de Múnich: el empleo incontenido de la fuerza militar en las relaciones internacionales.