on la selección de la senadora de California Kamala Harris, como su candidata para la vicepresidencia de Estados Unidos, el aspirante a la Casa Blanca Joe Biden ha elegido a una mujer y de color, dos requisitos que parecen obligados este año. Y, si Harris ayudará a mantener la fidelidad de sus votantes, no está muy claro que le sirva para añadir muchos votos en noviembre.

Si repasamos los grupos que favorecen al Partido Demócrata en general y específicamente al candidato presidencial Biden, vemos que hay unos incondicionales: los demócratas progresistas, a los que no es necesario hacer grandes concesiones pues son fieles votantes demócratas y los tradicionales que nunca han pensado en cambiarse de partido. Pero también están los más radicales, a quienes la senadora Harris tal vez no satisfaga pues sus posiciones podrían no ser lo suficientemente radicales. En cuanto a los demócratas de centro, es un grupo que en más de una ocasión ha dado su voto a un republicano, como ocurrió en 1980 con los "demócratas de Reagan" y posiblemente también, se decantaron al menos en parte por Trump en 2016.

Está además la gran masa de "independientes", decididos a no comprometerse con nadie y seguir al candidato que más les atraiga o, como podría ocurrir en menos de tres meses, por el que menos peligroso les parezca.

Con Kamala Harris, cuesta descubrir en cuáles de estos grupos de votantes "veleidosos" influirá para que den su voto a Biden en las elecciones de noviembre. De momento, está por definir el campo al que Harris puede apelar y son evidentes los puntos débiles por los que la podrán atacar.

Empecemos por su historia familiar, contraria a la imagen que ha tratado de cultivar desde que se presentó como candidata presidencial en esta campaña. En estos momentos en que el Partido Demócrata está lanzado a una imagen progresista extrema y en que acentúan los prejuicios racistas, Harris difícilmente podrá utilizar su biografía ni su procedencia racial para atraer a los elementos más radicales, ni tampoco para modificar las posiciones de la América anti elitista que votó por Trump.

Porque la senadora de California no proviene de una familia de inmigrantes de color, grupos normalmente desaventajados y con dificultades: ciertamente, sus dos progenitores inmigraron a Estados Unidos, pero no para ganarse el pan limpiando casas o trabajando el campo, sino que su padre, nacido en una familia pudiente de Jamaica, cursó sus estudios universitarios en Londres antes de trasladarse a California para completar su doctorado y convertirse en catedrático de Economía en la prestigiosa universidad de Stanford. Su madre llegó de la India para doctorarse en Medicina y se dedicó a la investigación oncológica.

Si sus orígenes familiares no son humildes, tampoco lo es su situación familiar actual, porque su marido tampoco es de color, sino el abogado blanco y "anglo", Douglas Hemloff, tan anglo de aspecto como de nombre.

Para ponérselo más difícil, su propio padre, Donald Harris, reconoció que su familia fue propietaria de esclavos en Jamaica.

Si este "pedigree" familiar debilita su posición ante votantes pobres o negros, tampoco atrae a la "otra América", esta América silenciosa que trabaja en fábricas, oficinas o explotaciones agrícolas entre los montes Apalaches y las Rocosas y que arrastra un fuerte resentimiento contra las élites urbanas y costeras.

Pero Harris tiene ahora otra baza en su favor, o mejor dicho ofrece un apoyo importante a Biden. Porque si habitualmente los candidatos a la vicepresidencia no aportan muchos votos al que quiere ocupar la Casa Blanca, en esta campaña Harris tiene una importancia mayor que en elecciones anteriores: muchos temen que Biden, si llega a la Oficina Oval, no conseguirá acabar su mandato a causa de lo que parece una pérdida senil de facultades.

Harris, 23 años más joven que él y con una carrera brillante, parece tener las facultades físicas y mentales necesarias para ocupar su cargo en caso de que fuera necesario y, si esto ocurriese, es muy posible que ganase las siguientes elecciones presidenciales y conseguiría lo que Hillary Clinton no pudo lograr hace 4 años: convertirse en la primera mujer presidente de Estados Unidos.