Miles de personas se acercaron ayer a los cementerios de El Salvador y Santa Isabel de Vitoria y a los camposantos de los pueblos alaveses para sentir más de cerca a familiares y allegados fallecidos.
El ritual que se repite todos los 1 de noviembre con motivo de la festividad de Todos los Santos llega acompañado de coronas, ramos de flores y plantas, depositados a los pies de tumbas, nichos y panteones hasta los que muchas familias se acercan días antes con el fin de adecentarlos, precisamente para esta fecha del calendario tan señalada.
Sobrecoge el silencio y recogimiento que se respira en Santa Isabel, en pleno centro de la ciudad, pese al goteo de visitas. Quienes acuden a honrar a los difuntos son, en su mayoría personas de más edad, puesto que el camposanto no admite nuevos enterramientos y, salvo en panteones de propiedad privada, no se ofrecen nuevas concesiones.
Sin embargo, es precisamente entre las calles de este viejo espacio fúnebre donde se esconden las lápidas y esculturas de mayor relevancia arquitectónica y artística.
Diferentes rituales
El cementerio de El Salvador, por su parte, ofrece diferentes opciones que responden a distintas creencias o no creencias, pero rituales, al fin y al cabo.
Así, hay nichos situados en la pared para conservar un féretro, urnas de cenizas y restos cadavéricos. También sepulturas, construcciones edificadas en tierra donde alojar féretros, urnas de cenizas y restos cadavéricos, además de las sepulturas de la zona común, destinadas al inmediato enterramiento y depósito de cadáveres. “Si tras 12 años de enterramiento los restos no son reclamados, se trasladan al osario”, explica el Ayuntamiento.
Otras de las instalaciones habilitadas en el cementerio de El Salvador son los columbarios, el jardín de cenizas, la zona de enterramiento musulmán y la zona de duelo perinatal.