Sin saber muy bien cómo, ya estamos con la burra a cuestas. El insigne presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha retomado el despacho oval con ganas de lío. Y, a falta de otras consideraciones, lío hay. Al menos, en las relaciones del gigante norteamericano con sus presuntos amigos, con sus presuntos aliados y con sus potenciales rivales. Parece que no va a quedar títere con cabeza. Utilizo el verbo parecer porque da la impresión de que todos los anuncios y las órdenes ejecutivas llevan asociadas de inmediato prebendas con prórrogas en la ejecución de los aranceles ligadas, a su vez, al inicio de conversaciones bilaterales con los perjudicados, que el citado y su Ejecutivo venden en clave interna como ejemplos de sometimiento del resto de países objeto de sus decisiones a los intereses yanquis. Supongo que todo forma parte de una estrategia de flood the zone para desarbolar cualquier intento de oposición interna y externa, abrumada por anuncios, firmas de decretos, discursos continuos y comparecencias en redes sociales y medios convencionales a todas horas y en cualquier situación. En fin, que ante esta chaparrada de trumpismo, solo queda paciencia, contar hasta 10 y tener en cuenta que la política, cuando solo es marketing, se desvanece por sí sola.