La conservación de la diversidad genética de la vid, el retraso de la fecha de poda o el uso de cubiertas vegetales son algunas prácticas que pueden contribuir a adaptar los viñedos al cambio climático. Así lo ha confirmado un consorcio internacional liderado por el centro tecnológico Neiker durante la jornada de cierre del proyecto Vitisad para el desarrollo de estrategias vitivinícolas sostenibles de adaptación al cambio climático.
Los resultados del proyecto se han presentado en la sede de la Cuadrilla de Rioja Alavesa, región vitivinícola de reconocido prestigio en una jornada en la que los asistentes han podido conocer las características de los ensayos llevados a cabo en 30 viñedos de Euskadi, Navarra, La Rioja y el Pirineo atlántico francés. En concreto, estas nuevas estrategias sostenibles de adaptación al cambio climático se han evaluado en cultivos de DOC Rioja, DO Navarra, DO Bizkaiko Txakolina, AOC Irouleguy, AOC Madiran, AOC Jurançon, AOC Jurançon Sec, AOC Pécharmant, AOC Pacherenc du Vic Bilh y AOC Pacherenc du Vic Bilh sec.
También se ha entregado a los asistentes una guía en la que se detallan los ensayos y resultados del proyecto más relevantes. Asimismo, se han entregado fichas en las que las bodegas y viticultores participantes nos relatan su experiencia dentro de este proyecto. Además de Neiker como coordinador, el proyecto, que ha tenido una duración de 32 meses, está integrado por cinco socios dedicados a la investigación vitivinícola del suroeste de Europa: la Dirección General de Agricultura y Ganadería del Gobierno de la Rioja, la Dirección General de Desarrollo Rural del Gobierno de Navarra, la Cámara de Agricultura de los Pirineos Atlánticos y el IFV (Instituto Francés de la Viña y el Vino). Esta cooperación transfronteriza se ha basado en la experimentación, la evaluación conjunta y el intercambio de experiencias sobre cinco prácticas correspondientes a diferentes estrategias de adaptación al cambio climático en los viñedos del territorio fronterizo entre Francia y España: optimización del agua de riego, empleo de cubiertas vegetales, reducción de la temperatura del racimo, control de la maduración de la vid y conservación de la variedad genética de la uva.
El incremento de la temperatura es una de las consecuencias del cambio climático y provoca que la maduración de la uva se produzca en un período más cálido, modificando algunas de sus propiedades cualitativas, como su color o acidez. Debido al calentamiento global, se prevé un aumento de episodios de lluvia intensa, que podrían conllevar un mayor riesgo de pérdidas del suelo por erosión. Ante estos cambios, resulta fundamental adelantarse a los posibles escenarios y contar con soluciones adaptadas a las nuevas condiciones climáticas.
Una de las estrategias que se han comprobado, para mantener la calidad del vino frente al calentamiento global, es la eficacia de retrasar la fecha de poda, herramienta bien conocida por los viticultores para influir en la brotación de la vid. "Cuando se practica de manera tardía, retrasa el ciclo de la viña. Se ha comprobado que las podas realizadas en el mes de abril han retrasado la brotación más de 2 semanas, lo que tiene una gran importancia de cara a proteger la viña de las heladas primaverales", según ha explicado Ana Aizpurua Insausti, investigadora del departamento de Producción y Protección Vegetal de Neiker.
Además, también se han realizado prácticas de optimización del agua del riego, para lo que se han empleado diferentes técnicas como goteo aéreo, goteo enterrado y riego por superficie combinadas con el empleo de cubiertas vegetales.