La elitista cita del baloncesto europeo tiene lugar desde este viernes en Asia. Abu Dabi, la glamurosa capital de Emiratos Árabes Unidos, acoge la Final a Cuatro de la Euroliga, donde no habrá ningún representante de la ACB por primera vez desde hace 21 años.
Es la segunda ocasión en la que el preciado título se decidirá fuera del Viejo Continente, tras las ediciones celebradas en Tel Aviv en 1972, 1994 y 2004. Abu Dabi ha impuesto su poderoso músculo económico para derrotar en el sprint final a otras candidatas como Belgrado, elevando el canon pagado a la Euroliga hasta los 25 millones de dólares. Se trata de un cheque que supera a los extendidos por Kaunas y Berlín durante las últimas temporadas.
Queda claro que los petrodólares también pueden comprar la gran final europea, tal y como ha sucedido con otros deportes. Su celebración en los Emiratos Árabes constituye, a buen seguro, el paso que precede la concesión de una wild card para que el Dubai BC tome parte, previsiblemente a partir de la próxima temporada, en la competición.
En cuanto a la vertiente estrictamente deportiva, las semifinales ya quedaron definidas semanas atrás. Dos equipos griegos (Olympiacos y Panathinaikos), uno turco (Fenerbahce) y el Mónaco persiguen convertirse en el rey continental en una edición donde no se vislumbra un favorito muy claro pese a la tiranía del conjunto de Georgios Bartzokas durante la fase regular.
Fenerbahce y Panathinaikos, verdugos del París Basketbal y Anadolu Efes, respectivamente, en los cruces de cuartos, serán los encargados de abrir el fuego a partir de las 17.00 horas. El equipo del trébol, vigente campeón de la Euroliga, busca revalidar el título logrado la pasada campaña en la final ante el Real Madrid.
La segunda semifinal, programada a las 20.00 horas, enfrentará al Olympiacos y Mónaco
A priori, es la semifinal más igualada, aunque el Panathinaikos se ha impuesto este ejercicio en los dos partidos de la fase regular. En Atenas lo hizo por la mínima (91-90) y en Estambul por 76-81. A Ergin Ataman, por cierto, se le da especialmente bien verse las caras con Sarunas Jasikevicius, ya que le ha derrotado en los últimos seis enfrentamientos directos.
El Panathinaikos tiene un aura mayor y una historia mucho más rica en títulos que le convierte en uno de los mejores equipos de la historia, de ahí que pueda estar algún peldaño por encima. Atesora siete entorchados en sus vitrinas y además cuenta con un arma de destrucción masiva en sus filas como Kendrick Nunn capaz de resolver un partido a golpe de talento.
Vuelve Lessort
Con 20,4 puntos de media, el estadounidense ostenta el mejor promedio anotador de la presente Euroliga igualado con Carsen Edwards. Otro punto que refuerza el favoritismo del Panathinaikos es la vuelta de Mathias Lessort, recuperado ya de la fractura del peroné sufrida hace más de cuatro meses ante el Baskonia en el OAKA.
La segunda semifinal, programada a las 20.00 horas, enfrentará al Olympiacos y Mónaco. El conjunto afincado en El Pireo se deshizo en cuartos del Real Madrid, mientras que los del Principado tuvieron que sudar tinta china para derrotar, en la última jugada del quinto asalto tras un grave error de Kevin Punter, a un debilitado Barcelona.
En esta segunda semifinal, sí emerge como claro favorito un Olympiacos que presume de dos de los jugadores más desequilibrantes y talentosos de la Euroliga (Sasha Vezenkov y Evan Fournier) y un arsenal incomparable en casi todas las posiciones. En cualquier caso, no deberá confiarse lo más mínimo ante un Mónaco liderado por Spanoulis, precisamente una de las grandes leyendas del club heleno que conquistó el máximo torneo continental en 2012 y 2013 cuando vestía de rojo y blanco.
Kill Bill ha metido entre los cuatro mejores a un conjunto monegasco cada vez más asentado entre la flor y nata gracias a un presupuesto ilimitado que, por ejemplo, le permitó fichar mediada la temporada al pívot alemán Daniel Theis. El técnico griego suele utilizar una rotación bastante corta y, de hecho, jugadores de indudable caché como Calathes, Cornelie, Brown o Papagiannis apenas entran en sus planes.