Vitoria. A sus 37 años, con dieciséis temporadas como profesional a sus espaldas, Lluís Codina ha dicho basta. Muchos son los éxitos que ha acumulado a lo largo de su carrera y todavía contaba con gasolina en el depósito para seguir recorriendo kilómetros de manera incansable, pero el enjuto delantero catalán ha decidido poner punto final a una carrera que esta temporada no ha podido culminar con el que habría sido su séptimo ascenso, dos de ellos con el Alavés. Se marcha un auténtico mito del Glorioso, un jugador que marcó una época y al que la ciudad le causó tan grata impresión que la ha elegido para fijar su residencia.

Se terminaron los viajes diarios entre la capital alavesa y Eibar. Cuatro temporadas de militancia en el equipo armero han tocado a su fin con el sinsabor de no haber conseguido un nuevo ascenso. La eliminatoria contra el Ontinyent supuso el definitivo epílogo a una carrera extensa de dieciséis temporadas en la que se ha caracterizado por la estabilidad en los cinco equipos en los que ha militado.

Formado en la cantera del Espanyol, llegó a Vitoria como cedido tras militar en el Hospitalet en la temporada 1994-95. El pequeño punta catalán, peleón, habilidoso y ratonero, no tardó mucho tiempo en conformar una sensacional pareja con un paisano suyo, Manolo Serrano, con quien había compartido formación en la cantera periquita.

Con Txutxi Aranguren en el banquillo y acompañados por jugadores como Tito, Iván Campo, Aitor Arregui y Óscar Arias fueron los grandes protagonistas en el quinto intento consecutivo de ascenso a Segunda División. En el estadio de La Victoria de Jaén, el Alavés celebraba por fin su regreso a la categoría de plata tras cuatro liguillas anteriores saldadas con sendos fracasos. Era el 21 de junio de 1995 y El Glorioso recuperaba su sitio en la élite tras un largo y tortuoso caminar por el desierto siendo Codina uno de los grandes protagonistas.

Aún le tocaría al punta catalán protagonizar una nueva temporada épica. La campaña 1997-98 era la tercera consecutiva del Alavés en una Segunda División en la que parecía haberse asentado. El punta catalán siguió siendo uno de los referentes del equipo durante las dos primeras campañas (siete goles en la 1995-96 y cinco en la 1996-97), pero la llegada de Mané al banquillo le relegó a un segundo plano, aunque no por ello dejó de festejar el memorable regreso a Primera División en una campaña inolvidable.

A partir de ese momento, la estancia de Codina en el Alavés tocó a su fin. Leganés (1998-00), Nàstic de Tarragona (2000-06) y Eibar (2006-10) fueron las siguientes estaciones en el camino de un futbolista para el que en ningún momento dejó de fluir la sangre albiazul en su corazón. Tras fichar por el cuadro armero fijó su residencia en Vitoria y se hizo abonado de un Alavés en el que continúa siendo un mito y al que seguirá animando desde la grada.