Nahuel Tenaglia siempre tiene una relación especial con el gol. Son ya varias temporadas en las que este impagable futbolista argentino de sangre vitoriana concede los tres puntos al Alavés gracias a su instinto asesino ante la portería rival. Pues bien, ante el Levante no fue una excepción en el bautismo liguero.
La pasada campaña ya demostró, sin ir más lejos, su alma de delantero en la recta final del curso tras anotar un gol ante la Real Sociedad que allanó el camino hacia la permanencia. Esta vez ante los granotas volvió a confirmar que posee un don especial para transformarse en un delantero y extraer petróleo de una acción sin aparente peligro.
Cuando dos puntos parecían volar de Mendizorroza, surgió la inconmensurable figura del defensa nacido en Saladillo para brindar una victoria de un valor incalculable al Glorioso.
Incrustado en el segundo palo sabiendo que podía llegar su momento de gloria, Tenaglia ajustició al Levante con un tanto que hubiese firmado el killer más voraz de la máxima categoría. Con su pierna izquierda alojó de manera incontestable en la red un balón servido por Antonio Blanco desde el flanco derecho que ningún defensor del Levante acertó a despejar pese al bosque de piernas.
Tenaglia no solo fue básico en ataque con su gol de oportunismo sino que atrás volvió a imponer su jerarquía, esta vez al lado de Garcés en el eje de la zaga. Ambos argentinos conformaron la pareja de centrales ante el Levante, quedando el multiusos Otto desplazado a la derecha y Parada a la izquierda.
Coudet quemó las naves introduciendo varios hombres de refresco como Mariano, Abde y Calebe, pero tuvo que ser Tenaglia quien levantase de sus asientos a los aficionados
Una reordenación de efectivos por parte de Coudet en una parcela defensiva que, con independencia del oficio y casta de los sudamericanos, necesita algún refuerzo de aquí al cierre del mercado.
Tenaglia salvó los muebles para un alavesismo que tan solo explotó de júbilo en el descuento tras un partido donde llevó la manija con cierta suficiencia y fue un grupo bastante punzante en ataque. Desde el pitido inicial, el conjunto albiazul buscó con ahínco y determinación el gol ante un Levante bastante replegado y con poco punch. Fueron numerosas las aproximaciones al área granota hasta que el Glorioso encontró la recompensa a su insistencia.
Tras un córner que la defensa visitante no acertó a despejar, la escuadra de Coudet halló un tesoro gracias a un envío milimétrico de Aleñá que Toni Martínez alojó en el fondo de las mallas mediante un cabezazo como mandan los canones.
Jarro de agua fría y redención final
Carlos Vicente fue un puñal por la banda derecha liderando las embestidas albiazules. Manu Sánchez, su antiguo compañero de vestuario en Mendizorroza, sufrió pesadillas con el extremo maño hasta que fue relevado. Le superó casi siempre y desde el comienzo de la velada convivió con la amenaza de la expulsión tras recibir una amarilla.
Tras el intermedio, el empuje albiazul perdió algo de fuelle. Cuando el partido estaba en una fase anodina en la que no pasaba nada, llegó el jarro de agua fría en Mendizorroza. Garcés no se mostró todo lo expeditivo que Coudet hubiese deseado para despejar un balón en la frontal del área y el Levante terminó empatando por mediación de Toljan tras un despeje inicial de Sivera.
Coudet quemó las naves introduciendo varios hombres de refresco como Mariano, Abde y Calebe, pero tuvo que ser Tenaglia quien levantase de sus asientos a los aficionados presentes ayer en Mendizorroza con un gol de bandera que permite al Alavés arrancar de la manera soñada su nueva andadura en la élite