Era noche de viernes. Los madrileños Sex Museum estaban sobre el escenario. Hell Dorado abría sus puertas de manera oficial y desde entonces en las tablas de la calle Venta de la Estrella ha pasado casi de todo. Hasta una pandemia. Conciertos (sobre todo del ámbito del rock pero no solo), talleres de lo más diverso, representaciones teatrales, proyecciones, monólogos, colonias rockeras para jóvenes, bodas, algún que otro funeral, y un largo etcétera de propuestas -sin olvidar que el espacio ha acogido varias grabaciones de discos en directo e incluso se ha convertido en libro o ha depositado sus fondos de cartelería y demás documentación en la Fundación Sancho el Sabio como parte del patrimonio cultural de la ciudad- se han producido en este tiempo en el conocido infierno de la capital alavesa. Un lugar que este martes sopla las 20 velas de su tarta de cumpleaños volviendo a poner en marcha el motor tras muchos meses de casi parón total por la situación sanitaria, un contexto todavía lleno de incertidumbres.
La puesta en marcha del proyecto tuvo, todo hay que decirlo, poco de empresarial y mucho de sueño. Varios músicos y aficionados al rock de la capital alavesa, cansados de tener que irse fuera de Vitoria para ver conciertos y de no tener en su casa un escenario en condiciones para las bandas más cercanas, unieron esfuerzos y objetivos en una asociación cultural que encontró en un pabellón de la calle Venta de la Estrella su primer y único hogar. Desde ahí se empezó a trabajar encontrándose, sobre todo los primeros años, con una situación que no dejaba de ser paradójica. Desde el primer momento, el local consiguió atraer a espectadores no ya de los territorios cercanos, sino incluso del otro lado del Bidasoa. Sin embargo, eso contrastaba con los esfuerzos que había que hacer para dar a conocer a determinadas bandas que se contrataban. Se hacían pequeños fanzines con algunos grupos, se preparaban grabaciones para distribuir en determinados bares con música de las formaciones que iban a estar al mes siguiente o se intentaban mil y una fórmulas para generar una base de público estable.
En estas dos décadas ha habido momentos de todo tipo. Malos también, por supuesto. Pero a pesar de todo, Hell Dorado no ha cejado en su empeño, recibiendo a artistas y bandas como Dead Moon, Sharon Jones, Cracker, Dick Dale, Tito & Tarantula, Supersuckers, The Last Vegas, The Beasts of Bourbon, Texas Terri Bomb!, The Baboon Show, Electric Eel Shock, Electric Mary, Maika Makovski, Adam Bomb, Supagroup y un interminable etcétera plagado de rock, punk, metal, hard rock y más.
A lo largo de los años, además, el local ha ganado en metros cuadrados y capacidad, ha ido introduciendo distintas mejoras y ha visto llegar y marcharse, dentro de su organización interna, a distintas personas, aunque a buen seguro la más conocida para la ciudadanía en general sea la actriz Patricia López Arnaiz, ganadora de un Goya. Más allá de la anécdota, y aunque el camino nunca ha sido fácil, no hay duda de que la llegada de la pandemia ha supuesto un punto de inflexión en la historia de Hell Dorado. Durante los últimos 18 meses, casi no se ha podido programar. Y cuando se ha hecho, con los aforos reducidos y el público sentado, se ha llevado a cabo con apoyo de lo público. Ayer, por primera vez desde el 7 de marzo de 2020, el infierno volvió, aunque no del todo, a su ser tras este paréntesis. Aún así, y a la espera de ver cómo evoluciona la situación con el covid, el local tiene claro que quiere introducir cambios en su propuesta para asegurar el futuro.
Más allá de esta circunstancia, Hell Dorado debe estar más que orgulloso de lo conseguido en estas dos décadas. Su nombre ocupa un lugar más que destacado en la escena estatal. Solo hay que preguntar a muchos músicos, que siempre expresan un gran cariño y cercanía con el espacio. Lo hicieron hace unas semanas, por ejemplo, los componentes de Ray Collins' Hot Club cuando volvieron a Vitoria para tocar en el Iradier Arena. Es solo un ejemplo de todo aquello que ha aportado a la ciudad este pabellón industrial donde todo es posible.