No llegan al siglo de vida que cumplirá el estadio de Mendizorroza este próximo 27 de abril, pero se quedan cerca. Entre todos ellos suman 91 años trabajando para el Deportivo Alavés. Lo dicho, a un paso de los 100 que alcanzará en breve el vetusto estadio del Paseo de Cervantes. 91 años, casi nada, al servicio del conjunto babazorro en diferentes funciones.
Ángel Benito ha sido el que más tiempo ha estado ligado a la entidad albiazul de los tres protagonistas de esta historia tras ejercer labores de jardinería y mantenimiento durante 45 años.
Fernando Iñigo le sigue tras permanecer en el club 27 como jefe de taquillas y por detrás aparece Manu Goienetxea, médico del Deportivo Alavés durante otros 19.
Tiempo más que de sobra para haber generado mil y una anécdotas todos ellos. Tantas que incluso, tal y como recuerda Manu, llegó un momento en el que, el que fuera galeno del club, se dijo que aquello merecía escribirlo para poder recordarlas después. “Yo apuntaba muchas cosas. De jugadores, técnicos, vivencias... Tenía material para escribir un libro”, precisa al respecto.
“Yo apuntaba muchas cosas. De jugadores, técnicos, vivencias... Tenía material para escribir un libro”
Alegrías, tristezas, amistades generadas por el camino, disgustos y algún que otro susto dan para un sinfín de historias a lo largo de sus años de servicio en el Deportivo Alavés. Ángel Benito tiene unas cuantas. No es de extrañar habida cuenta de que llegó al club en 1973 y se despidió del mismo hace seis cuando le llegó la hora de jubilarse en 2018 tras 45 años ejerciendo una labor en la que se sentía muy a gusto. “A mí me gustaba lo que hacía”, recuerda.
Ascenso y baño en la piscina
Sin lugar a dudas, los ascensos logrados durante su etapa de jardinero en el club albiazul son los momentos que guarda con más cariño de su paso por la entidad babazorra.
El que fuera encargado de mantener el césped del estadio de Mendizorroza en un estado impecable no olvida por ejemplo el regreso a Segunda División en Jaén durante el curso 1994-95. “Fue el culmen de muchos años seguidos dándonos el sopapo. Lo celebramos por todo lo alto y terminamos todos en la piscina que había en frente de los vestuarios. Fue espectacular ese día”.
Hay muchos más, pero los ascensos marcan y también rememora como si fuera ayer los logrados a Primera. “He vivido dos”, acota. Eso sí, el primero, el alcanzado en 1998 por Mané, le dejó más grato recuerdo que el segundo, el del curso 2015-16 con Bordalás. “El ambiente del club era muy distinto la segunda vez”.
No era tan cercano y familiar como el de finales de siglo. Este último era un grupo más accesible al de después y, por ello, Ángel Benito pudo entablar amistades con varios de los futbolistas de esa plantilla algo más difícil de conseguir con los que llegaron después. “Ya en Primera, cuando se asciende, el jugador es algo más lejano”, lamenta Benito.
“Ya en Primera, cuando se asciende, el jugador es algo más lejano. Los jugadores ganan dinerales y hay menos contacto, algo lógico”
Eso sí, el que fuera encargado de mantenimiento en la escuadra gasteiztarra también comprende que sucedan este tipo de situaciones. “Los jugadores ganan dinerales y hay menos contacto, algo lógico”, añade. .
Amistad y partidas de cartas
Una situación que no ocurrió en las etapas en las que el Alavés estaba en el fútbol de barro. “Hice mucha amistad con los jugadores que conocí en la etapa de Segunda B. Ellos te consideraban uno más”, recuerda con agrado.
Tan estrecha fue la relación entre empleado y futbolista que le hacían partícipe de sus timbas. “Nos jugábamos dinero. Pesetas, pero unas pocas pelas eh. No cientos, serían diez pesetillas o algo así”, indica Benito, quien no recuerda el nombre del juego. “No era al mus, más que a eso jugábamos a uno que era de acertar las bazas o algo así”, rememora. Un buen ambiente. Una familia. Con sus discusiones y pequeñas broncas. “¡Cómo no!”, tal y como explica el propio Ángel.
¿El motivo? El estado del césped, ya que habitualmente no estaba a gusto de todos y provocaba ciertos enfrentamientos. Y es que, tal y como reconoce, cada entrenador y cada futbolista tenía sus pequeñas manías. “No vamos a poner nombres, pero maniáticos eran todos”.
Al menos, en este caso quiere lanzar una lanza a favor de Mané. “Él era el más comprensivo”. De los pocos, ya que por norma general le volvían loco como añade a continuación. “Que si uno lo quería más alto, que si otro más bajo, más rápido, más seco...”, alega.
"Piterman me dijo que el césped estaba un poco alto y me echó una mirada que si me llega a dar allí un infarto no llama ni a la ambulancia"
Era difícil acertar. “Si ganábamos les parecía que había estado perfecto, pero si perdíamos tenía que mirar para otro lado”. El centro de las críticas. En el punto de mira. De hecho, aún recuerda un desencuentro con Dimitry Piterman tras perder un partido. “Me dijo que el césped estaba un poco alto y me echó una mirada que si me llega a dar allí un infarto no llama ni a la ambulancia”. Gajes del oficio.
Como lo era trabajar día y noche, a deshoras para tener todo en orden. Y es que entre sus labores estuvo además las de utillero, electricista, encargado de Ibaia y Betoño... Un chico para todo y siempre dispuesto a todo por su querido Alavés. “No tenía prácticamente descansos. Esto requiere horas. Muchas. Viajaba con el equipo, llegábamos a las cuatro de la mañana a Vitoria y a las ocho tenía que estar ya en pie para cumplir con las diferentes tareas”, apunta.
“No tenía prácticamente descansos. Esto requiere horas. Muchas. Viajaba con el equipo, llegábamos a las cuatro de la mañana a Vitoria y a las ocho tenía que estar ya en pie para cumplir con las diferentes tareas”
Siempre listo para cuidar un césped al que trataba como un hijo y sufría por él, como cuando había algo que le podía afectar como las nevadas. “La nieve le hace mucho daño y cuando había que retirarla me dolía mucho”, explica Ángel Benito, quien casi no pudo disfrutar de vacaciones ya que cuando le requerían para cualquier problema “salía corriendo”. “Todo esto, evidentemente, no lo hubiera permitido en otra empresa, pero eso era el Alavés y lo hacías porque querías y sufrías por el Alavés. No lo hubiera hecho por nadie más”, concluye.
Piterman y sus gustos por la medicina
Manu Goienetxea, por su parte, formó parte del equipo médico del Alavés durante 19 años, entre la temporada 1991-92 hasta 2011, una época de la que guarda excelentes recuerdos pese a los sobresaltos vividos. “Lo que yo pasé en el Alavés ha sido todo bueno. Me trataron muy bien y fue toda una experiencia de vida”, resume.
El docky, apodo cariñoso con el que le llamaban en la época de Piterman, quiere recordar un par de las muchísimas anécdotas vividas durante la etapa del ucraniano al frente del Alavés “ahora que vuelve a estar de moda por el juicio que se ha celebrado en Vitoria”..
“Además, aunque diga algo de él que no le guste, no creo que vaya a volver por aquí”, bromea al respecto. Goienetxea recuerda que ambas se produjeron durante una concentración invernal del equipo cerca de la Manga del Mar Menor.
El exmédico albiazul quiere sacar esta curiosa historia para sacar a la luz algunas de las rarezas del mandatario durante aquel trienio negro del club. “Los médicos y el cuerpo técnico nos sentábamos todos en la misma mesa a la hora de comer y a él le gustaba sentarse siempre a mi lado para hablar de medicina”.
Hasta ahí podría ser hasta cierto punto normal, pero Manu no comprendía el sentido de los temas médicos que sacaba por aquel momento el ucraniano. “Me preguntaba cosas de mitocondrias, histología, bioquímica... Cosas rarísimas que no tenían nada que ver con la medicina deportiva, algo que hubiera tenido algo de sentido”, recuerda.
"Estaba convencido de que antes de bajar a comer, miraba en internet de lo que íbamos a hablar"
“Estaba convencido de que antes de bajar a comer, miraba en internet de lo que íbamos a hablar”, añade al respecto. Manu, cansado de estos cuestionarios, ideó un plan para evitar que se sentara a su vera durante las comidas de aquella concentración. “Pedí a mis compañeros que se sentaran a mi lado para que tuviera que irse a otro sitio”. No funcionó como desvela el doctor. “Llegó el último como siempre y le hizo levantarse al que estaba a mi lado y como ya estaban todos sobre aviso aquello provocó cierto descojono al ver que otra vez iba a venir con lo mismo”.
Anécdotas de Dmitry tiene muchas más y la que tampoco olvida es la que se vivió pocas horas después también en la Manga del Mar Menor. Ocurrió tras la celebración de un amistoso contra un equipo ruso. “Llamamos a un trío arbitral para que dirigieran ese partido y al final del mismo, cuando estaba charlando con Piterman veo que los tres se acercan para reclamarnos 500 euros por el arbitraje”.
La caradura de Piterman
El médico explica que el ucraniano no llevaba nunca dinero encima ya que “siempre pagaba con tarjeta”. Viendo que la situación se ponía tensa y que los tres colegiados insistían en cobrar, el presidente albiazul recurrió a los servicios de su médico.
“Me dijo... docky, ¿no llevarás encima 500 euros? y yo le respondí, hombre cuando salgo de casa me gusta llevar algo de dinero encima por si pasa algo”, relata. Pues bien, al final a Goienetxea no le quedó más remedio que prestarle un dinero que tardaría más de tres meses en recuperar. “¡Tres meses sí, vaya jeta tenía el cabrón!”, recuerda aún entre risas.
“Me dijo... docky, ¿no llevarás encima 500 euros? y yo le respondí, hombre cuando salgo de casa me gusta llevar algo de dinero encima por si pasa algo”
Otras situaciones no fueron tan agradables. Y es que Manu se ha llevado varios sustos tras ver cómo sus jugadores sufrían diversas roturas y lesiones graves que incluso le han llevado a pasar noche en diferentes hospitales del Estado y el extranjero.
Sin embargo, el mayor de todos ellos se produjo durante un partido en Mendizorroza entre el Alavés y el Eibar el 3 de noviembre de 2007.
Once heridos por una avalancha
Entonces, once personas resultaron heridas tras ceder la valla de una grada tras una avalancha, con lo cual, un grupo de aficionados se precipitó al foso de seguridad. “Salimos a todo correr desde el banquillo. Fue gordo y nos llevamos un susto enorme. Fue un día que nunca olvidaré”.
"He atendido a jugadores bastante cabroncetes, que iban a lo suyo y no les importaba más que lo de ellos"
Bien guardado en la memoria. Como sus relaciones con los jugadores, pese a las rarezas de todos ellos. “Cada uno tiene su personalidad y los ha habido bien raritos”, explica. Algunos muy egoístas, como reconoce a continuación. “He atendido a jugadores bastante cabroncetes, que iban a lo suyo y no les importaba más que lo de ellos”.
Nada que ver con su fiel compañero de faena Juan Luis Zunzunegi, fallecido en junio de 2012 a los 53 años. “Empecé con él en el Alavés, trabajé también en el centro de Medicina Deportiva. Buff, estaba más tiempo con él que con mi mujer. Le tenía mucho aprecio”, concluye.
2,1 millones robados en taquillas
Por último, Fernando Iñigo ejerció de jefe de taquillas durante 27 años, entre 1984 y 2011, año en el que llegó al club la actual directiva presidida por Querejeta y decidió marcharse. Guarda un buen recuerdo de todos los presidentes que estaban al mando del club durante estas casi tres décadas. Desde Julián Ortiz Gil hasta José Antonio Rozas, pasando por Menoyo, Juan Arregi, Gonzalo Antón, Piterman, Ortiz de Zárate y Ruiz de Gauna.
En este tiempo le ha dado para ver de todo en las taquillas de Mendizorroza pero lo que sin duda nunca olvidará es el atraco sufrido el 1 de noviembre de 1992. Grabado a fuego. “¡Cómo para no acordarse!”, exclama. “Fue un día del club contra el Barakaldo y encima perdió el Alavés 0-1. Nos asaltaron a punta de pistola y se llevaron toda la recaudación de ese día que ascendía a 2.150.000 pesetas. Un susto enorme”, comenta.
El club, al menos, pudo recaudar parte de se dinero ya que después el Athletic se ofreció gratis a jugar un amistoso. Sin embargo, el susto en el cuerpo le duró un tiempo al encargado de las taquillas.
Un trabajo estresante
Fue sin lugar a dudas la peor experiencia de un trabajo que consideraba “estresante”. “Colas enormes, mucha gente llegando a falta de cinco minutos para que empezase el partido, prisas, a veces no teníamos ni cambios, la gente iba mamada, nos quedábamos sin entradas en partidos importantes... Me ha pasado de todo”, evoca.
"Había veces que te encontrabas con algún listo que había dejado su pase a algún amigo, quería entrar y decía que se lo había dejado en casa"
Como tropezarse con algún listo que quería colarse. Y es que la picaresca estaba a la orden del día. “Nos encontrábamos con gente que decía que se había olvidado su carnet de socio y le dábamos una entrada para que pasase. Sin embargo, había veces que te encontrabas con algún listo que había dejado su pase a algún amigo, quería entrar y decía que se lo había dejado en casa, cuando ya habíamos visto que con su carnet alguien había entrado”. Una de las mil y una anécdotas que tienen todos ellos tras casi un siglo de vida en el Deportivo Alavés.