La ganadora de los últimos comicios daneses -Mette Frederiksen, de 41 años- será seguramente la próxima jefa de Gobierno y con ello, la persona más joven en ocupar ese cargo en el país desde la II Guerra Mundial.

También será la segunda mujer en alzarse con la jefatura política de Dinamarca y es ya algo así como la Juana de Arco de la socialdemocracia danesa, puesto que su victoria electoral ha resucitado un partido que parecía haber perdido todo atractivo para los daneses desde el 2015.

Pero Mette Frederiksen no lo tiene fácil para formar coalición parlamentaria. En gran parte, porque la fórmula política con que ha triunfado en las urnas es una inverosímil mezcla de progresismo ideológico y ultranza reaccionaria. Su programa aúna ideas sociales casi extremistas con un programa nacionalista tan cercano a la xenofobia que deja en este campo en pañales a la francesa Le Pen y al magyar Orban.

Si uno pensara solo en la problemática política danesa, la fórmula de Mette podría parecer “obligada por las circunstancias”. Pero una mirada a la biografía de esta mujer oriunda de un barrio obrero de Aalborg (norte de Dinamarca) da pie también a otras interpretaciones. La primera de todas, que la personalidad de la nueva heroína socialdemócrata es conflictiva y complicada.

Lo de conflictiva podría ser consecuencia de su larga carrera política -ingresó en las juventudes socialistas a los 15 años y a los 24 ya era diputada en el Parlamento nacional-, una carrera que conlleva forzosamente una psique ambiciosa, dominante. Así, si bien su antecesora en la jefatura del Gobierno -la también socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt- no dudó en incorporarla a su Gabinete (tuvo, sucesivamente, las carteras de Trabajo y Justicia), la convivencia política y personal de las dos mujeres durante la legislatura del 2011/2015 fue la mar de tensa, rozando la animosidad.

Pero en su vida personal Mette Frederiksen también resulta ser una persona difícil y de conceptos complicados. Tiene en su haber un matrimonio disuelto (del que surgieron dos hijos), una relación sentimental libre con un fotógrafo y un plan de estudios un tanto sorprendente: en la universidad cursó Ciencias Sociales y Africanidades.

Y si se miran esos estudios a la luz del programa político con que Mette Frederiksen ha convencido a la mayoría (relativa) de los daneses, la conclusión también es sorprendente: el adoptar un visión muy de izquierdas de la solidaridad en la sociedad no le ha impedido ser al mismo tiempo más que reacia a aplicar esa visión a los inmigrantes, fugitivos y exiliados que pretenden recalar en Dinamarca.