La iglesia de la localidad de Aguiñiga en el municipio de Ayala va a albergar, a las 18.00 horas de este sábado, la presentación del libro Aiara, once meses en guerra del historiador gallego afincado en Amurrio, Sergio Balchada Outeiral “Satxa”.
Un texto que es el primero que surge de la Editorial Aprende, impulsada por el investigador de Amurrio, Juanjo Hidalgo (famoso por dirigir los trabajos de excavación de la granja romana de Elexazar, por citar alguno), así como por el biólogo ayalés Enrique Arberas (autor de interesantes trabajos en torno al pantano de Maroño o el pastoreo de Sierra Salvada), pero también respaldada por arqueólogos e historiadores del entorno Amurrio-Ayala, como el propio Balchada o el experto en las guerras del siglo XIX, Aketza Merino, que han encontrado en esta nueva aventura editorial una forma de que sus trabajos lleguen al gran público.
“No es sencillo que una editorial se interese por estos temas, así que hemos decidido aunar fuerzas, por así decirlo, con la intención de acercar a la gente nuestras investigaciones, más allá de círculos meramente académicos o de expertos"
“No es sencillo que una editorial se interese por estos temas, así que hemos decidido aunar fuerzas, por así decirlo, con la intención de acercar a la gente nuestras investigaciones, más allá de círculos meramente académicos o de expertos. Eso sí, nuestros medios son limitados y hablamos de distribución a pequeña escala, con una primera tirada de 800 ejemplares”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Satxa, que sí sabe lo que es tener respaldo para dar luz a sus investigaciones.
Su otro libro
De hecho, en 2022, gracias al servicio de Patrimonio Documental y Bibliográfico de la Diputación de Pontevedra, pudo publicar Galegos no exército de Euzkadi 1936-1937, un libro en el que recoge y divulga la historia de los en torno a 2.000 milicianos gallegos que combatieron al fascismo adheridos a alguno de los batallones que conformaron el Euskadiko Gudarostea, tales como el Celta de Trintxerpe (Pasaia en Gipuzkoa) o el Bakunin, cuyo cuartel estuvo en el Refor de Amurrio.
Película previa
“Tuve mucha suerte, la verdad. Es un trabajo para el que llevaba investigando desde 2010 y del que, en cierto modo, ha surgido este otro, porque fue cuando me enteré de que había restos de trincheras y decidí que tenía que investigarlo"
“Tuve mucha suerte, la verdad. Es un trabajo para el que llevaba investigando desde 2010 y del que, en cierto modo, ha surgido este otro, porque fue cuando me enteré de que había restos de trincheras en la zona de Peña Atxa, el barrio Ulizar y frente a la iglesia de Maroño, y decidí que tenía que investigarlo, aunque la Guerra Civil no sea mi especialidad, ya que yo me licencié en Historia Medieval en Santiago de Compostela”, matiza, quien ya avanzó algo de su investigación de este frente de guerra secundario que fue Ayala en la contienda del 36-37, pues fue el guionista de la película de 2013 Baile en el sindicato del asturiano Fran Longoria.
Rodada aquí
Una cinta -rodada en localizaciones ayalesas como Maroño o la ermita de Etxaurren de Menoio- que narra las peripecias de un batallón de milicianos de la CNT procedentes de Bilbao, que ocupan esta aldea cercana a la línea del frente, con el objetivo de reforzar las defensas ante el inminente avance de las columnas de requetés, soldados carlistas de compañías alavesas adeptos a la causa de los sublevados.
Como la película, el nuevo libro de Balchada, sobre todo, quiere reflejar el impacto que esta contienda tuvo en la población de esta zona alavesa “puramente rural y, por consiguiente, un poco al margen de ideas de urbe, como el anarquismo, del que comenzaron a oír a hablar con la llegada de los milicianos de los batallones del Ejército de Euskadi, en el verano del 36 y hasta la derrota en junio del 37. Debería sonarles todo muy excéntrico, ya que aquí el carlismo estaba muy afincado, y se llevaron la peor parte de toda guerra, ya que eran sospechosos para unos y para otros, y sus propiedades codiciadas por todos”, resume Satxa.
Fuentes documentales y orales
Con todo, estamos antes un libro de historia y como tal ha requerido de una profusa investigación.
“Empecé con un vaciado bibliográfico, pero la verdad es que hay muy poco al tratarse de una zona de retaguardia o un frente secundario, muy tranquilo y sin grandes movimientos; así que ha tocado tirar de archivos, prensa de época y entrevistas a gente que vivió aquellos días, como un combatiente y abuelos-abuelas, entonces niños y niñas de entre 7 y 16 años, cuyos testimonios orales he contrastado con los registros, siempre que he podido, aunque hay cosas que se te quedan grabadas y más en una guerra”, aclara el autor.
Escaramuzas y tiroteos
Historias, todas ellas, que hablan de escaramuzas, tiroteos, incursiones para pasar familias enteras de un bando a otro, robo de ganado y cosechas, saqueos e interrogatorios para sonsacar información a los lugareños, por parte de ambos bandos.
“Se ha hablado mucho de la cercana área de San Pedro-Txibiarte, entre Orduña, Lezama, Aloria y Urkabustaiz, por todo el trabajo de recuperación de memoria histórica que se ha hecho en los restos de trincheras de esa cumbre y las batallas que albergó; pero Ayala fue tierra de nadie, sobre todo los pueblos de la sopeña, tales como Aguiñiga, Madaria, Salmantón o Añes, a la sombra de la Sierra Salvada donde se encaraman los requetés, pero también muy próximos a las posiciones defendidas por las milicias republicanas, en toda la línea Respaldiza-Artziniega, y por ello sufrieron las idas y venidas de combatientes y en muchos casos también la ira de éstos”, explica Balchada.
Es decir, poblaciones que estaban a merced, por un lado, de los requetés del Tercio de Santa Gadea, apostados en las alturas de la Sierra; y, por el otro, de los dos batallones del Ejército de Euskadi que, en base a la investigación, se posicionaron en la defensa del valle: el socialista UGT número 4 o “Carl Marx”, con base en Artziniega y con posiciones defensivas en las cimas de Añes y Vallovera, además de una sección de ametralladoras en Santa Olalla; y el de Juventudes de Izquierdas Republicanas Capitán Casero, cuya jefatura estaba en el Palacio Atxa de Respaldiza, con barracón en Pozo Portillo conectado por teléfono a las posiciones de Etxaurren.
Cinco capítulos
De un miliciano de este último, precisamente, ha encontrado Balchada una memoria que corrobora los testimonios de saqueos por parte de ambos bandos, pues relata cómo “estaba sacando patatas de la huerta de un vecino por la noche y oyó ruidos, y era un requeté que también estaban haciendo lo mismo, y ambos optaron por dejarse en paz”, aporta, quien ha ido salpicando esta y otras anécdotas de aquellos aciagos días, en los que el hambre campaba a sus anchas, en las páginas de un libro, estructurado en cinco capítulos, más varios apéndices con listados de combatientes ayaleses en uno u otro bando, e incluso en ambos “pues era muy habitual”, o de los alcaldes que tuvo cada junta administrativa nombrados “bien por los nacionales o por los rojos, que decían entonces”.
Cómo era la vida en Ayala
El texto se abre con un capítulo dedicado a cómo era la vida en Ayala en los años de la República y las elecciones, que da paso a otro sobre los primeros compases de la guerra en la zona con la llegada de los milicianos.
Un tercero está dedicado al bando requeté, la formación del Tercio de Santa Gadea y las incursiones desde la Sierra; un cuarto a la caída de Ayala en manos sublevadas y la vida en la retaguardia; y un quinto a la derrota del Ejército de Euskadi en junio de 1937, de la que Balchada ha podido documentar la única batalla que, como tal, se dio en esta zona.
"Había habido un enfrentamiento"
"Dimos con claras evidencias de batalla por la profusión de balas y casquillos percutidos que encontramos, así como objetos de la vida rutinaria en las trincheras como un mechero y un abrelatas"
“Me llegó por testimonios orales que había habido un enfrentamiento en el Monte Zaballa o Pico Sojo como le dicen en Ayala a esta cumbre de las cercanías de Llanteno, y en octubre de 2023 solicitamos permisos para hacer una prospección y, efectivamente, dimos con claras evidencias de batalla por la profusión de balas y casquillos percutidos que encontramos, así como objetos de la vida rutinaria en las trincheras como un mechero y un abrelatas”, relata Balchada que, no obstante, precisa que “no encontramos ni zanjas ni nada por el estilo, y se nota que se trató de un último intento desesperado de defensa, con la moral ya caída y en días de intensa lluvia, cuando se montó un dispositivo con restos de batallones ya en retirada, y de la que existen muy pocos partes”, apostilla.
En concreto, Satxa ha encontrado testimonios de este hecho en las memorias de un miliciano del batallón Amaiur y de otro del Número 72 Morteros de Euskadi, que lo datan en los días previos a la caída de Artziniega el 27 de junio de 1937.