De un modo similar a las escasas incursiones cinematográficas de Iván Zulueta y Víctor Erice, el dúo donostiarra Family se ha convertido en leyenda por su peculiar manera de moverse y disolverse en el paisaje del pop alternativo de la década de los 90. Reacios a dar entrevistas y mostrar su imagen, Iñaki y Javier solo grabaron un disco, Un soplo en el corazón, un disco de pop musicalmente hijo de New Order que ejemplificó la conexión casi perfecta entre pop, electrónica y un mundo juvenil marcado por el amor, las rupturas y la ilusión de la escapada.

Carátula del disco.

A menudo se nos va la mano fácilmente –al teclado– cuando en el campo de la crónica cultural o musical se habla de artistas y obras antológicas o legendarias. Vendemos muy baratas tales definiciones. En el caso del dúo donostiarra Family no exageramos al referirnos al aura mitológica que le envuelve tres décadas después de su aparición y, como cantaba Neil Young, una desaparición ligada a evitar que el moho te oxide y te desvanezcas en la nada.

Conviene poner en contexto a Family y su disco histórico, cuyo repertorio se ha ido conformando como referente pop de finales del siglo XX al servir de ariete a toda una generación de músicos en el tránsito de milenio, de compañeros de Donosti Sound como La Buena Vida a La Casa Azul, Astrud e, incluso, a sus padrinos experimentados de Fangoria. No resulta gratuito recordar también el uso de sus canciones en series y películas recientes –de Cuéntame a Los pequeños amores, Oreina o A través de mi ventana– que les han dado a conocer entre la Generación Z.

El origen de Family tuvo lugar en Donostia, mecido en la cuna de La Insidia, banda en la que coincidieron Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea. Funcionaron entre 1983 y 1988, pero no quedan documentos sonoros oficiales de sus creaciones. El paso intermedio del dúo se llamó El Joven Lagarto, levantado junto al posterior cronista musical Ricardo Aldarondo. ¿Frutos? Solo una maqueta en la que ya se advertía la filosofía, el estilo, la actitud y hasta buena parte del repertorio de Family.

El dúo, con Javier a la voz, guitarra y programaciones, e Iñaki al bajo y programaciones, fue curtiéndose con una maqueta que Elefant recuperó en 2015 con el título de Casete, y una versión de El signo de la cruz, junto a Fangoria, de los añorados y oscuros Décima Víctima. El que fue su único disco, Un soplo en el corazón, se grabó en los estudios Vulcano, propiedad de Olvido Gara ‘Alaska’ y Nacho Canut, en 1993. Este hito musical ha vendido decenas de miles de copias –15.000 en su salida– sin apenas publicidad y se ha reeditado en varios aniversarios.

Tecnología y emociones

Un vinilo negro lo atestigua ahora, en su 30º aniversario. Con él, rescatamos este álbum único que dio pie a un tributo posterior con La Buena Vida, Chucho, Nosoträsh, Los Planetas o Astrud, y que nos sumerge en un repertorio –14 temas, la mayoría de menos de tres minutos– marcado por la combinación de tecnología y emociones, de pop y máquinas que se mira en el espejo de New Order, especialmente por el uso del bajo en primer plano.

Los Family que miraban Donostia “aburridos por el ventanal” se inventaron un disco que pivota sobre el amor y sus sinsabores, y la huida como respuesta adolescente a un entorno dañino. Su pop suena casi casero, creado por dos tipos con más sensibilidad e ideas que técnica musical, un dúo al que les llovieron las críticas por las letras –consideradas pueril y naif en ocasiones– de sus temas: “yo te daré las estrellas, tú las pintarás de plata” o “me gusta mirar tu cara graciosa cuando bebes limón”, por poner dos ejemplos.

El álbum ofrece muestras casi perfectas de emoción, melodías hechizantes, guitarras acariciantes y cobertura electrónica como La noche inventada o las más bailables Como un aviador, El bello verano o la inolvidable Viaje a los sueños polares, que dio nombre a un programa que coló la música indie en la radiofórmula estatal más escuchada. Son canciones que fluctúan entre el amor arrebatado de Nadadora, otro himno pausado con una piscina como escenario, y de Dame estrellas o limones al hedonismo estival de El buen vigía. Al otro lado, el del fin doloroso del romance, casi nunca aceptado, aparecen Martín se ha ido para siempre o Yo te perdí una tarde de abril.

¿Qué queda tras la ruptura? Pues el mejor pop, el que Family crearon en la estela de New Order, The Smiths, Felt, The Cure y hasta Pet Shop Boys, y la huida y el viaje escapista e ilusionante. El que se cuela en A Portugal, El mapa o Viaje a los sueños…, que buscan recuperar la ilusión entre estrellas multicolores, delfines y ballenas azules, y en las que “el dolor y la tristeza” se convierten en acompañantes que pesan más que el equipaje. ¿Quién dijo que el dolor no se podía bailar? Un disco único y especial, un auténtico viaje a un sueño pop juvenil.