madrid - Pedro Casablanc (Casablanca, Marruecos, 1963) tiene su agenda de trabajo prácticamente llena. Es uno de los actores que más producciones ha hecho en los tres últimos años. El cine y la televisión le alejan de una de sus grandes pasiones, el teatro, pero vuelve a él siempre que puede. En los últimos tres años no ha tenido tiempo casi ni para respirar y ha encadenados producciones de cine y televisión constantemente.
En estos momentos el menos “corrupto” de la historia?
-Ja, ja, ja? Ahora no cometo tropelías porque los guionistas me han metido en el hospital. Soy un tipo que representa muy bien la idiosincrasia española, la corrupción es algo natural en la gente y en Fernando Saldaña, mi personaje.
Natural en la gente cuando se alcanza el poder, supongo.
-Sobre todo si tienes poder, sí. Pero la corrupción existe en todos los ámbitos y la practica mucha gente. Haces como que no te das cuenta y sigues viviendo de ella. También otra postura cómoda es pensar: Esto siempre ha sido así. ¿Por qué lo vamos a cambiar si siempre nos ha ido bien así?
Parece que a Fernando Saldaña, su personaje, le han cortado las alas.
-Sí. Me han desplumado. Pero vamos a asistir a una recuperación lenta, pero decisiva y decidida de mi personaje. Él quiere volver al poder, y es que el poder no solo corrompe, sino que tiene un atractivo increíble y un poder de seducción enorme.
Así que lo de la erótica del poder es verdad.
-Absolutamente. Saldaña es una víctima de la erótica del poder.
Lo de víctima? Lo que es usted en la serie es un corrupto.
-Lo es, lo es? Es una víctima de la erótica de Patricia Vico.
¿Perdone?
-Ja, ja, ja? Del personaje de Patricia Vico, de Nuria. Patricia borda este personaje. Saldaña está muy enamorado de ella, de la alcaldesa. Y en cuanto se recupere de este tropezón de salud que ha tenido, no se sabe si es un infarto, no se cuenta cómo es, va a volver al ataque con fuerzas renovadas. Al ataque para recuperarla a ella y para recuperar el club.
Una serie en la que hay de todo menos juego limpio.
-Qué le vamos a hacer, el fútbol es así. Se mezclan muchos negocios en el terreno de juego.
¿Usted cree? Si es cierto es para sentir miedo.
-Bueno, supongo que está todo un poco dimensionado o exagerado, pero sí que parece que ocurren cosas extrañas. Tampoco puedo decir mucho porque yo no estoy dentro de ese negocio y lo desconozco, pero?
¿Futbolero?
-En absoluto. Es una paradoja, pero creo que hay más de un actor en esta serie que no es muy futbolero, pero yo casi que soy anti futbolero militante. Si hubiera algún partido político que prohibiera el fútbol, ojalá lo hubiera, le votaría.
¿Prohibir el fútbol? No sabe usted lo que está diciendo.
-Bueno, lo de prohibir puede resultar muy drástico, si al menos lo redujeran a lo que pienso que debe estar reducido, yo votaría a ese partido.
El fútbol siempre atrae a los niños. ¿No le ocurría a usted lo mismo?
-No. Además, eso no siempre es cierto, siempre ha habido chicos, siempre los habrá, eso espero, a los que el fútbol les ha dejado fríos. Siempre he sentido cierto rechazo a todo lo que sea la alabanza de la masculinidad o del macho; de los logros del hombre como macho.
Uy, esto no va a gustar a muchos.
-Es lo que pienso. Siempre me ha parecido desagradable el mundo de los vestuarios. He dejado de ir a los gimnasios porque no soporto los vestuarios donde los hombres se miran al espejo y ven qué fuertes son y qué músculos tienen.
No pelea por la tableta.
-Ja, ja, ja? ¿Tableta? Mírame bien y veras que no. En absoluto me peleo yo por esas cosas. Peleo por la decencia, la comodidad y por la educación. Hay ciertas tendencias en el fútbol que no me agradan, se saltan las normas de educación, civismo y de decencia. Esto me produce rechazo.
Se saltan hasta las normas de Hacienda.
-Exactamente. En cualquier otro caso te fríen si te saltas esas normas, pero en el fútbol no, no siempre. No entiendo esa identificación del pueblo llano, de la gente a la que cuesta llegar a fin de mes, con el fútbol y sus futbolistas. Gente que defiende de forma acérrima a unos personajes que ni siquiera conoce. Me sorprende que la gente se identifique tanto como para llamarlos “los nuestros” o para decir: Nosotros hemos conseguido un logro. Hemos metido tres goles.
Identificación plena en algunos casos. No voy a defender el fútbol, pero ¿y si la gente es feliz así?
-Me revuelvo cuando oigo eso de: Hemos metido x goles. No, vosotros no habéis metido un gol, lo han hecho unos profesionales a los que les pagan una barbaridad?
¿Sueldos obscenos?
-A mí me parece que más que obscenos, y los que se alegran y lo celebran son personas que a lo mejor no llegan a fin de mes, que pueden estar a punto de ser desahuciados porque no les da para pagar el alquiler, pero que jalean a un equipo y a unos jugadores que ganan muchísimo dinero. Me parece muy triste.
Si hablamos de su profesión, está usted en uno de sus mejores momentos.
-Llevo ya un tiempo en el que estoy muy bien, y gracias. En Antena 3, se está emitiendo una serie, se titula Toy boy, está grabada en Málaga y la trama se desarrolla en Marbella. También tengo un personaje en ella.
Una serie donde la masculinidad convierte a los hombres en objetos de deseo.
-Mira, pues lo prefiero respecto a lo que ocurre en el fútbol. Pero los futbolistas también son objeto de deseo.
Sobre todo si tienen una ficha económica desorbitada.
-Sí, está claro que también existe la erótica del dinero.
Vamos a ver, no le gusta el cine, pero acaba de rodar una película con Garci, ‘El crack cero’ y que también va sobre fútbol.
-Sí, ya ves cómo son las cosas. Soy don Ricardo, un personaje muy futbolero. Era el personaje que interpretaba José Bódalo en El crack I y II, es el comisario y cuando da órdenes a su gente, lo hace con metáforas futboleras. Garci es un hombre cultismo, un grandísimo director, con el que estoy muy contento de coincidir y de haber trabajado bajo su dirección.
¿Pero?
-Es un futbolero acérrimo. Es lo único que le puedo reprochar. Entre tantas virtudes se le puede perdonar su pasión por el fútbol. Ja, ja, ja?
Esta usted en ‘El silencio de la ciudad blanca’.
-Si la rodamos en Vitoria, en vuestra tierra. Lo pasamos muy bien.
También rodó con Daniel Calparsoro.
-Exacto, el mismo director de Todo por el juego y también estoy en la película que está haciendo ahora, Hacia el cielo.
¿Qué se tiene entre manos?
-Este mes empezaré a rodar un musical, una comedia, utilizando las canciones pegadizas de Raffaella Carrá; se titula Explota, explota. Acabo de terminar una serie que es una coproducción británica y española, White lines. Está escrita por Álex Pina.
Un hombre con suerte, por lo menos en el trabajo.
-En todo. Soy un hombre muy afortunado. Estoy haciendo el trabajo que siempre he querido hacer. Soy actor vocacional desde muy pequeño. A lo mejor me interesaba poco el fútbol porque lo que me interesaba era el teatro. Con esfuerzo, con tesón y poco a poco, he podido conseguir los logros que siempre me había propuesto o, de alguna manera, soñado.
Difícil conseguir los sueños en una profesión como la suya.
-Es verdad. Cuando te dedicas al mundo del arte no puedes permitirte tener objetivos ni a largo ni a corto plazo, no eres un empresario que puede decir: Si fabrico tantas mesas o silla, puedo vender tantas. No, este negocio no funciona así, siempre tienes que soñar cómo llevar a cabo tus fantasías. Es que el mundo en el que vivo es un mundo de fantasías, qué vamos a hacer, los actores no somos personas normales.
Un balance muy positivo en toda su carrera y, sobre todo, en los tres últimos años. Muchos colegas suyos no pueden decir lo mismo.
-Y no me quejo. He trabajado con Almodóvar, con Garci. Se me olvidaba decir que voy a hacer también una serie con Enrique Urbizu. Es una serie de bandoleros, está centrada en el siglo XIX y el escenario es Cádiz. Estoy feliz. ¡Quién me iba a decir a mí que iba a hacer tantas cosas!