Vitoria - No se trata de volver a empezar desde cero ni de dar la espalda a lo hecho y conseguido, que es mucho e importante, durante las 42 ediciones anteriores, pero es indudable que la despedida que, entre una gran ovación de Mendizorroza, protagonizó hace doce meses Iñaki Añúa hace que el Festival de Jazz de Vitoria que está a punto de arrancar tenga un carácter especial. En primer lugar porque, aunque queda mucho camino por recorrer dentro de los planes de la nueva junta que rige el certamen, hay una serie de cambios en el programa y su diseño que ya van a ser palpables. En segundo, porque esas novedades tienen que producir resultados pronto ante los evidentes problemas en la taquilla de los tres últimos años, síntoma de que algo tenía que hacerse para garantizar no ya la pervivencia del evento, sino que éste sea capaz de aportar algo a la sociedad que lo acoge y lo financia.

Con Iñigo Zárate debutando al frente del certamen -más allá de que la dirección siga en manos de Alberto Ibarrondo-, el reto se las trae porque hay que hacer muchos equilibrismos para contentar a tantos ojos puestos en lo que va a suceder este año. Por un lado, no se pueden dejar de lado 42 años de prestigio, conciertos inolvidables, nombres inscritos en la historia del jazz en particular y de la música en general. Pero, por otro, es evidente que no es recomendable mantener los esquemas de los últimos años puesto que, más allá de los evidentes problemas que ha supuesto lidiar con la crisis y los recortes en el presupuesto, el público se está desconectando, haciendo que el festival muestre señales de fatiga y repetición. Asumiendo que es imposible encontrar la fórmula mágica de buenas a primeras, los datos previos en la taquilla dicen que, por lo menos, parece que en este 2019 en algo se ha acertado en el caso del escenario de más aforo, el de Mendizorroza. Tampoco parece que vayan nada mal las cosas en el Principal -la denominación de la sección Jazz del Siglo XXI se ha eliminado-, quedando la incógnita para la respuesta que el público pueda tener a los conciertos gratuitos que al mediodía se van a organizar en el Jardín de Falerina.

Con todo, es evidente que los pasos que se puedan dar en esta cuadragésimo tercera edición son solo los primeros de los cambios que están previstos para el futuro a medio plazo. Como siempre pasa en estos casos, seguro que hay muchas ideas que se quedan sobre la mesa sin hacerse realidad, pero la voluntad es ir modernizando y actualizando la fórmula para que, desde los sólidos cimientos de su pasado, hacer que el futuro sea viable y, además, cuente con el respaldo de los espectadores, tanto de los locales como de quienes vienen de fuera y siempre han encontrado en el certamen vitoriano un programa de jazz de calidad al alcance de cualquier amante de la música.

Los protagonistas Sin perder de vista la aparición dentro del programa oficial de un nuevo escenario en el Jardín de Falerina (ver información en esta misma doble página), el desarrollo de secciones habituales como el Jazz en la Calle (que este año contará con la Iruña Jazz Brass Band junto a Craig Klein) y el Jazz de Medianoche (con Theo Hill Trio en el Ciudad de Vitoria), la realización de diferentes clases magistrales, y los carteles paralelos de los diferentes clubs y bares que se activarán desde el lunes, Mendizorroza y el Principal seguirán siendo los dos focos de atención del festival.

En cuanto al viejo polideportivo -cuya reforma integral parece quedar cada día más lejos sometiendo al público de las gradas a esas maquinarias de tortura en forma de sillas de madera que sufren el resto del curso quienes acuden a los distintos eventos deportivos que allí suceden-, sus abonados van a ser los primeros protagonistas de este año, eso sí, fuera de Mendizorroza. La nueva junta ha querido iniciar el certamen con un concierto de homenaje a todas esas personas fieles al festival con una actuación gratuita y exclusiva que se va a producir el lunes en el Principal de la mano del veterano Benny Golson (cabe recordar que el saxofonista es solo diez años, un mes y siete días más joven que el centenario teatro de la calle San Prudencio). Sólo a quienes han comprado el pase general para el pabellón se les ha ofrecido la posibilidad de acudir, unos 900 afortunados que a buen seguro disfrutarán con la cita.

A partir de ahí, el festival, entre el 16 y el 20, mantendrá su estructura habitual de los últimos tiempos, un esquema mediatizado por los efectos de la crisis a la espera de que en algún momento se pueda volver al formato de siete días. Así, el martes será Marco Mezquida quien, a piano solo, abra los conciertos de tarde del Principal, un intérprete balear que se podría decir que va a ser músico residente de esta edición entre conciertos varios y clases magistrales. Por la noche en el polideportivo será el góspel el que un año más protagonice el primer recital en Mendizorroza, esta vez de la mano de The Golden Gate Quartet.

En lo que respecta al miércoles, en la calle San Prudencio se presentará Nubya Garcia, una de las apuestas que el certamen ha querido hacer este año con un doble objetivo: por un lado, atraer al público joven; por otro, conectar al certamen con la nueva escena del viejo continente, ya que no todo sucede en Estados Unidos. Después, por la noche, el pabellón pedirá paso con la primera doble sesión. Mezquida volverá a escena esta vez con Ernesto Aurignac (saxo) y Ramón Prats (batería) para estrenar junto a la Banda Municipal de Música de Gasteiz un proyecto exclusivo. Tras ellos, con el público se encontrará ese supergrupo en el que se han encontrando Danilo Pérez, Avishai Cohen y Chris Potter, completado por Larry Grenadier y Jonathan Blake.

El jueves en el teatro se producirá un reencuentro esperado por muchos espectadores de la capital alavesa, donde la pianista Marta Sánchez siempre ha dejado un gran recuerdo. Eso sí, ha llovido lo suyo desde su último concierto por aquí. Tras la presentación de su quinteto -donde estará, por ejemplo, un Ariel Bringuez que se está convirtiendo, por fortuna, en un fijo de la ciudad-, en el polideportivo la noche se pondrá en marcha de la mano de la violinista Regina Carter, aunque a nadie se le escapa que la atención se centrará en el paso posterior de Gregory Porter, esa voz inconfundible que está ya en lo más alto de la escena internacional.

Casi sin darse cuenta, el festival llegará a un viernes lleno de contrastes. En el centenario edificio de la calle San Prudencio estará el pianista Iñigo Ruiz de Gordejuela, que ha vuelto a casa tras sus años de desarrollo formativo y profesional en Estados Unidos. De su mano se producirá una Konexioa diferente a la de ediciones precedentes pero que responderá a la misma esencia uniendo a músicos de diferentes procedencias. Ya en el polideportivo, Jorge Drexler y Omara Portuondo, que está diciendo adiós a los escenarios, protagonizarán la doble sesión más distinta de esta edición, colaboración conjunta incluida.

Y así se llegará a un sábado en el que cualquier aficionado al jazz de este siglo XXI se sentirá como pez en el agua. Al Principal volverá Ambrose Akinmusire, rapero incluido. En lo que respecta a Mendizorroza, el batería Makaya McCraven dará paso a Kamasi Washington, un saxofonista que se ha convertido en referencial a pesar de que todavía no ha llegado ni a los 40 años. Un broche que ha levantado muchas expectativas.