Arantxa y Loló miraban por la tarde desde el balcón de su casa la papelera en la que Ray había dejado un sobre por la mañana. Decidieron vigilarla una vez que hablaron largo y tendido sobre aquello. Eso fue después del almuerzo. Desde las cuatro de la tarde hasta la noche aproximadamente se dedicaron a no perder ojo de casi todo lo que sucedía alrededor de aquel solitario y pequeño mueble urbano.
Se repartieron turnos y de una en una observaron el movimiento de la calle. Si alguien sospechoso se acercaba a la papelera, la que estaba en el balcón gritaba a la de dentro y le explicaba las pintas que tenía la persona merodeante.
Loló era la que con un puede que sí o un puede que no, descartaba la foto, desde dentro, cuando le tocaba dentro, o desde fuera, cuando era ella la que vigilaba desde el sexto piso donde estaba el balcón. Porque si alguien se acercaba a la papelera y según las descripciones de esa persona que se aportaban una a la otra, era parecido al que Loló pensaba que tenía que acercarse a recoger el sobre que había dejado Ray allí, le hacían una foto desde arriba.
Las fotos no eran muy nítidas. No buscaban identificarle. Más bien lo que querían era dejar un registro de la persona que Loló suponía que recogería el sobre. Porque Loló intuía de quién podía tratarse.
Tiene que ser ese. No puede ser otro. Esa clase de historietas les gustan mucho a mi hermano y a ese tipo. Son bastante amigos. Bueno, a veces algo más. Son un poco freaks. Dijo Loló.
Ahora, la que estaba en el balcón con la cámara era Loló. Arantxa dentro, acabado su turno vigía, en la cocina, apoyada en la encimera, se fumaba un cigarrillo tranquilamente.
¿Y para qué lo harán? Preguntó Arantxa.
No tengo ni idea. Dijo Loló.
Podíamos bajar y coger el sobre. Propuso Arantxa.
No tenemos llave. Se necesita una llave especial para abrir la papelera. La boca es muy estrecha y no da para llegar hasta el fondo con la mano. Si tuviera una llave de esas ya habría bajado yo. Dijo Loló riéndose.
¿Y vamos a estar vigilando toda la tarde? Preguntó Arantxa.
¿Por qué no? Es como un juego. Aparte, quiero asegurarme de que se trata de la persona que creo que es ¿Cómo se llamaba? Tenía un apellido€, No. No me acuerdo ¿Cómo era? Pensó en alto Loló.
Pregúntale a Ray. Propuso Arantxa.
No. Eso no. Son sus cosas. Dijo Loló.
No te entiendo. Si son sus cosas, ¿Qué hacemos nosotras como dos gilipollas vigilando sus cosas desde nuestra casa? Preguntó Arantxa.
La luz de la tarde caía ya con languidez mientras olvidaba sombras azuladas en los jardines y en las esquinas, cada vez más negras. Las primeras farolas se encendieron. Decidieron cenar sin perder de vista la vigilancia. Una en el balcón y otra dentro.
¿Por qué no dejamos esto y vemos una película? Preguntó Arantxa con el móvil en la mano desde el balcón, ahora que le tocaba estar a ella de imaginaria.
Si estás cansada déjalo. Ya sigo yo. No hace frío. No se está mal ahí. Así nos da el aire. Dijo Loló.
¿Y por qué no vienes tú también? Ponte la mascarilla aquella, la de la copa del sujetador y vigilamos las dos. O sin mascarilla. Dijo Arantxa riéndose.
¿En serio? Preguntó Loló.
Yo creo que sí. Yo paso ya de las distancias. Vivimos juntas. Dormimos juntas. Somos asintomáticas. Tenemos ese bicho dentro, pero si no salimos no se lo vamos a pegar a nadie. O sea, que podemos hacer vida desde más cerca. Odio tener que hablarte por el móvil o a dos metros. Y dormir sola. Estoy harta. Dijo Arantxa.
Como quieras. Dijo Loló.
Coge otra silla de la cocina, que yo tengo una aquí. Dijo Arantxa.
Loló le hizo caso y las dos se apostaron en el balcón. Sentadas en las sillas, con los antebrazos apoyados en el listón de metal y sobre los brazos las barbillas, esperaron hasta que por fin vieron a alguien. Arantxa supo que era la persona que esperaban porque Loló se contrajo, se erizó como un gato al verle.
¿Es ese? Preguntó Arantxa.
Sí. Ese es. Dijo Loló.
Arantxa y Loló vieron como Matos abría la papelera y cogía algo que había dentro. Matos miró a los lados. Luego hacia lo alto.
Nos ha visto. Dijo Arantxa.
Arantxa intentó esconderse sin mucho éxito.
Sí, no está mirando. Dijo Loló sin moverse ni un milímetro.
Arantxa estaba de cuclillas en el balcón y miraba a Loló que seguía fija en la calle.
¿Qué hace ahora? Preguntó Arantxa.
Loló tardó en responder. Loló estaba venga a mirar a Matos porque sabía que cuanto más le mirara antes descubriría el nombre de aquella persona y lo situaría muy bien en la vida de su hermano, aunque la poca luz que había en la calle no le ayudaba mucho.
No hace nada. Solo nos mira. Dijo Loló.
Arantxa empezó a tener miedo. Loló se dio cuenta.
No tengas miedo. Es un amigo de mi hermano. Dijo Loló.
¿Y ahora qué hace? Preguntó Arantxa.
Ha empezado a cruzar la calle. Dijo Loló.
Vamos dentro, Loló, por favor. Dijo Arantxa cagada de miedo.
No, espera. Dijo Loló.
En aquel momento una Honda Deauville conducida por Unai apareció desde el fondo de la calle. Matos estaba en medio de la carretera. La moto aceleró hacia él.
¿Qué pasa ahora? Preguntó Arantxa.
La poli. Dijo Loló. Continuará...