Vitoria - Como si se hubiese ganado el más importante de los títulos. Así se celebró el 15 de junio de 2008 la última permanencia conquistada por un Deportivo Alavés que se veía al borde del abismo y temía por su supervivencia de no haber mantenido la categoría. La continuidad en Segunda División fue al final un engordar para morir apenas un año más tarde, pero supuso una explosión de júbilo que aún se mantiene viva en el recuerdo de los que la vivieron y protagonizaron directamente. La remontada ante el Celta, un final de partido cargado de tensión sobre el césped de Balaídos al no haber terminado los compromisos de los rivales directos y un festejo en el campo vigués junto a la afición como pocos se recuerdan. Han pasado seis años y la situación actual no es tan dramática como entonces, pero aquel episodio de supervivencia bien puede ser tomado como ejemplo para el duelo del sábado en el que la situación es muy similar a la vivida, y sufrida, entonces.
"Recuerdo que estábamos en una situación muy parecida a la actual. A dos jornadas del final necesitábamos ganar los dos partidos, remontamos de manera increíble ante la Real Sociedad, pero todavía nos quedaba ganar en Vigo y, encima, esperar un par de resultados favorables. Es algo similar a lo de ahora. Hay que ganar en Jaén, pero también esperar que el resto de partidos nos vayan bien", recuerda Fernando Ortiz de Zárate, por entonces presidente alavesista.
Uno de los protagonistas principales de esa permanencia fue Jairo Álvarez. El mediapunta, este año en el Cacereño, fue el autor del gol del empate ante la Real Sociedad, el que dio pie a la remontada con el recordado tanto de Toni Moral. El avilesino, cedido por el Deportivo, asegura que la fe en la salvación fue la clave: "En el partido contra la Real estábamos en Segunda B, pero tuvimos en todo momento el afán de querer empatar y al final Toni obró el milagro. Pero después de ese gran triunfo aún quedaba otra jornada y teníamos que ganar. Y además no dependíamos solo de nuestro resultado".
"La remontada contra la Real fue un regalo después de todo lo mal que lo habíamos pasado", rememora un Pablo Casar que en Balaídos tuvo que quedarse en la grada por lesión. Se probó incluso antes del partido, pero el cuerpo le dijo basta. Eso sí, el cántabro pensaba que la salvación no iba a ser muy complicada: "El Celta no se jugaba nada y eso era una ventaja. Y por encima teníamos cuatro equipos y nos bastaba con un solo fallo".
Otro que se quedó en la grada fue Edu Alonso, lesionado en el último entrenamiento de la semana en Vitoria. El vizcaíno, junto a otros compañeros, se plantó en Vigo el día del partido para animar desde la grada en un viaje que recuerda "muy tenso y en el que casi no había ni palabras". Ahora ve al Alavés en una situación similar. "Tenemos que ganar y que no nos importe lo demás. Si ganamos nos salvamos fijo. No tenemos otra que ir pensando que dependemos de nosotros mismos porque veo muy difícil que si ganamos se den los resultados para que bajemos", asegura.
Casar y Edu Alonso siguieron el partido desde la grada "pegados a los auriculares" y con la tensión en el cuerpo. "La primera parte fue malísima. Nos pesó la presión. Recuerdo a los aficionados que vinieron al hotel, las gradas llenas... Sabíamos que la situación del club era mala y que si bajábamos igual desaparecíamos. Hasta que no nos quitamos los miedos lo pasamos muy mal", rememora el cántabro al tiempo que el vizcaíno asegura que lo vieron "muy cuesta arriba".
Un tal Diego Costa Desde el banquillo siguió Jairo una primera parte que "no pintaba bien tras el gol de Canobbio". "Los vimos muy negro", asegura el asturiano, quien recuerda bien que, por ejemplo, en el Celta jugaba un desconocido Diego Costa que salió al final. Precisamente, en el minuto 65 se produjo la salida de Jairo, junto a Miguel Pérez. José María Salmerón quemó sus naves quitando defensas para meter atacantes. Y en apenas once minutos llegó la explosión con los goles de Aganzo, Gabri y Toni Moral.
"Cuando el árbitro señaló el final nos fuimos como locos a celebrarlo, pero nos tuvieron que parar porque faltaban otros resultados. Esos minutos de espera fueron peores que todo el partido", señala el avilesino, al tiempo que Casar recuerda que en cuanto conocieron que el Alavés se salvaba sintió "una enorme sensación de alivio".
El estadillo de felicidad fue colectivo, pero si alguien lo disfrutó más que nadie fue el presidente. "Durante el partido estaba en otro mundo, sin pensar absolutamente en nada". Así pasaron los minutos, el gol del Celta, las victorias de los rivales directos, la remontada alavesista, la tensión tras el final del partido ya con el triunfo asegurado... "Habíamos hecho los deberes, pero cuando acabó nuestro partido faltaban los resultados de Cádiz y Córdoba. Fue una angustia y cuando nos salvamos casi ni te lo crees. Un descenso en ese momento era muy duro, casi fatal, y sufres mucho por la afición", evoca Ortiz de Zárate, cuyas imágenes celebrando la permanencia son historia de este club, un libro al que El Glorioso quiere añadir una nueva fiesta de salvación en Jaén.