Comer local en tiempos globales
Consumir productos de proximidad es una forma de resistencia y autonomía al tiempo que se protege el medio ambiente
Si la pandemia, la crisis de las cadenas de suministro y la guerra de Ucrania pusieron de manifiesto la importancia de los productos de kilómetro cero, la política arancelaria de Donald Trump ha convertido cómo proteger nuestras economías en una cuestión de urgencia. Y aquí, los productos de cercanía juegan un papel fundamental. Llenar la cesta de la compra con alimentos locales ya no es una decisión ecológica, es un gesto con poder geopolítico.
Este domingo Kuartango celebra su XXI Feria del perretxiko y la vaca terreña
Pero, ¿qué es una guerra arancelaria y cómo afecta en Álava?
Y aunque solo el 4% de las exportaciones alavesas en 2024 se dirigieron directamente a Estados Unidos, sectores como la automoción, el vino, la aeronáutica y el acero se pueden ver particularmente afectados. Si Trump hace realidad sus amenazas, el Gobierno Vasco calcula un impacto directo de 400 millones de euros y de 1.200 millones indirecto en Euskadi.
¿Cómo afecta a los productos agroalimentarios?
La economía global impacta directamente en los precios y la disponibilidad de los productos que consumimos. Un mayor precio en el origen de un producto, o en uno de sus componentes a lo largo de la cadena de suministro, conllevará tarde o temprano una subida de precios en destino.
Algunos productos agroalimentarios de EEUU ya soportan aranceles: 5% en hortalizas, 12% en confitería y 17,4% en lácteos, según Maldita.es. Si se aplican los nuevos aranceles, productos como el vino, el txakoli, el aceite y las legumbres tendrían un recargo adicional del 20%.
Lo que ha puesto de manifiesto esta guerra arancelaria es que cuanto más lejos está nuestra comida, más vulnerables somos. Y Álava tiene mucho margen de mejora. Según un informe del Centro de Estudios Ambientales (CEA) para el Ayuntamiento, actualmente solo el 1% de los productos frescos consumidos en Vitoria-Gasteiz proviene de la provincia. El 99% restante viaja desde otros territorios.
Los productos de cercanía
Una de las ventajas de consumir productos locales es que se consigue reducir la exposición a crisis logísticas y fluctuaciones internacionales. Y, de paso, se aumenta la capacidad de abastecimiento interno, protegiendo empleos rurales y asegurando un acceso más estable a alimentos básicos. En este sentido, tanto el Gobierno Vasco, como la Diputación y ayuntamientos han puesto en marcha diversas iniciativas para paliar el efecto de esos posibles aranceles y fomentar el consumo de productos de kilómetro cero.
Por un lado, se han creado ayudas al sector agroganadero y vitivinícola por 5,5 millones de euros y otra partida, de 25 millones para Nekafin, a través del Instituto Vasco de Finanzas, con el objetivo de cubrir las necesidades de circulante de los productos de vino, sidra y cerveza de elaboración artesanal. También se inauguró el pasado lunes la Oficina de Defensa Arancelaria para informar a las empresas.
Álava abrirá en los próximos días una Oficina de Defensa Arancelaria para ayudar a sus empresas
Por otro lado, y desde ya varios años, se trabaja para fomentar la producción y el consumo de productos de cercanía. Basaldea, en Vitoria-Gasteiz, impulsa el agroemprendimiento ecológico local facilitando la venta directa de productos frescos y de temporada. Cooperativas como Udapa, especializada en la producción y comercialización de patata alavesa; Garlan, centrada en cereales, legumbres y oleaginosas; o Natuaraba, dedicada a productos frescos ecológicos, apoyan a los productores locales y facilitan el acceso a alimentos de proximidad para el consumidor.
Estas y otras muchas iniciativas buscan reforzar la soberanía alimentaria, es decir, la capacidad de una comunidad o región de decidir qué, cómo y para quién se produce. Pero falta un actor principal: el consumidor.
El poder geopolítico del consumidor
El impacto de nuestras decisiones cotidianas es mayor de lo que parece. Elegir un queso Idiazabal de caserío alavés o una cesta de verduras de Basaldea es una forma de redistribuir la riqueza y reforzar la resiliencia del territorio. El consumo local es una herramienta de defensa económica: mantiene el empleo, diversifica la producción, impulsa la economía local y reduce la dependencia exterior.
Premios internacionales para dos queserías alavesas de Idiazabal
Estos productos no son difíciles de encontrar. Los mercados rurales, las ferias agroalimentarias, las plazas de abasto, los pequeños comercios y las grandes superficies cuentan con productos de cercanía.
Comer local no es solo una apuesta económica o política. Se trata de decidir dónde queremos que esté la riqueza, quién queremos que la produzca y con qué valores.