este es uno de esos artículos que desearías no tener que escribir nunca. Tener que despedirte para siempre de un amigo en la flor de la vida no es una situación muy agradable. No es que me haya pillado por sorpresa el acontecimiento pero no por esperado resulta más llevadero todo.

Oscar Niemayer, arquitecto brasileño, dijo que la vida es un minuto que pasa deprisa. Así se expresó el día que cumplía 100 años. ¿Qué podría decir al respecto alguien que ha vivido medio minuto? Con solo la mitad de tiempo (y a pesar de publicar un libro también), a Zunzu no le ha dado para cumplir la mayoría de sus planes y ha sido la causa de dejar una familia a medio levantar. Una persona íntegra, con valores sólidos, con un sentido envidiable de la familia. Una mujer, Isabel, a la que adoraba (solo había que escucharle cómo hablaba de ella), que se desvivía por su bienestar, que era su faro y, finalmente, su apoyo antes y durante su enfermedad. Y unos hijos, Iñigo y Amaia, excesivamente jóvenes, unos niños, a los que no ha podido ayudar a crecer todo el tiempo que él hubiera deseado. Aunque la semilla ya está germinando. Y tienen un buen ejemplo en el que fijarse. Si luchó con todas sus fuerzas para alargar su estancia entre nosotros fue por ellos, le aterraba la idea de dejarlos huérfanos muy pequeños.

Llegamos al primer equipo alavesista la misma temporada. Recuerdo aquellos interminables viajes en autobús de los primeros años en los que había tiempo para hacer de todo. Los jugadores, impenitentes jugadores de cartas, rompían su monotonía para escuchar con delectación el tema de la charla propuesto por el doctor. Lo mismo montaba una tertulia para futbolistas en un autobús que una conferencia en la sala más concurrida a lo largo de la geografía española. En ambos lugares el auditorio quedaba enormemente complacido.

Lector incansable, siempre con un libro debajo del brazo. Bien informado y activo se indignaba ante la falta de rigor o ante lo que él creía desinformación. Aunque su grado máximo de indignación y nerviosismo llegaba en los banquillos y la víctima solía ser el árbitro. Era un hombre sencillo, humano y detallista. En 2011 preparó un documental visual y sonoro con motivo del décimo aniversario de la final de la UEFA que recogía su paso por su Deportivo Alavés. Dotado de una gran sensibilidad, ver a todos sus familiares y amigos allí reunidos le llenó de emoción.

Con el fallecimiento del doctor Zunzunegui desaparece una de las figuras más relevantes de la medicina deportiva (¡los sacrificios que tuvo que hacer en sus dos años en París!). No he conocido a ningún profesional de su sector con su valía. Era un excelente profesional y todos los que tuvimos la suerte de caer en sus manos lo podemos corroborar. Cada consulta suya se convertía para el paciente en una auténtica clase de anatomía, pues recibía toda clase de explicaciones.

Su preocupación por ellos era máxima ya que era un trabajador infatigable. A la vez que atender a sus pacientes, era un docente vocacional que se ganaba a sus alumnos por su respeto y su capacidad para transmitir el espíritu crítico y el entusiasmo por el conocimiento. Era un gran comunicador (hasta el último instante estuvo al pie del cañón) y lo hacía todo con sencillez y claridad. Se ganaba enseguida la estima de todos los que le conocían.

Su muerte prematura en un momento de plenitud personal y profesional, además de ser un duro golpe para sus familiares (qué gran entereza mostraron sus padres ante un hecho poco natural que un hijo muera antes que ellos) y los numerosos amigos y allegados, es una pérdida muy sensible para la medicina deportiva alavesa.