El ambiente que se respira en Mendizorroza es especial. Así lo transmite cualquier aficionado del Deportivo Alavés cada vez que tiene ocasión de hacerlo y, del mismo modo, lo han corroborado multitud de protagonistas, tanto locales como rivales, desde que se levantó el estadio allá por 1924. Ha habido épocas malas, eso es cierto; pero el aroma a fútbol puro, humilde y pasional nunca se ha desvanecido, y eso que algunos lo han intentado con ganas.

Como consecuencia de lo anterior, han sido varios los futbolistas de fuera que, una vez alejados del escenario futbolístico, su amor por lo que rodea al club babazorro les ha convencido para quedarse en la capital vasca, convirtiéndose en alavesistas y gasteiztarras de adopción. A ellos, precisamente, está dedicado este reportaje, que forma parte de la serie que está publicando DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA con motivo del centenario de Mendi

Tito Subero, por ejemplo, defendió la meta del Alavés durante cinco temporadas (1994-1999), más tarde fue también entrenador de porteros, y regresó a Vitoria-Gasteiz para quedarse ya de manera definitiva cuando firmó por el Mirandés en el año 2003. Es natural de Calahorra (La Rioja), actualmente forma parte de SIMA, una empresa de informática, y no puede evitar dibujar una sonrisa en la cara cuando rememora su etapa como albiazul

“¿Recuerdos? Muchos y muy buenos, pues tuve la suerte de vivir una etapa muy bonita. Coger al Glorioso en Segunda B y dejarlo en Primera División, donde tuve, además, el privilegio de jugar, fue un orgullo y una satisfacción. Fueron cinco años espectaculares, la verdad”, cuenta el exfutbolista babazorro. 130 fueron, en concreto, las veces que actuó como guardián de la portería alavesista, siendo 18 de ellas en la exigente máxima categoría. 

Tito Subero, junto a Iñaki Ocenda, durante su etapa como entrenador de porteros del Alavés. JL Leal

Los inicios, eso sí, no fueron nada fáciles. Cuando Tito firmó con el Alavés –procedente del Sestao River–, el club gasteiztarra acumulaba cuatro intentos fallidos, y consecutivos, de ascenso a la división de plata. “Había desilusión, eso es cierto. La plantilla estaba dolida por el último play off y teníamos pocos socios, no sé si 2.000. Ayudó mucho en ese momento la apuesta que hicieron Juan Arregui y Gonzalo Antón”, recuerda.

Los dos dirigentes albiazules optaron por “hacer una mezcla entre gente contrastada y jóvenes” y la temporada fue genial. El Glorioso solo perdió dos partidos durante la fase regular, contra el Bermeo y el Barakaldo, y logró el ansiado ascenso al quedar campeón de su grupo y de una liguilla con Las Palmas, Gramanet y Real Jaén. “Estábamos en Segunda B, pero todo lo que nos rodeaba (estadio, instalaciones y afición) era de 1ª”, añade el riojano. 

Al preguntarle por su partido más memorable defendiendo la meta del Paseo de Cervantes, Tito no puede elegir solo uno: “Hay muchos. Sin contar los de la élite, que fueron todos muy especiales, me quedaría con el duelo de play off contra Las Palmas (17/6/95). Al ganarles en Mendi –2-1, con goles de Iván Campo y Manolo Serrano–, prácticamente aseguramos ese objetivo que tan difícil era y tanto tiempo llevaba persiguiendo el club”. 

De los vividos como aficionado, por otro lado, el de Calahorra se decanta por el desenlace de película del que fue testigo el feudo gasteiztarra el 8 de junio del 2008, ante la Real Sociedad. “Lo recuerdo como un subidón. Me pilló en la grada de Polideportivo, donde fue el gol de Toni Moral –y hoy anima Iraultza 1921–, y estaba que me abrazaba con las columnas. Es de esos partidos que, una vez disfrutados in situ, recuerdas durante toda una vida”, explica. 

Para Tito, lo que hace a Mendizorroza especial es “la pasión de su gente”, capaz de poner “la piel de gallina” a quienes batallan sobre el césped. “Aquí, en Mendi, no es que des un plus más, te hacen dar un plus más. Su ambiente es único y aún me emociono cuando recuerdo alguno de los partidos que jugué. Solo hay que ver cómo nos salvamos en el curso 1998-99 para entender el valor que tiene. El Alavés, en casa, va de ganador”, agrega. 

La atmósfera de hoy en día, de todas formas, “no es la misma” que la de finales de los 90. Según comenta el riojano, la locura era bastante mayor  en aquella época: “Veías al estadio entero de pie, pendiente tanto del césped como del marcador simultáneo; se vendía patxaran en el bar; el linier que corría por La General acababa bañado en alcohol; había bengalas… Eran otros tiempos, aunque Iraultza ha sabido mantener parte de la esencia”.

Tito Subero, en su etapa como guardameta del Alavés.

Tito Subero, en su etapa como guardameta del Alavés. Cedida

Ahora bien, la gran experiencia en lo profesional no fue lo único que convenció a Tito Subero para volver y quedarse en Vitoria. Mucho tuvo que ver también el hecho de conocer en la capital alavesa a la que, en la actualidad, es su mujer. “Siempre me dije a mí mismo que echaría raíces el día que una ciudad me hiciera sentir a gusto, y así lo hice. Se vive muy bien aquí y la gente siempre me ha transmitido mucho cariño”, añade.

JITO, SEGUNDO PROTAGONISTA

Otro futbolista que, tras defender el escudo del Alavés y colgar las botas, decidió dar el salto del césped a la grada fue Jito Silvestre. El exfutbolista barcelonés portó la elástica albiazul durante dos temporadas (2010-12) y, actualmente, está al frente del Bar Verode, donde se reúnen cientos de aficionados babazorros antes de cada partido para hacer la previa, y del puesto Aceitunas Jaras dentro del clásico y popular Mercado de Abastos. 

Mi primer recuerdo de Mendizorroza es con el Girona. Vine como visitante y, ya desde el primer momento, fue un estadio que me llamó mucho la atención. Aun con el Glorioso jugándose el descenso, noté un ambiente muy futbolero, con la gente encima, y años más tarde pude corroborarlo. Como albiazul, fueron dos campañas difíciles, pues se venía de una época oscura, pero pude ver cómo la grada iba creciendo poco a poco”, manifiesta Jito. 

A diferencia de Tito, el delantero catalán no eligió Vitoria para vivir. Fueron “las circunstancias” las que le llevaron a quedarse en la capital vasca. “No fue una decisión tomada de un día para otro. Cuando firmé con el Eibar y el Sestao seguí viviendo aquí, mis hijas fueron haciéndose mayores, me salió la oportunidad de montar un negocio… Fue la vida la que me hizo elegir este camino, y estoy encantado de que haya sido así”, argumenta. 

Jito celebra uno de sus goles con el Alavés en Mendizorroza. Josu Chavarri Erralde

Jito, por su parte, también piensa que Mendizorroza no sería lo que es sin su gente: “Es un campo diferente por el ambiente que se vive tanto dentro como fuera de él. Los días en los que juega el Alavés son especiales y se nota en las calles, con los aficionados de albiazul y organizándose para las previas. Luego, solo hay que ir a una de las gradas para comprobar que, sin importar cómo vaya el equipo y quién esté enfrente, la gente apoya”. 

Su partido más especial en el Paseo de Cervantes, durante su etapa como futbolista, puede hallarse en la temporada 2010-11, cuando le marcó tres goles al Peña Sport (27/3/2011). “Me salió todo aquel día. Marqué un hat-trick en poco más de 40 minutos y ganamos 7-1”, evoca. Ese Glorioso, dirigido por Miguel Ángel Álvarez Tomé, acabó tercero y fue eliminado por el Lugo de Quique Setién en la segunda ronda del play off de ascenso a 2ª. 

Como aficionado que “no se pone nervioso”, pero al que sí le gusta “tomarse unas cervezas y animar” para “desahogarse del día a día”, Jito elige la histórica semifinal copera frente al Celta de Vigo (8/2/2017), a quien se venció gracias a un gol de Edgar Méndez: “Recuerdo estar con mi hija y vivir algo muy especial. Creo que ese fue el partido en el que, por lo que llegué a sentir, me di cuenta de que ya era un aficionado más del Alavés”.

OTROS EJEMPLOS

Los dos protagonistas de este reportaje no han sido, ni mucho menos, todos los foráneos que, después de defender la zamarra albiazul, han decidido afincarse en Vitoria y disfrutar del Glorioso desde la grada. Lluís Codina y Víctor Laguardia, aún en activo, podrían formar parte de ese grupo en el futuro, pues ambos tienen su vida aquí, y otros muchos lo hicieron en el pasado, sobre todo en la época más añeja y humilde.

Óscar Téllez, Raúl Gañán, Alberto Garmendia, Javier Berasaluce (+), Julián Sanz (+), José María Erezuma (+), Juan Gorospe (+), Emilio Arbaizar (+), Primi (+), Miguel Ibarra (+), Sabino Álava, Antero (+), Luis María Arana (+), Jesús María Arambarri, Emilio Arbaizar (+), Ramón Gacho, Agustín Barcina (+), Antonio Calderón (+) y Carlos Español (+) son algunos de los que han pasado por el Glorioso y han sido hechizados por lo que le rodea

Hay, además, un caso digno de mención, si bien no cumple la premisa de haberse quedado a vivir en la capital alavesa, aunque sí la de haber dado el salto del césped a la grada. Durante la temporada 2015-16, cuando José Bordalás entrenaba al club babazorro, el uruguayo Facundo Guichón aprovechó un partido en el que estaba lesionado –ante el Llagostera– para, en vez de irse al palco, animar como uno más en el fondo de Iraultza 1921.