oco queda de aquella Unión del Pueblo Navarro que fundara en 1979 Jesús Aizpún, aquel partido moderadamente foralista al que impuso la misión de parapeto contra la imaginaria invasión de los vascos como encomienda fundamental e irrenunciable. UPN, en cuanto tocó poder, enarboló el lema Navarra Foral y Española y de este emblema hicieron bandera, negocio y justificación los más conspicuos prohombres del navarrismo navarrero para implantar un régimen excluyente basado en la apropiación del poder, el caciquismo, el clientelismo y el rechazo al diferente.
Va para la segunda legislatura que UPN lleva desalojada del poder, y lo lleva mal, muy mal. Ni siquiera la extravagancia de Navarra Suma fue capaz de devolver a la derecha navarra el cortijo perdido y, lo que es peor, la actual sociología de la Comunidad Foral no parece propicia para desbaratar el bloque progresista que le ha sustituido. En esta zozobra vive el partido liderado por Javier Esparza, cuyo único argumento obsesivo en su actividad política es el rechazo frontal al apoyo que aportan fuerzas nacionalistas y en especial EH Bildu al Gobierno presidido antes por Uxue Barkos y ahora por María Chivite.
El debate parlamentario para aprobar la reforma laboral ha revuelto las aguas y en ese meneo intentó UPN pescar a dos manos, quedar bien en Madrid y beneficiarse en Navarra. El PSOE, más que el PSN, apañó un acuerdo con UPN del que solamente se sabe que libraría de la reprobación al alcalde de Iruñea, Enrique Maya, además de alguna propina en los Presupuestos, a cambio de los dos votos en el Congreso que salvarían por los pelos el Decreto. Pero los halcones de UPN consideran contaminados tanto al Gobierno Foral como al Gobierno español por haber pactado con los proetarras. Y apabullados por el griterío de un Congreso polarizado hasta la náusea, García Adanero y Sayas se rebelaron contra la consigna recibida por su partido. Y vino lo que vino, la suspensión de militancia por dos años y medio, y un plus de protagonismo heroico para los dos desobedientes. Leve sanción que quizá para los rebeldes Sayas y Adanero mereciera la pena cuando les llegue la invitación de Vox, partido siempre dispuesto a homenajear y fichar la gallardía y los cojones.
Fracasó en el intento, pero Esparza quiso pescar aún más en ese río revuelto aunque sólo fuera sacar la cabeza en la derecha navarra para tener una oportunidad en 2023 ante una ultraderecha en alza. Para enturbiar aún más las aguas, ni UPN ni el PSN quieren desvelar del todo ese "algo más" que aseguran pactado, aunque dejan caer que los socialistas se habrían comprometido a no volver a acordar nada con EH Bildu y quizá esto sea esa "mejora de la convivencia" que dicen ahora ser objeto del misterioso pacto. Pero conociendo el paño y mirando a la historia reciente, no hay que descartar que los sectores más recalcitrantes -¿retrógrados?- del socialismo iruñés añoren la placidez y rentabilidad de los años de compadreo con los más españoles que foralistas de UPN. Esa ambigüedad de lo pactado entre Esparza y Cerdán de momento puede crear un lógico conflicto de desconfianza en la actual mayoría del Gobierno foral.
Esparza y quién sabe si alguien más esperaban pescar en este río revuelto. De momento, cortada en seco la maniobra por el tamayazo incontrolado de los dos sancionados, habrá que vigilar si está o no todo el pescado vendido o aún nos esperan nuevas sorpresas.