Es en la costa norte de Euskadi donde los verdes acantilados besan las olas del mar Cantábrico a los pies de un pueblo encantador cuyo nombre evoca imágenes de tradición marinera, paisajes pintorescos y una rica herencia cultural. Y es que Mundaka, un tesoro escondido en el seno de Bizkaia, siempre ha dado la bienvenida a aquellos viajeros que buscaban sumergirse en un mundo donde la serenidad del océano se fusiona con la autenticidad de su gente

Con sus callejuelas empedradas y sus casas de colores que se aferran a la ladera de la montaña, Mundaka parece detenido en el tiempo, un lugar donde cada esquina cuenta una historia de siglos pasados. Este pueblo pesquero, famoso por ser uno de los destinos preferidos de los amantes del surf de todo el mundo, no solo cautiva con su arquitectura tradicional vasca y su ambiente acogedor, sino que permanece marcado mediante una impresión imborrable en el corazón de quienes lo visitan.

Vistas de Mundaka en compañía del mar. EP

Por lo tanto, recomendamos no privar al suyo de semejante experiencia, y les invitamos a conocer con nosotros los secretos mejor guardados y los encantos ocultos de este pequeño pueblo costero que es mucho más que un destino turístico. 

Llegamos a Mundaka

Ponemos rumbo hacia el pueblo costero de Mundaka, al que no es difícil llegar desde la capital vizcaina, pues es posible acercarse a él mediante transporte público tanto en autobús como en tren. En caso de partir desde Gipuzkoa, Araba o Navarra, el método más sencillo para llegar hasta Mundaka en transporte público es haciendo escala en Bilbao, desde donde parten las distintas opciones para llegar a la localidad. En concreto, comenzamos nuestra ruta por el camino bien acondicionado y cercano a la carretera que parte desde uno de los pueblos vecinos de Mundaka, Bermeo, en el que nos encontramos con algunos miradores que nos permiten observar el brillo de la espuma de las olas que mecen el Cantábrico

Ermita de Santa Catalina

Una vez ya en Mundaka, nos dirigimos hacia la ermita de Santa Catalina. Situada en lo alto de un acantilado con vistas al Cantábrico, recibe a sus visitantes con su encanto sereno y su historia centenaria. Con una sencillez y belleza extremas, sus paredes contrastan con el azul intenso del cielo y del mar, creando un rincón en el que se respiraba la devoción de aquellos marineros que rezaban en su interior momentos antes de partir hacia la mar, sin saber si volverían a pisar sus mismas piedras. Un lugar con una larga historia que se remonta al siglo XIV, y que a lo largo de los años se ha convertido en una parada de peregrinación y devoción desde el que es posible disfrutar de unas vistas impresionantes de Mundaka y de la costa vasca.

Atardecer en la ermita de Santa Catalina. EP

Un puerto único

Continuamos la andadura bordeando la costa del pueblo y disfrutando de las vistas panorámicas que el recorrido nos ofrece con dirección hacia el puerto de Mundaka. En él, los barcos de pesca descansan tras una jornada de alta mar siendo acompañados por el vaivén de las olas y el sonido de las gaviotas, donde la sinfonía marina que los aglutina nos envuelve con su magia. Desde el muelle, es posible contemplar el horizonte infinito que nos invita a soñar aventuras por descubrir. Además de que no podemos perdernos probar algunos de los pintxos que ofrecen sus diferentes bares aprovechando las inusuales vistas que sus terrazas nos ofrecen.

El puerto de Mundaka. EP

Iglesia de Santa María

Desde su puerto, caminamos por sus estrechas callejuelas, flanqueadas por casas blancas con balcones de madera pintados de colores vivos. Un lugar donde cada esquina guarda secretos y leyendas, como las historias de antiguos pescadores que se transmitían de generación en generación. Nuestros pasos nos llevan hasta la plaza del pueblo, donde la iglesia de Santa María domina el horizonte con su imponente presencia gótica, recordándonos que este lugar fue testigo de batallas épicas y navegantes valientes que partieron a lo desconocido, y que siglos después, sigue siendo un emblema del fervor religioso y la devoción de la zona.

Personas paseando por las calles empedradas de Mundaka. Pankra Nieto

Y es que al aroma de sus pintxos nos invita a quedarnos un rato más en su plaza para sumergirnos en la bulliciosa vida local de la villa. Los bares y tabernas rebosan de actividad, donde el sonido de las conversaciones animadas llena el aire. Es aconsejable probar las delicias gastronómicas de la región, desde el txangurro relleno hasta el bacalao al pil pil o las rabas, saboreando cada bocado como si fuera un homenaje a la riqueza culinaria vasca.

Un parque muy especial

Continuamos recorriendo Mundaka por su interior, pero esta vez dirigiéndonos de nuevo hacia la costa con el objetivo de visitar el parque más especial de este peculiar municipio. Conocido por su hermosa vista al mar Cantábrico y por ser un lugar popular para relajarse, pasear y disfrutar de la naturaleza, se trata de un punto de encuentro para los amantes del surf, ya que Mundaka es famoso por tener una de las olas izquierdas más largas y perfectas del mundo.

Vistas del mar desde sus lugares de ocio. EP

Playa de Laidatxu

Finalizamos nuestro recorrido en busca de esta peculiar onda marina, bordeando la costa de Mundaka por última vez con la intención de llegar a uno de los paraísos para los amantes del surf de todo el mundo, el hogar de la famosa ola de Mundaka, la playa de Laidatxu. Es inevitable sentir como el susurro del mar nos envuelve en una atmósfera de serenidad, mientras que su arena dorada se extiende ante nosotros, invitándonos a caminar descalzos para percibir su calidez bajo nuestros pies. 

Vistas de la playa de Laidatxu, en Mundaka. EP

Desde su mirador, es posible contemplar a todos aquellos surfistas que desafían a las poderosas olas, buscando la perfecta armonía entre el ser humano y el mar, lo que nos hace sentir pequeños ante la inmensidad de la naturaleza, pero a la vez conectados con su fuerza indomable. Una playa en la que el tiempo parece detenerse y que nos permite disfrutar de su paz y tranquilidad, cuyo acceso es apto para personas con movilidad reducida o sillas de ruedas gracias a su rampa de madera. Sin duda, un espacio único para desconectar del bullicio diario y apreciar el abrazo de las montañas del fondo, el mar y el cielo azul.

Un surfista montando una ola en la playa de Mundaka. Redaccion DNN

Acompañados del color anaranjado del atardecer en su playa de Laidatxu, nos despedimos de Mundaka con el corazón lleno de recuerdos imborrables. Sus paisajes impresionantes, su gente acogedora y su atmósfera única nos incita en un futuro a cumplir la promesa de volver algún día para seguir explorando los tesoros ocultos de este encantador pueblo enamorado del mar

La playa "secreta" de Hondartzape

Una vez se ha llegado al pueblo, enfrente de la gasolinera es necesario tomar la carretera curva que gira hacia la izquierda para continuar por el camino que lleva a la playa. Su acceso es algo complicado debido a la estrechez del camino y a su terreno accidentado de rocas pero eso no hace que merezca menos la pena. Una vez ya en los escalones de cemento que dan a la playa, es posible acceder del todo a su esplendor a través de las rocas que quedan al descubierto, siempre que la marea se encuentre baja, lo que nos permitirá buscar asiento en alguna de las más cómodas, y disfrutar de la paz y la tranquilidad de un lugar remoto con vistas al Cantábrico y al acantilado que sostiene los cimientos de la ermita de Santa Catalina.

Vistas de la ermita de Santa Catalina, cercana a la playa "secreta" de Hondartzape. Jose Mari Martinez