El Gobierno derechista y confesional –sostenido por partidos religiosos– de Benjamin Netanyahu acaba de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental desmarcándose del derecho internacional establecido por las resoluciones de Naciones Unidas y negando el obligado proceso de autodeterminación del pueblo saharaui como parte de una descolonización que ya lleva medio siglo de retraso. Israel busca por este camino consolidar sus relaciones con el reino de Mohamed VI, para el que el control de los territorios y materias primas de la plataforma saharaui en tierra y mar es una prioridad personal y eje de su proyecto económico en el país. Casi simultáneamente, el Tribunal General de la Unión Europea ha suspendido los acuerdos pesqueros y de aranceles entre la UE y Marruecos precisamente porque incluían al Sahara Occidental, cuya soberanía no es legalmente del reino alauí sino que está bajo amparo de Naciones Unidas. La conveniencia económica y geoestratégica de los gobiernos europeos, con el de Pedro Sánchez adherido recientemente a la postura de Francia y Estados Unidos en favor de la autoridad marroquí, se está imponiendo. En el caso de Israel, la operación es un gesto hacia Mohamed VI al objeto de consolidar el mutuo reconocimiento y relaciones comerciales con países del mundo árabe. Netanyahu quiere del lado de sus intereses a un referente del mundo árabe magrebí, como ya lo obtuvo en la península arábiga y el Sahel. En el primer caso, la administración estadounidense de Donald Trump auspició los Acuerdos de Abraham de reconocimiento y relación comercial con Emiratos Árabes y Bahrein; en el segundo, Sudán estableció también unas relaciones congeladas durante décadas. El pueblo saharaui queda orillado en la tormenta de intereses, sin prestar atención al hecho de que existe el riesgo objetivo de que su causa sea un factor de desestabilización añadido a la creciente presencia del yihadismo en la región –Argelia, Mauritania, etc.–. Es un fenómeno similar al que ha dejado en manos de Irán y el fundamentalismo chií la causa palestina, con el subsiguiente enquistamiento de la situación, perdida la oportunidad de un proceso de paz y convivencia en la región. El riesgo de abandonar causas legítimas como la del pueblo saharaui también es quién las recoge.