vitoria. Esta vez sí, a Óscar Freire se le espera. En el Cauberg, santuario holandés. En un montículo cubierto por el prado que pisan cientos de tulipanes, rubios, con trenzas, pieles rosadas, gargantas colmadas de cerveza que aguardan a su ciclista, a Freire, más aclamado en Holanda que en España. Le esperan. Allí. En el Cauberg.

Robert Gesink, el holandés larguirucho que dicen que es un clon temperamental de Michael Boogerd porque es incapaz de domar su talento y despilfarra balas hasta que, vacío, se desploma sin remisión, se ha partido la cara contra el viento, ha enfrentado sus piernas enclenques, su osamenta de porcelana, a la brutalidad física de Kolobnev y ha dejado a una veintena de ciclistas, rostros cubiertos de polvo, almas vacías, a los pies del Cauberg, el muro 31 de la Amstel, 1.200 metros de tortura final, paredes de hasta el 13%. Y allí va Freire. ¿Dónde? Recogido, fuera de foco, pensando, quizás, lo bueno que era aquel final llano de Maastricht antes de que la meta de la Amstel se mudara a la cima de ese pedazo de tierra que se eleva sobre un paisaje horizontal, raso como un mar en calma, que le acuchilla las piernas al cántabro, que le hunde en silencio, que le empieza a convencer de que esta vez, al menos, a nadie le sorprenderá que gane. No lo hará. Lo sabe.

Porque Philippe Gilbert, el valón que se salió el pasado otoño (París-Tours, Giro del Piamonte y Giro de Lombardía cayeron en su zurrón), danza sobre los pedales al compás de la inquietud, la música eléctrica que sólo suena en los oídos de los poderosos mientras aguardan a que algo turbe la paz para catapultarse. Algo, es Bert De Waele, un belga osado que se adelanta a 600 metros de la cima del Cauberg, que hace reaccionar a Gilbert, que sale a su encuentro como un disparo, que alzado sobre la bicicleta gira la cabeza a la izquierda y sólo ve cuerpos retorcidos, ciclistas boqueantes, rostros envejecidos, ruinas de hombres. Cunego, Andy Schleck, Frank, Kreuziger, Nibali... Y gira a la derecha y el panorama es idéntico. Alentador para él, que se siente rebosante, que vuelve de nuevo a posar los ojos sobre el asfalto del Cauberg, sobre los tulipanes rosados y rubios que se desgañitan en la cuneta, en el prado, sobre el dorsal de De Waele que está a 500 metros de una gloria de la que se aleja, pues ha violentado ya su ritmo Gilbert, que vuela, que se despliega. Son 200 metros feroces. A muerte. Luego, se vuelve a girar. Ve algo en el horizonte, allí, trepando por el Cauberg. Ciclistas, tal vez. Nada reconocible que le impida llenar los últimos 300 metros de motivos para deleitarse mientras a su espalda riñen Hesjedal y Gasparotto por ser segundos.

"Es precioso responder a las expectativas", es lo primero que dice el valón sobre la cima del Cauberg; "porque yo empecé esta carrera como favorito". Y como tal corrió un ciclista admirable en la entrega, en la actitud valerosa, a veces desproporcionado en el riesgo, siempre encomiable, espectacular. Por eso no se acurrucó ayer en la sombra cuando Cadel Evans, furibundo, loco, hermoso, destrozó el grupo en el Kruisberg; ni cuando Andy Schleck, fino ya, entonado, atacó en Eyserbosweg; ni cuando, al fin, una ofensiva del otro Schleck, Frank, en Fromberg, el 29º muro, a 14 de meta, dejó a los más fuertes en cabeza. Eran Frank, Cunego, Ivanov, Kolobnev y, claro, Gilbert.

Quedaba Keutenberg, 700 metros, rampas del 17%, una carretera vertical. Allí regresó a la pelea Evans, inasequible al desánimo. Y se despegó Gilbert, que corrió al frente un rato, hasta que Cunego, Frank, Ivanov y Evans lo embridaron a duras penas. Era el desgobierno, un estado anárquico en el que se desenvuelve bien Kolobnev, rostro de arado, piernas de tractor. Puso tierra de por medio el ruso. Un puñado. 20 segundos que se tragó Gesink al pie del Cauberg, el santuario vertical que borró a Freire y catapultó a Gilbert.

"Ahora", dijo el belga, "la Lieja-Bastogne-Lieja es un sueño". Allí se topará con Valverde, Luis León Sánchez o Contador, ausentes ayer por diferentes motivos. Y antes, se medirán todos el miércoles en la Flecha Valona. "Que no es para mí porque el muro de Huy es demasiado largo y demasiado empinado", concedió Gilbert, cargado de moral en el Cauberg, en esos 200 metros feroces.

Gilbert, en fuga tras atacar una vez coronado Keutenberg. Foto: afp

Amstel gold race

Maastricht-Cauberg, 258 kms.

1. Philippe Gilbert (Omega Pharma-Lotto) 6h22:54

2. Ryder Hesjedal (Garmin-Transitions)a 2""

3. Enrico Gasparotto (Astana)m.t.

4. Bert De Waele (Landbouwkrediet)a 5""

5. Roman Kreuziger (Liquigas-Doimo)m.t.

6. Damiano Cunego (Lampre)m.t.

7. Frank Schleck (Team Saxo Bank)a 7""

14. Óscar Freire (Rabobank)a 14""

17. Haimar Zubeldia (RadioShack)a 21""

30. Egoi Martínez (Euskaltel-Euskadi)a 2:25