COLMAR - En los Vogos, entre los árboles que sombrean un terreno quebrado, duro, incómodo y picajoso, se reúnen los pensadores. Tim Wellens piensa que el día le llama para el triunfo, por eso la víspera prefirió repantingarse y perder tiempo. Ese descanso fue el motor para la escapada. A Wellens le acompañó Toms Skujins (Trek), que cuando fue cabeza de carrera pensó: qué pesado este tipo corriendo en paralelo a mi esfuerzo. El campeón de Estonia le mandó a jugar a pala. Déjame en paz. Simon Clarcke (Education First) también estuvo en la fuga, en silencio, tal vez pensando o tal vez, dejándose llevar. El último del cuarteto era Mads Würtz Schmidt (Katusha), que para entonces pensó que su futuro pintaba mal. Alpecin y Canyon, puntales económicos del Katusha, abandonarán. El futuro apunta al cierre del equipo. Así Schmidt tomó la decisión de publicitarse. El Tour se convierte ahora para la muchachada del Katusha en un tablón de anuncios para buscar trabajo.

Ya se sabe que una fuga en la carrera francesa es un línea para el currículum. Y mientras el pelotón, reconciliado tras absorber a los fugados, pensaba en el esprint, Rui Costa, de profesión librepensador, lanzó un atasin pena ni gloria. En ese marasmo, balanceándose la carrera en la mecedora, se ideó el esprint. Después de tanto darle vueltas al asunto, de ocurrencias y pensamientos varios, se fotografió feliz Peter Sagan, que invocó a su poder de estrella para reafirmar su estatus ante Trenttin y Van Aert después de contar un par de derrotas antes de realizar una pose de culurista. Nunca se sabe con el eslovaco, el Hulk del Tour, que lo mismo hace un caballito que se saca un culturista de su cuerpo de forzudo o se coloca unas gafas enormes que le tapan el rostro, risueño en el podio. Hombre anuncio, fenonemal campeón. En Colmar, Sagan apiló su 12 victoria en el Tour.

los favoritos se reservan Los corredores que se juegan la carrera y piensan en París, ligeros colibrís que piensan en la gloria eterna, pasaron el día con la mente puesta en La Planche des Belles Filles, una obsesión de la Grande Boucle. Todos le dan vueltas a la cabeza frente a una etapa que despejará dudas. El primer gran examen. El eco de las montaña situó a Bernal, al que todos esperan, a Thomas, el campeón en curso, y a los asaltantes, Landa, Quintana, Fuglsang, Pinot, Bardet, Urán, Adam Yates o Nibali, en stand by, encendidos pero en modo ahorro. Fue una jornada de recogimiento para ellos, apartados de la acción entre carreteras secundarias y recuerdos de vinos de Alsacia y castillos que marcan la historia. En el túnel del tiempo se arremolinaron los favoritos, ermitaños que saben que en la cumbre en la que comenzó la leyenda del Sky en 2012, cuando Chris Froome venció y Bradley Wiggins determinó que él sería el amarillo en los Campos Elíseos, se juega el primer vis a vis de magnitud. “Creo que Ineos o Movistar harán la carrera bastante dura, probarán”, determinó el debutante Enric Mas.

Por eso nadie quiso saber más de la cuenta. Se trataba de transitar con la discreción de un traje gris marengo en una boda. Sin llamar la atención y esperar que no hubiera descalabros. A Enric Mas, que está conociendo el Tour por primera vez, el día le descascarilló el ánimo. “Ha sido un día muy duro, hemos ido muy rápido. El último puerto ha sido duro, no sé cómo hemos sobrevivido tanta gente”, apuntó el mallorquín, que antes de correr la Grande Boucle pensaba en estar en el podio y cosas similares, y a la quinta jornada asegura estar “reventado”.

Inadvertidos los candidatos, calculando lo que llegará en el viaje iniciático a las montañas, el derroche lo pusieron Tim Wellens, Simon Clarke, Mads Würtz Schmidt y Toms Skujins, de aventura por los Vosgos, un terriotrio ideal para encender la mecha. Caminaron con determinación lsos fugados hasta que el terreno, repleto de repechos, y la velocidad endemoniada que calienta el julio francés, fue derritiendo la fuga. Toms Skujins se resistió a ser esposado. Tomó aire en la Côte des Trois-Épis. El impulso, con todo, no le alcanzó ante el trabajo del Sunweb, que pensaba en el Bling-bling de Matthews. Todo eran elucubraciones, reflexiones y cavilaciones alrededor de Colmar. El hombre y sus circunstancias. Peter Sagan, que reconoce que le aburre el ciclismo hasta que se altera el pulso y suena el rock and roll de los últimos kilómetros, cuando todo cuadra y cobra sentido en su mente, venció. Cuando todos pensaban, él posó como un icono del ciclismo, al igual que la estatua se yergue en Colmar. Allí crece la Estatua de la Libertad. Queda lejos de Nueva York, al otro lado del Atlántico, pero en la ciudad alsaciana nació Auguste Bartholdi, diseñador de la escultura que saludó victoriosa pose de Sagan.