¿A qué se asocia la época navideña? Cada uno tiene su propia respuesta: A los adornos navideños, las felicitaciones, las reuniones, al asalto sin tregua de All I Want for Christmas Is You, al agujero en la cartera que queda tras comprar los regalos… Este año he descubierto que, para mí, uno de los elementos clave para entrar en el espíritu navideño es el frío. Un frío que, para mi sorpresa, he echado de menos.
Los recuerdos no suelen ser fiables, pero juraría que hasta hace unos años me quejaba de que todos los días iba a trabajar con temperaturas bajo cero, los coches estaban helados, había niebla o nieve y me hinchaba de beber caldo en los bares cuando tomaba algo con mis amigos. Ahora no me quejo, pero no termino de mentalizarme de que estoy en invierno. Raro es el día que tenga que ponerme guantes o un gorro y sobre nevadas o lluvias ya no me preocupo.
Un amigo en Roma me dice que no bajan de los 10º C y que hay mosquitos en todas partes. Otro en Reino Unido no ha cambiado su armario desde otoño. Por muchas luces navideñas que vea y cuantos anuncios me pongan delante, sigo teniendo la sensación de que estamos celebrando la Navidad en septiembre. Pero no todo puede ser malo, el turrón sabe igual haga calor o frío...