Hace año y medio, Paula Santamaría, Joel Bruna, Luis Carlos Orduz y Rubén Ortiz pusieron en marcha un proyecto de spooky hillbilly punk con la idea de convertir en su escenario cualquier calle o plaza. En este tiempo, Old Time Spooks no solo ha conseguido ese objetivo, sino que ha llevado su propuesta a marcos de relevancia como el pasado Azkena Rock Festival. Hoy a las 19.00 horas, la banda de la capital alavesa vuelve a encontrarse con el público de su casa, esta vez en plena recta final de fiestas. Esta vez toca compartir los sonidos del cuarteto desde el Jardín de Falerina.
¿Cómo se gana al público de la calle, que por lo general es gente que se encuentra con la banda sin saber nada de ella, personas que están de paso?
–R.O.: La gente, por lo general, al ver los instrumentos y el rollo que llevamos, se queda por curiosidad.
–P.S.: Es morbo puro y duro de primeras. Dicen: esto no lo he visto en mi vida y tengo que ver qué hacen ahí con esas cosas.
–J.B.: Te ven las pintas y dicen: vale, estos van a tocar un punk ruidera pero los instrumentos no me cuadran porque estoy viendo un banjo, una tabla de lavar y un barreño. A raíz de eso, la gente se queda por la curiosidad, para ver qué puede pasar. De hecho, mucha gente nos pregunta: Where are you from? (risas).
"Cualquier cosa que hagas en la calle supone exponerte al máximo y, ante eso, respeto absoluto"
¿En Vitoria? ¿En serio?
–J.B.: Sí, sí, en serio. De hecho, donde más nos pasa es en Vitoria y en Burgos, que es donde más solemos tocar en la calle.
–L.C.O.: También le atrae a la gente las ganas el hecho de tocar siempre con las mismas ganas. La actitud es fundamental y hace que el público se pare.
Concierto para escuchar y ver... y para bailar.
–P.S.: Siempre lo pedimos.
–J.B.: Baile y pogo.
–R.O.: No nos podemos quejar porque la gente se suele meter mucho en lo que hacemos.
Pero hoy toca actuar en un ambiente de fiestas y eso ¿ayuda o...?
–R.O.: Todo depende del tipo de fiesta que sea. Al principio siempre te encuentras con algún grupito que se da la vuelta, que no quiere bailar...
–J.B.: Ahí ya empieza a ser algo personal: si alguien no baila, intentamos no parar hasta conseguir que se mueva (risas).
–P.S.: A veces te encuentras con un lugar lleno de sillas y sabes que vas a tener que pedir en algún momento a la gente que se levante y baile. Pero la mayoría de las ocasiones, no hay que decir nada. El público se pone en pie y... Esa es la mejor señal.
Los inicios
¿Cómo acaban los cuatro en este proyecto?
–P.S.: Amistad. Eso es lo esencial.
–J.B.: Nos conocemos todos desde hace muchos años. Siempre hemos quedado juntos, antes de la música. La cuestión es que queríamos hacernos un viaje a Thomann [la considerada mayor tienda de instrumentos musicales de Europa, situada junto al pueblo alemán de Treppendorf, en el municipio de Burgebrach] para comprar un afinador de un euro. Queríamos ir conduciendo pero costaba una pasta. Así que pensamos en ir tocando en la calle y, con lo obtenido, ir pagando los camping y demás. De ahí salió.
–P.S.: Era más que nada tener la experiencia de tocar en la calle. Era esa idea idílica de viajar tocando, siendo lo de Thomann la excusa. De hecho, ni siquiera cumplimos ese objetivo. Simplemente salimos a tocar por Francia, luego hicimos un poco por Galicia... y ahí empezó a tomar forma todo.
–J.B.: Nos pusimos las metas altas con lo de ir a Alemania porque en realidad podríamos haber ido a Durango y el resultado hubiera sido el mismo (risas). Bueno, nos hubiera salido más económico.
Vale, pero en la furgoneta de cualquier grupo, cuando uno sale de gira, se pasan muchas horas juntos. Que se suele decir entre los músicos, huele mucho a pie...
–P.S.: Y a sobaco que flipas (risas).
–J.B.: Solo una palabra: pachuli (risas). No, no, la convivencia es buena. Hasta hemos llegado a prestarnos los cepillos de dientes.
El camino se inicia así pero, la banda va tocando y, poco a poco, se encuentra participando, por ejemplo, en festivales importantes como el Azkena Rock Festival o el Xtreme Fest francés, del que acaban de regresar.
–R.O.: Ha sido un poco sin verlo venir.
–P.S.: De repente, abrimos un perfil en Instagram sin más expectativa que ir contando nuestra experiencia de ir tocando por las calles. De repente, nos empezaron a escribir a través de ahí para proponernos tocar aquí y allí. Hemos ido cogiendo todo lo que nos ha venido.
–J.B.: Ha funcionado mucho el boca a boca. Siempre hay alguien que te saca una foto o hace un pequeño vídeo, se lo manda a alguien... y te terminan llamando para contratarte de no sé dónde. Se ha ido haciendo una pelota más grande cada vez. Además, como decimos que sí a todo, pues claro.
–P.S.: Y cuando nos ha salido algo lejos, lo que hemos hecho es buscar los lugares donde hemos creído que podíamos encajar para tener más actuaciones y a todas nos salga rentable, tanto a nosotras que vamos como a quien nos contrata lejos.
–J.B.: Por ejemplo, el acudir al Xtreme Fest, que es un festival en el que han estado tocando este año The Casualties o The Baboon Show, ha sido posible porque el dueño del festival nos vio tocar un día en una esquina de una calle de Toulouse. Se le antojó invitarnos y nos metió en el festival. Es decir, ha sido consecuencia de esa decisión de echarnos a la carretera con una mano delante y otra detrás.
¿Planes de volver al estudio tras la publicación de su primer álbum, ‘Creepy and Weird tales’?
–P.S.: La idea es ir en septiembre.
–J.B.: El primero lo grabamos en Donostia y ahora lo haremos en Gasteiz. Ya iremos dando a conocer detalles poco a poco. La idea es sacarlo para Halloween, obviamente (risas).
Una banda de calle
No hay aquí muchas bandas que hagan algo parecido a lo suyo.
–L.C.O.: En nuestro caso, lo primero que marca es la calle. Tienes que elegir unos instrumentos adecuados para tocar en ella y poder transportarlos con facilidad. Si cada vez que tienes que hacer un concierto debes, por ejemplo, montar toda una batería...
–J.B.: Además, todos solemos escuchar música country o, por así decirlo, americana. Y el punk, es que nos hemos criado con él.
–P.S.: Es lo que nos brota.
–R.O.: Siempre que hemos intentado hacer algo más tranquilo, nos ha terminado saliendo lo contrario.
–J.B.: En realidad nosotros queríamos hacer old time music, que es el género americano que queríamos hacer, algo más suave para tocar en la calle y enganchar a la gente. Pero se nos fue de las manos. Claro, nos gustan bandas como Los Carniceros del Norte, así que... (risas). Hemos ido mezclando cosas sin querer. En la calle tienes que tocar muy fuerte si quieres que te escuchen, eso te embrutece y te sale la cresta.
¿Cómo es la calle para actuar, como escenario?
–R.O.: Pues no lo hemos tenido tampoco muy difícil. Es como un imán de todo, literalmente. Se junta gente de todo tipo. También el que te mira mal. Y el que te ama.
–J.B.: Te encuentras personas que te echan todo el dinero, te preguntan por el CD y te dicen que te quieren contratar. Y personas que llaman a la Policía para que te eche porque odia la forma en la vistes.
–P.S.: Es un buen entrenamiento. Es un escaparate muy chulo. Te llena mucho. El que se para es porque realmente le está apeteciendo, y eso es precioso.
Por cierto, si ven un grupo tocando en la calle, ¿disfrutan o sale el ojo crítico?
–P.S.: ¿Puedo responder que las dos cosas a la vez? (risas)
–R.O.: El hecho de ver a alguien que ha salido a la calle a tocar, para mí supone un respeto total hacia esa persona. Y no solo me refiero a la música, también al teatro o lo que sea. Cualquier cosa que hagas en la calle supone exponerte al máximo y, ante eso, respeto absoluto.
–J.B.: Antes hablábamos de tocar en un Azkena Rock o en escenarios grandes, pero muchas veces te da más vértigo tocar en la calle. Ahí estás completamente desnudo ante la gente. Así que sí, por supuesto, respeto absoluto y pararse, por lo menos un rato, para ver qué se está haciendo. Luego ya nos vamos y criticamos (risas).