Joan Peñarroya, de un perfil más moderno que sus predecesores en el banquillo azulgrana, vivirá con el Baskonia su estreno en la Euroliga tras una carrera en continua progresión en la que ha dirigido como profesional Andorra, al Manresa, al San Pablo Burgos y, en su última aventura, al Valencia Basket. El de Terrassa ha sido la apuesta del club para el nuevo proyecto y en él residen parte de las esperanzas de que el Baskonia resurja tras dos años con claroscuros. Mientras se mentaliza para el exigente reto que tiene por delante, concede una entrevista que bien puede servir como carta de presentación de su nueva andadura en Vitoria-Gasteiz.

Algunos entrenadores se toman años sabáticos o unos meses de descanso cuando son destituidos, pero usted lleva casi 20 años sin parar en los banquillos. ¿No se cansa de tanto baloncesto?

Mejor no parar. A mí me gusta mucho el baloncesto, la competición y el día a día, pero, por ejemplo, no soy mucho de dar charlas y conferencias en verano, creo que hay otros entrenadores más preparados para ello. Yo cuando acaba la temporada intento desconectar lo máximo posible, dentro de lo que permite nuestra profesión, claro. Los veranos son vitales para que luego la temporada vaya bien. Vivo mi trabajo al 100% y con mucha intensidad, pero en esta época intento descansar, creo que me viene bien y lo necesito. Ya habrá tiempo para tomarme un descanso más largo, de momento hay que seguir al pie del cañón.

¿De dónde le viene su pasión por este deporte?

Empecé a jugar a baloncesto en mi ciudad, Terrassa, tarde, a los 15 años, porque antes había jugado a fútbol. Como se me daba más o menos bien llegué a los 18 años a Manresa, que se convirtió en mi casa durante la mayor parte de mi trayectoria como jugador. Cuando me retiré, yo no tenía claro el ser entrenador, pero un buen amigo mío, que era presidente del Olesa de Montserrat de Liga EBA, me convenció para probarlo, me gustó y estuve tres años entrenando allí. Ascendimos, pero el equipo desapareció, por lo que el curso siguiente estuve en otro equipo de EBA, en Navás.

Y entonces apareció el Andorra.

Sí, eso es. Llegó el momento de plantearme si dedicarme a ello como profesional y surgió la oportunidad de irme al Andorra, que es el club que considero que me formó como entrenador durante los ocho años que estuve allí, dos en LEB Plata, dos en LEB Oro y dos en ACB. En ese sentido, se parece a mi carrera deportiva como jugador, siempre desde abajo, sin que haya sido fácil y nadie me haya regalado nada, entre comillas. Por mi forma de ser, creo que me ha venido bien ir poco a poco escalando y, aunque algunos me nombran como entrenador joven, no lo soy. Ya llevo unos cuantos años en esto.

¿Cómo se disfruta más, de entrenador o de jugador?

No tengo dudas de que aquí los protagonistas son los jugadores. Los entrenadores nos lo pasamos muy bien, tenemos la suerte de trabajar en algo que nos apasiona, pero cuando escucho a algún compañero decir que se disfruta más en esta etapa mi reflexión es que como jugador debería ser muy malo (risas). Aquí como se disfruta esto es teniendo el balón en las manos y estando dentro de la pista, esos momentos son irrepetibles y son los mejores.

¿Qué tienen en común el Peñarroya jugador y el entrenador?

Bueno, yo creo que ahora tengo la mochila de la experiencia, pero el carácter en esencia sigue siendo el mismo: ser trabajador y humilde, pero sin tener miedo ni vértigo a competir contra los mejores e intentar ganarles. Como jugador me dio para llegar a un nivel del que estoy contento y como entrenador creo que cada año estoy dando pasos adelante. No he dado ningún salto meteórico en ningún momento como para sentir que no estoy preparado para una tarea.

En el Baskonia siempre han gustado los sargentos de hierro de la vieja escuela como Dusko Ivanovic. ¿Se encuadra en ese perfil de máxima exigencia o conviene tener más mano izquierda?

No, los tiempos han cambiado. Menciona el nombre de Dusko, que evidentemente es una leyenda en el Baskonia y tiene una trayectoria increíble. Cada uno tiene su estilo y después está lo que se ve en las retransmisiones y en redes sociales, que parece que por gritar más se es más exigente. Evidentemente tiene que haber exigencia, sin ella y sin trabajo difícilmente se va a poder competir con los mejores, pero a partir de ahí hay que adaptarse y construir química, yo creo mucho en el grupo. Luego es cierto que lo que haces un año puede no servir en el siguiente; hay que conocer a las personas y qué límites tiene cada uno para intentar llegar a lo máximo. No creo que estar todo el día dando palos dé nada bueno, hay que encontrar el equilibrio. El ambiente y que el jugador esté a gusto puede marcar la diferencia.

¿Qué es lo que le lleva a tomar la decisión de fichar por el Baskonia?

Yo estaba muy bien en el Valencia Basket, me he sentido muy respetado y me atrevería a decir que incluso querido. Cambiar de equipo no quiere decir necesariamente que hayas estado mal en un sitio, no es el caso. Salió la opción de ir al Baskonia, y, valorándolo con la familia, me apetecía adentrarme en un proyecto ambicioso como este, sabiendo que es un club propietario de la Euroliga. Se ha caracterizado siempre por su gen competitivo, haya tenido mejores o peores plantillas, y la ciudad también es muy acogedora, con un pabellón y unas instalaciones fantásticas.

¿Ha acabado bien con el Valencia Basket o se han generado resquemores?

Yo con la gente que tenía que terminar bien he terminado bien y tengo un muy buen recuerdo de mi etapa allí. Al haber dos clubes dominadores en la ACB y estar un escalón por detrás Valencia Basket y Baskonia a veces se genera rivalidad, pero yo de verdad que he estado muy a gusto y por mi parte solo tengo palabras de agradecimiento a esta aventura que seguramente ha sido más corta de lo que yo pensaba. No tengo nada que reprochar a nadie, todo lo contrario.

¿Habría cambiado la decisión de saber que el Valencia iba a jugar en la Euroliga?

No, eso es especular y en el momento en el que yo tomo la decisión parecía bastante claro que con el veto a los equipos rusos el Valencia iba a estar. Es lo lógico, es un proyecto muy importante para la Euroliga y no hay ningún club que merezca más estar en el torneo en el caso de que se repartan nuevas licencias en el futuro. Es una gran ciudad, con un gran apoyo y que está construyendo un pabellón que será de primer nivel.

No quiero meterle presión, pero en los últimos diez años ningún entrenador ha aguantado dos temporadas seguidas en el Baskonia. ¿Aspira a acabar con esa maldición y tener una trayectoria larga?

Evidentemente, conozco el dato y también podríamos hablar del fatídico mes de noviembre; hay cachondeo con ello entre mis amigos. Pero esto es deporte profesional, sabemos todos a lo que jugamos y yo estoy tranquilo y confiado de que las cosas van a salir bien. Al margen del tiempo que pueda estar o no en el Baskonia a mí lo que me importa es que el año que vamos a empezar sea exitoso y la gente esté contenta, es en lo que me he centrado siempre. No pienso ni le doy importancia a esos datos, me los salto un poco.

¿Son todos los banquillos iguales o unos conllevan más presión que otros?

Todos los sitios tienen sus circunstancias. Cuando los equipos son más grandes parece que hay más presión porque tienes que competir contra los mejores, pero depende de la forma de verlo. No hay más presión por aspirar a ganar una liga o estar entre los ocho mejores de la Euroliga que cuando diriges un equipo de Liga Endesa que lucha por no descender, por ejemplo. A este nivel cada club tiene sus objetivos y sus líneas rojas, presión la tienes siempre.

En su presentación dijo que el gran objetivo era conseguir que la afición regresara al Buesa. ¿Cuál es la fórmula para lograrlo?

Simple: jugar bien al baloncesto. Hacer que la gente se sienta identificada con lo que ve, que vaya al pabellón, desconecte un par de horas de todas sus situaciones diarias y que termine satisfecha de lo que ha visto. Si los aficionados se sienten satisfechos incluso cuando se pierde será una señal de que vamos muy bien. Creo que la gente en Vitoria es consciente de que en la Euroliga hay equipos más fuertes, pero si se trabaja bien, se tiene un buen espíritu y conseguimos que se llene el Buesa, ganaremos las dos partes, ya que también será más difícil que nos derroten en casa.

Por último, le voy a pedir que haga un poco de campaña, ahora que se han puesto en marcha las renovaciones y nuevas altas de abonados. ¿Qué mensaje tiene para los aficionados indecisos?

Bueno, yo no me atrevo a mandar ningún mensaje ni soy quién para dar una arenga; acabo de llegar y no puedo adivinar lo que va a ocurrir. Evidentemente, tengo una idea clara de por qué estoy en el Baskonia y de cómo quiero que se juegue. Si conseguimos plasmar lo que tengo en la cabeza y ser un equipo solidario, de entrega, pero que juegue bien al baloncesto, estoy convencido de que la gente que venga al Buesa se lo va a pasar muy bien. l