vitoria - Su testimonio resulta desgarrador a la hora de desvelar las secuelas que le ha dejado el hecho de llevar “su cuerpo al límite” desde los 14 años. Nacido en Joinville pero considerado un vitoriano más a todos los efectos, su espigada figura resultó determinante en la época más gloriosa del club azulgrana, que desde su marcha a tierras texanas en el verano de 2010 apenas ha podido brindar alegrías a su afición. Con algún kilo de más como él mismo reconoce y antes de poner mañana rumbo a Estados Unidos, Tiago repasa todos los puntos de candente actualidad.

Han transcurrido dos meses desde que anunciase la retirada. ¿Le ha quedado una sensación de vacío o, por el contrario, se ha quitado un peso de encima?

-Llevaba mucho tiempo dándole vueltas. Las dos últimas campañas han sido muy difíciles. Me hice una prótesis de cadera y aun así jugué varios partidos con los Sixers, cosa que no había hecho ningún otro jugador con anterioridad. Fueron doce meses largos de mucha fisioterapia y mucho espíritu de superación. Al final, pude retornar a las canchas, pero cuando acabó mi temporada en Filadelfia y estaba intentando recuperar la forma empezó a molestarme la otra cadera. Entonces, llegó un momento en que dije: ‘Aquí ya basta’. No estaba para ponerme otra prótesis para jugar y tomé la acertada determinación de retirarme.

Ha sido un proceso largo. ¿También le desgastó mucho a nivel mental?

-No se lo dije a nadie, pero en su día hablé con más médicos y valoré otras opciones. El momento más duro fue la decisión de operarme hace dos años. Sabía que el porcentaje de que volviera a jugar sería muy bajo. No tomar parte en los Juegos Olímpicos de mi país fue realmente complicado a nivel psicológico. Pasé varios meses recuperándome y tenía una alegría muy grande de volver a jugar a baloncesto. Acabé lesionado en el lado de la cadera que estaba bien y quise poner fin a la agonía. Lo que tampoco deseaba bajo ningún caso era terminar en una silla de ruedas. Si algo quería en ese instante era poder caminar y hacer una vida normal.

¿Ni siquiera estaba para competir en una liga menor para matar el gusanillo?

-No, para nada. Ahora mismo no puedo hacer footing. Lo único que practico es bicicleta, cualquier cosa que no tenga contacto con el suelo. Con eso está todo dicho.

¿Ha llevado su cuerpo al límite?

-Siempre ha sido así desde los 14 años. Desde que empecé a jugar a baloncesto, siempre he estado al borde de lesionarme. Es la única forma de rendir al máximo nivel y conseguir grandes logros para un jugador profesional.

¿En Vitoria también?

-Sí, por supuesto. Aquí entrenaba hasta que no podía más. Esa es la mentalidad que he tenido y posiblemente lo que ha supuesto que haya llegado donde he llegado. Quizás no haya sido bueno para mi físico, pero en mi cabeza sentía que debía entregarme al máximo.

¿Duele sobremanera tener que cortarse la coleta a los 33 años cuando otros compañeros han estirado mucho más su carrera?

-Sí, claro. El otro día estuve hablando con Pablo Prigioni acerca de ello. Él compitió prácticamente hasta los 40 y no sé cómo ha podido lograrlo. En estos casos también influye la genética. Los jugadores altos como yo tenemos más peso. No es lo mismo saltar todos los días encima de una articulación con 115 kilos que con 80 ó 90. Las cosas son más difíciles para un pívot que un exterior.

Repasada su imponente carrera con un anillo de la NBA o dos Ligas ACB, ¿de qué está más satisfecho y cuál es su espina clavada?

-Estoy orgulloso de muchas cosas de mi trayectoria en sí, de lo que he hecho y también de dónde he salido. Yo nunca fui un jugador de un talento extraordinario, pero mi trabajo, mi consistencia y mi ética a la hora de integrar un grupo hicieron posible todos los éxitos. En cuanto a la decepción, pues claramente no haber conquistado la Final Four de la Euroliga. Todos los grandes jugadores que pasamos por Vitoria en aquellos años teníamos la sensación de que era posible levantar el título, pero nunca lo logramos. Con la selección, también me habría gustado colgarme una medalla al cuelo en los Juegos Olímpicos pese a que sí conseguí éxitos en el Torneo de las Américas o los Panamericanos

Primero la cesión en Bilbao, luego se hizo grande en Vitoria y aterrizó en una franquicia europeizada en la NBA como un ‘cinco’ estelar. ¿Dio los pasos correctos?

-Yo creo que sí. Siempre he tomado las decisiones acertadas. Uno puede pensar que, a lo mejor, pude haber ido antes a la NBA. Pues sí, pero en su momento renové con el Baskonia convencido de que era lo mejor tanto para mí como la familia. Ahora es el instante en que no me arrepiento de nada.

¿Qué le debe a Iñaki Iriarte?

-Mucho. Primero fue la persona que me enseñó la cultura que implica vivir en una ciudad como Vitoria, cómo se hacen las cosas, la importancia que tenía estudiar los partidos, la técnica individual... Fui el único jugador de la plantilla que trabajaba al margen en pos del crecimiento con un entrenador que no era del equipo. En cambio, hoy veo que en la NBA se hace eso en todas las franquicias. Todos los jugadores trabajan la técnica individual antes y después de los entrenamientos y los partidos. Ahora no sé si se hace en Europa, pero durante mi etapa aquí no estaba arraigada esta filosofía. Allí dedican su tiempo a mejorar aspectos relacionados con el baloncestista: el dribbling, el bote, el tiro, el pase, el físico... Esto es lo que hice yo desde los 14 años con el Iri.

¿Qué compañeros y entrenadores le han marcado más durante su carrera?

-Al margen de Iñaki, debo mencionar a Dusko Ivanovic. Por mucho que nos quejábamos de él, nos enseñó muchas cosas. Sobre todo, cómo ser muy duro psicológicamente. No ha habido ningún jugador que haya trabajado con él que fuera débil a nivel mental. No podías ser flojo en esta materia, debías aguantar la presión en los entrenos y en los partidos. Al final, aprendías a saber manejarse mejor que cualquier persona normal en una situación límite. En cuanto a jugadores, hubo dos que me influyeron: Pablo Prigioni y Luis Scola. Desde que llegué a Vitoria, me marcaron el camino hacia el éxito y cuál debía ser mi comportamiento dentro y fuera de la pista. Ambos fueron el espejo para progresar.

El niño que llegó de Joinville se hizo un gigante. ¿Qué le aportó su etapa en Vitoria?

-Al principio, la tranquilidad de una ciudad pequeña pero muy acogedora y familiar. Aquí sabía que estaría bien rodeado. A lo mejor en un lugar más grande podría haber encontrado cosas que me hubiesen llevado por el mal camino. Vitoria es una ciudad excelente que me hizo sentir de una manera extraordinaria. Desde mis primeros pasos en Mendizorroza, la afición me brindó su apoyo y me acogió como si fuera un vitoriano más.

El Baskonia ni siquiera le dedicó un triste ‘tuit’ cuando anunció su retirada en febrero y la masa social ha añorado un homenaje a la altura de lo que usted representó para el club. ¿Está dolido?

-No, no, no... Yo creo que eso es un inmediatismo de la gente. Claro que he escuchado cosas sobre el tema.

Se le achaca su decisión de fichar por el Valencia durante el ‘lockout’ de la NBA.

-Yo ya he dado mis explicaciones. Son cosas que pasan. Los seguidores deben asumir que el baloncesto es un negocio y que nadie juega por la camiseta de Vitoria o del Baskonia. Cuando estás aquí durante muchos años, conoces la ciudad y la afición, entonces eso ya es otra cosa. Pero si vienes por una sola temporada, tú no entiendes eso. Tuve mis razones en su momento para no recalar aquí y ellos las suyas para cabrearse. Yo lo puedo entender y ya está. Pero quiero aclarar que me llevo bien con Josean y con toda la gente del club. No tengo ningún problema con él, es una persona que admiro. Querejeta solo quiere el bien para su equipo, de la misma forma que en aquel momento él debe entender que yo quería lo mejor para mí.

Usted es el último grande del Baskonia. Desde que puso rumbo a los Spurs en el verano de 2010, su antiguo club no ha conquistado ningún título. ¿A qué lo achaca?

-Bueno... Es un cúmulo de circunstancias. La verdad es que desde mi llegada disponíamos de un grupo muy bueno con Luis, Pablo... Yo me quedé siendo un poco el exponente del carácter de aquel equipo que competía en cualquier circunstancia. Posiblemente, luego no han tenido la misma suerte a la hora de fichar jugadores de ese tipo. Cuando me marché yo, también llegó un momento de crisis financiera no solo para el Baskonia sino también para el deporte en general. Todo eso ha motivado que no llegaran los jugadores más competitivos posibles. Todos sabemos que Real Madrid y Barcelona son los que tienen el dinero para fichar a las estrellas. Estos me parecen los motivos.

Ha mencionado antes a Prigioni. ¿Cree que se precipitó el pasado verano a la hora de sentarse en el banquillo azulgrana?

-Hablé con él sobre esto, obviamente somos amigos y sé cómo piensa. No voy a entrar en detalles sobre si lo ha hecho bien o mal. En su momento, no estaba en su pellejo para saber lo que debía hacer, pero yo apoyé su decisión y ya está. Para un entrenador joven y novato como él, es difícil venir a un equipo con el Baskonia con tanta presión, una afición que quiere lo mejor de lo mejor y acostumbrada a estar siempre arriba. Entonces, cada vez sube más la responsabilidad para el que viene. Aquí cada vez hay más presión, nunca menos. Eso era algo muy difícil con lo que debía lidiar. Estoy seguro de que ahora está en el buen camino con un rol más secundario como entrenador. Necesita aprender y empezar desde abajo. Pablo será un grandísimo técnico, sabe mucho de baloncesto. Por el poco tiempo que he podido compartir con él en Brooklyn, lo está demostrando.

Usted también ha sido contratado por los Nets como ojeador. ¿Con ganas de vivir esta nueva experiencia?

-Vamos a decir las cosas claras: yo soy un becario. Ante todo, quiero aprender. Voy a hacer labores como scout, un poco de técnica individual... No sé lo que me dejarán (risas). Puede que venga a Europa en varias ocasiones. El general manager de la franquicia es conocido mío y me ha abierto las puertas para probar un poco de todo y ver qué camino quiero seguir. Es una gran oportunidad.

¿Se plantea ser entrenador?

-No lo sé, me veo más en las oficinas. Sé que podré aportar mi granito de arena a los jugadores. Los pocos días que he pasado en Brooklyn he estado muy cómodo con viajes, entrenando a un chico... Ya veremos qué tal todo.

Por cierto, ya no quedan postes hoy en día pívots como usted que se ‘peguen’ ahí abajo.

-En Estados Unidos hay muchos estudios para mirar cuántos puntos se obtienen desde el poste bajo y desde el triple. Todo el juego se está acoplando a los números y se sigue el método de los campeones. En mis Spurs jugábamos muy poco poste bajo, con Duncan a lo sumo. Eran muchos triples, mucho correr y jugadas de pick and roll. La conclusión es que ya no se necesitan pívots que actúen de espaldas. Hasta que llegue uno que sea un Shaquille O’Neal y cambie la forma de jugar. Luego, los chicos jóvenes de mi época vieron que podían llegar a la NBA al comprobar que Dirk Nowitzki, con 2,10 de estatura, metía triples. Mi fuerte en San Antonio no era jugar en el poste bajo porque ellos no querían. De hecho, lo hice muchísimo menos que en el Baskonia. Entonces, me tocó acoplarme a ese baloncesto diferente cuando fui a la NBA. Era todo pick and roll y entonces me tocaba decidir qué hacer con el balón.

A su inseparable Huertas también le han llovido las críticas este curso. ¿Cómo le ve?

-Marcelo está en una situación diferente a la de su primera etapa. Ya es un jugador veterano. El problema es que ha quedado la imagen suya de cuando fue campeón con el Baskonia y se encontraba en el momento top de su carrera. Ha sufrido problemas físicos y quizás no está al mismo ritmo que antes, pero conserva la calidad. Cuando está bien físicamente, lo ha demostrado. Espero que le vaya bien y le deseo todo lo mejor porque es un amigo mío.

Para acabar, ¿qué le parece la designación del Buesa Arena para acoger la próxima ‘Final Four’ de la Euroliga?

-Es una victoria para Vitoria y algo que Josean quería desde hace años. Recuerdo que en mi etapa ya era algo que se anhelaba y se pedía de forma insistente. Se hablaba del problema del pabellón pequeño, de la falta de hoteles, de la hostelería... Sin embargo, al final se ha demostrado que es una ciudad apta para albergar cualquier evento y que, además, lleva contando durante años con un club competitivo en la élite. Creo que se lo merecían mucho.