Diego de Soto es un joven cronista que abandonará la corte para embarcarse en una aventura que le llevará a recalar en las costas orientales recientemente conquistadas por Hernán Cortés. Así empieza esta novela de aventuras, intrigas y secretos creada por el periodista y escritor Tony Gratacós (Barcelona, 1967).
¿Qué tiene la historia de Hernán Cortés que, siglos después, aún seguimos hablando de ella?
Y sobre todo discutiendo (risas). Yo de hecho, realmente cogí la figura de Hernán Cortés porque si te pones a hablar de la leyenda negra el primer apellido que sale es el suyo. Cosa que es alucinante, porque tú te pones luego a leer sobre Hernán Cortés y dices: “¿Dónde está la leyenda negra? No lo entiendo”. Pero claro, todo depende de los ojos con los que lo leas y las partes que escojas de la vida de Hernán Cortés. Si te quedas en que hubo una matanza en el templo, mirado fríamente sí, pero Hernán Cortés no tuvo que ver con aquella matanza en el templo. Y nuestro complejo de inferioridad. Yo creo que seguimos teniendo un complejo de inferioridad con nuestra propia historia. Nos hemos llegado a creer lo que nos han contado otros de nuestra historia. Yo cuando era pequeño no me daba cuenta, pero en las películas de piratas todos los malos siempre son españoles.
Tras Nadie lo sabe retoma la figura del cronista Diego de Soto. ¿Cómo ha cambiado de una novela a otra?
Partiendo de la base de que es el único personaje que surge de material inventado, yo creo que sí que ha evolucionado. Yo creo que una de las primeras personas que se leyeron la novela me dijo: “Me gusta mucho tu personaje porque lo he visto más maduro”. Ahí me sentí muy orgulloso, porque no fue premeditado (risas). No habla tanto, no es tan impulsivo... Y eso nos lo da a todos la edad. Sí, se nota una evolución.
Él empieza diciendo que nadie recordará su nombre. Ahora todos lo conocemos, y lo vemos rodeado de muchos vascos. Conoce bien este territorio. ¿Cómo se imagina a Elcano, a Guevara...?
Con ese toque vasco importante (risas). Sí, con esa dureza de la que parte pero que detrás de esa dureza luego hay esa personalidad tan fácil. Una vez que levantas esa dureza eres tal cual eres.
Lo que está claro es que vamos a encontrarnos luchas de poder, ambición, traiciones..., una novela de intrigas, pero una novela al fin y al cabo. ¿Tiene algún mensaje para los historiadores que la lean?
Yo siempre digo que no soy historiador. Lo único que sí que me gusta, eso es verdad y lo digo siempre, es que trato con personajes históricos. Forma parte de la honestidad intelectual que te intentan enseñar en la facultad de Periodismo el ser honesto con cada uno de los personajes. Entonces, si hay algún personaje que creo que es de una manera, yo intento reflejarlo de esa manera. Lo que no quiero es que el día de mañana, en el Juicio Final, venga Hernán Cortés o Fonseca a decirme: “Oye, ¿qué hiciste conmigo en este libro?” (risas). Eso es muy importante, respetar -te puedes equivocar, evidentemente- su personalidad a la luz de los hechos que se han narrado. Pero luego yo creo que está el “por sus obras les conoceréis”. Cuando empecé a indagar sobre el tema, te das cuenta de que Hernán Cortés fundó el primer hospital que se hizo en el Continente Americano, que sigue en la actualidad, y el que mandó que se atendiese por igual a españoles y naturales. A mí lo que me interesa es que todo lo que cuente tenga su base histórica, pero luego a partir de los hechos puedes interpretarlos de una u otra manera.
¿Cómo ha sido la tarea de meterse en sus mentes?
Ha sido tan bonito... El trabajo de escritor es muy solitario, porque es como estar con tus amigos invisibles, y a veces pienso: “Jolín, cómo me gustaría volver a estar con mis amigos, con los que he estado todo un año, abrir las páginas y meterme dentro”. De verdad que los echo de menos.
Nos ha hecho viajar en el espacio y el tiempo, e incluso vivir en cada capítulo. Tras haber pasado por Antena 3 TV, Disney..., esta novela también tiene tintes cinematográficos.
Sí. Me han dicho que se nota muy audiovisual, y la gente me pregunta si me imagino, viniendo del sector audiovisual, una adaptación. Pero te lo prometo, salvo la ambición puramente económica, no. Yo creo que lo bonito del libro, a diferencia de una película, es que el libro se lo trabaja por un lado el autor, y el otro cincuenta por ciento se lo trabaja el lector, que se imagina su película. Y eso para mí no tiene precio.
Una de las personas que tiene su libro es Alberto Chicote. Si Hernán Cortés hubiera degustado el menú que le presentó Chicote, ¿qué conclusiones habría sacado?
Habría pensado que ya no necesitaba conquistar nada. Lo habría tenido todo en esa mesa (risas).
¿Y si Diego de Soto hubiera hecho una crónica de esa comida?
Lo habría titulado “Varios mundos en el paladar”.