A finales del pasado mes de marzo, Zas Kultur puso en marcha una novedosa iniciativa, una apuesta por llevar el arte contemporáneo a cualquier punto del territorio alavés metiendo las obras de arte en una maleta. Bueno, eso explicado en pocas palabras, claro. Trashumantes es el nombre que se le ha dado a un proyecto que ya tiene a sus primeros artistas participantes, varios de los cuales presentarán este jueves al público sus propuestas para esta iniciativa.
El acto en la plaza San Antón, que será de acceso libre hasta completar el aforo, tendrá lugar a las 19.00 horas. Será el aperitivo estival para el camino que la exposición colectiva iniciará en octubre, con La Casona de Amurrio como primera parada de la experiencia.
Protagonistas
En esta primera edición de Trashumantes, la propuesta ha seleccionado una docena de obras con marcado sello alavés realizadas por Natalia Albeniz, Zigor Urrutia, Zirika, Marcos Ramos, Dorleta Ortiz de Elguea, Miriam Isasi y Anabel Quincoces. Como explican desde Zas Kultur, el proyecto “nace con la voluntad de activar nuevas formas de visibilizar y acercar el arte contemporáneo a diferentes lugares del territorio alavés”.
“Se trata de una exposición concebida expresamente para viajar. Su formato se basa en una maleta que contiene las obras, pensadas para transportarse con facilidad y adaptarse a distintos contextos. El objetivo es claro: que el arte pueda llegar a salas expositivas, txokos, casas de cultura o asociaciones vecinales de pueblos alaveses. El arte como algo móvil, próximo, desplegable”, apuntan desde la plaza San Antón.
Territorio, ecología, memoria...
Las doce obras reunidas abordan, desde enfoques diversos, cuestiones vinculadas al territorio, la ecología, la memoria, la vida rural o las tensiones entre cuerpo y entorno. Así, Albeniz reflexiona sobre cómo la idea de modernidad se ha desvinculado del mundo rural, y plantea conexiones entre cuerpo-mente y naturaleza-humanidad. Zirika propone banderas que ondean con reivindicaciones sencillas: mariposas, gorriones, gestos cotidianos, como defensa de un mundo más amable.
Ramos centra su mirada en la arquitectura vernácula vasca, tomando las vigas de los caseríos como símbolos de una forma de vida que desaparece. Ortiz de Elguea muestra dos piezas de pequeño formato que define como una “biopsia artística”, extraídas de un proceso personal e íntimo. Isasi presenta una obra en látex que alude a la protección, a la semilla y a las nuevas ruralidades.
Urrutia presenta una pieza que reflexiona sobre la trashumancia y la escala, reivindicando el extrarradio como espacio fértil para la creación contemporánea. Quincoces utiliza esculturas sopladas en vidrio para generar, mediante técnicas fotográficas, paisajes vivos y cuerpos cristalizados.