hay una no disimulada euforia en el PP. No es para menos, después de los resultados del 28-M. Pasado el desconcierto tras el anuncio de elecciones anticipadas, Núñez Feijóo ha recuperado el aplomo al ver que lo de pactar con Vox está siendo soportado sin mayores convulsiones por la sociedad española. Burla burlando, el PP recupera el poder donde lo perdió y asimila los sobresaltos y excentricidades que provocan sus nuevos ultrasocios. Más tranquilo y ya sin tapujos, Feijóo asiste crecido al gozoso espectáculo de ver teñirse de azul el mapa celtibérico con el palmoteo de sus apéndices mediáticos y la avidez de sus superafiliados arribistas que esperan a que lluevan los cargos públicos.
Mientras ondean al aire bastones de mando sacan pecho nuevas autoridades fascistoides y energúmenas, y ante el chaparrón que les viene encima por aquello de negar –entre otras fundamentales evidencias– la violencia de género, el nuevo presidente de las derechas unidas se ha venido arriba y ya ha proclamado la fórmula para su ofensiva: “O el Sanchismo, o España”. Feijóo va más allá del “¡váyase, señor Sánchez!”, no pide a los electores que confronten con su voto a dos partidos –PP y PSOE, por supuesto–, sino que considera al actual presidente del Gobierno como si fuera un régimen y nada menos que identifica a los suyos, el PP, con España, o sea, la España eterna, la España franquista, la España políticamente analfabeta y nostálgica aportada a la causa por Vox. Está claro que esta va a ser la consigna de la derecha para las elecciones del 23 de julio: derogar el Sanchismo, por España, siempre por España. Derogar el Sanchismo, según Feijóo, es “derogar todas aquellas leyes que están inspiradas en las minorías y que atentan contra las mayorías”. Ahí es nada. Echémonos a temblar ante una espeluznante marcha atrás.
Pero el caso es que el Sanchismo no existe, que es un invento de quienes pretenden introducir en el debate público de programas unos conceptos propios del autoritarismo y degrada los valores democráticos convirtiendo la nación, su España, en una cuestión patrimonial. Feijóo es España. El PP y Vox son España y el PSOE representado por Pedro Sánchez es la antiespaña.
El Sanchismo, según pretende transmitir, Feijóo, viene a ser como una reproducción del Frente Popular con las connotaciones históricas y guerracivilistas que aquella alianza de partidos progresistas y de izquierdas tiene todavía para la extrema derecha heredera del franquismo y nostálgica del sistema autoritario, nacionalcatólico, xenófobo y homófobo que ahora se refugia en Vox y desde siempre anidó en el Partido Popular. El Sanchismo es un sistema que todo español que se precie, todo español con unidad de destino en lo universal según el ininteligible concepto falangista, debe aborrecer y combatir. Todo el que vote a favor de Sánchez vota contra España. Hala, otra Cruzada.
Que Pedro Sánchez haya sido elegido en las urnas como presidente y que su Gobierno reciba apoyo de partidos legales y democráticos es lo de menos. Y quienes le votan no son españoles sino sanchistas, sólo sanchistas. Así de simple. Así de absurdo. Pero muchos españoles se lo van a tragar.