¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Ando dándole vueltas. Y aunque me cueste la vida –porque, como canta El Reno Renardo, yo crecí en los 80 y pertenezco a esa generación eternamente nostálgica de aquellos tiempos de juventud– creo que responderé que no; que, como el programa de Nieves Concostrina, cualquier tiempo pasado fue anterior; y ya. ¿Arranque de optimismo antropológico? ¿Shock postraumático por el cismagate de las monjas de Belorado, el supuesto obispo berlanguiano y su portavoz excoctelero? Puede ser. Hace tiempo que cada vez que pesco en televisión un documental sobre el periodo de entreguerras tengo la inquietante sensación de que estoy viendo las noticias. Ando en todo esto porque leo que hoy se cumplen 34 años de la firma del acuerdo que sentó las bases para la reunificación alemana. Qué tiempo aquel de la caída del Muro, la euforia de aquellos días, el glorioso the end y comieron perdices. El mundo era otro... o eso creíamos. En realidad era el mismo, solo que, después de las perdices de los cuentos, en la vida real llega la resaca de la borrachera. El ser humano es lo que tiene. Ya saben, todo lo que puede empeorar, empeora... Y yo que había empezado estas líneas viendo el vaso medio lleno...