- Andrea Trinchieri, al frente del Brose Baskets desde hace tres temporadas, es uno de los técnicos más peculiares de esta Euroliga. Tras esa apariencia de filósofo con su melena rizada y gafas que le dan un toque de intelectual, su carácter temperamental y una verborrea que no deja indiferente a nadie, se esconde uno de los técnicos más prestigiosos del Viejo Continente que ha llevado al rival del Baskonia a consolidar su hegemonía en la cada vez más pujante liga alemana y codearse con los mejores dentro de la máxima competición, tal y como sucedió la pasada campaña cuando se quedó a las puertas de los cuartos de final.
De 49 años, este italiano muy arraigado al baloncesto de los Balcanes ha dejado para la posteridad algunas frases no exentas de polémica y protagoniza a menudo desmanes que pueden hacerle perder puntos ante los rectores de los clubes más potentes de Europa. Su discurso alejado de lo eminentemente político le ha granjeado muchos enemigos, por no hablar de su tirante relación con los árbitros, propensos a señalarle técnica cada vez se extralimita en sus protestas.
Trinchieri, un jugador frustrado, enfocó pronto su carrera en el baloncesto tras negarse en rotundo a seguir los pasos de su padre, que ejerció como cónsul estadounidense en Milán tras licenciarse en la prestigiosa Harvard. Ello no le impide ser uno de los entrenadores más políglotas de la Euroliga. No en vano, su condición de nómada de la canasta le permite expresarse hasta en seis idiomas: italiano, serbio -las raíces de su madre-, ruso, inglés, griego -entrenó a su selección nacional- y alemán. Fuera de las canchas, este lombardo también ha dado que hablar. Su lujoso apartamento ubicado en el centro de Milán, de 200 metros cuadrados y valorado en una fortuna, motivó un reportaje del prestigioso New York Times debido a su inspiración en la ciudad de los rascacielos.
La última excentricidad residió en instar a su asistente, el griego Ilias Kantzouris, a que dirigiera al Brose Baskets en un reciente partido de la BBL alemana ante el Giessen 46ers. Trinchieri permanecería sentado durante los cuarenta minutos en el banquillo acompañado del director deportivo Daniele Baiesi. “Con tantos partidos es importante tener impulsos diferentes. La rutina puede matar”, justificó más tarde esta determinación. Una figura bastante díscola, por tanto, que da mucho juego a los medios de comunicación.