Los concejales solían recibir de pie y con respetuoso ademán a Paquita Sambartolomé cuando accedía a la sala de comisiones del Ayuntamiento de Vitoria para sacarle chispas al turno popular. La histórica portavoz de Abetxuko siempre fue una especie de mamma italiana. Vivió volcada en su barrio, terriblemente orgullosa de esa especial unidad que lo caracteriza, preocupada hasta el límite por cubrir sus continuas necesidades, en activo incluso cuando las piernas le dijeron basta. Acertó en sus batallas muchas veces y puede que errara en alguna ocasión, consecuencia de esa inherente vocación de servicio que primero le hizo ser monja, después madre de cinco hijos y más adelante todo un referente del movimiento vecinal de la ciudad. Desde el domingo, de ella ya sólo se puede hablar en pasado. Casi todos sus convecinos, sin embargo, la siguen recordando en presente. Se dice que las grandes mujeres dejan huella. Y ella lo fue.

Sor Rosario Gallego de Alba sobrelleva su pérdida con agridulce nostalgia. La directora del colegio de La Inmaculada conoció a la Paquita religiosa, madre y compañera, tan enérgica como la líder vecinal. Una valiosa relación de sesenta años plagada de historias. "Soy de Palencia y me destinaron a su pueblo, Alfaro del Patriarca, en Valencia, en 1953. Allí la conocí. Todavía no era religiosa. Después me mandaron a Abetxuko y al poco llegó ella, ya como monja", rememora. Esa jovencita enseguida destacó por su enorme capacidad de servicio y un contagioso dinamismo. Según relata su amiga, "era muy alegre, una gran conversadora, tenía una gracia tremenda para contar su vida y movilizó muchísimo a la parroquia, incorporando cosas propias de su tierra, como que en las primeras comuniones una orquesta recogiera a cada niño en casa". No obstante, el torbellino perdió pronto los hábitos. Al empezar los sesenta, conoció a Rafael Pérez Ozaeta. El carnicero, como le conocen en el barrio, ya fallecido.

Paquita trabajó en el negocio y ejerció de ama de casa mientras crecía su prole. Siempre vinculada al trabajo vecinal, fue hace 23 años cuando recaló de lleno en el movimiento asociativo al ser elegida portavoz de Uribe-Nogales. "Hizo mucho, muchísimo, por nosotros. Al principio esto fue una ciudad sin ley y ella contribuyó a la construcción de un barrio unido con una identidad especial", sostiene la religiosa. La última vez que habló con su amiga octogenaria fue el pasado viernes. "Fui de visita a su casa, como era habitual. Estaba ya muy enferma. Me dijo que había soñado conmigo, que nos habíamos reído mucho. Al despedirnos le dije hasta mañana y ella me respondió con una sonrisa que se me quedó grabada". Sor Rosario se emociona. "Nos hemos querido muchísimo", dice. Y eso que desencuentros también tuvieron, claro, sobre todo a cuenta del tranvía. "Yo estaba a favor y ella no", explica, "y fue todo un dolor de cabeza". La religiosa recuerda con humor la discrepancia, aunque hay vecinos que consideran aquel asunto uno de los principales lunares de la historia de Sambartolomé al frente del barrio.

"Nunca llueve al gusto de todos, eso está claro, pero hubo que hacer otra asociación para defender el tranvía", lamentan José Vindel y Juana Martínez, un matrimonio con 59 años de vivencias en Abetxuko. Ellos siempre creyeron que era mejor un medio de transporte hasta mitad del pueblo que no tener ninguno, aunque reconocen que la insistencia de Paquita permitió la revisión una y mil veces del diseño hasta esbozar un metro ligero con subida y bajada por los mismos raíles en vez de con una doble vía que habría devorado las aceras. "Indudablemente, defendió lo que creía que era mejor para el barrio, aunque muchos no pensáramos igual, y también hizo cosas buenas", admiten. Otros le rinden absoluto agradecimiento. Andrés Miguel Sánchez y Juana Valdestilla tienen muy claro que Sambartolomé "miró toda la vida por Abetxuko".

Cuando ellos la necesitaron por la controvertida reforma de la calle Los Tilos durante el mandato socialista, Paquita lideró las quejas con una firmeza apasionada. Ella logró que una calle de tamaño modesto alejada del centro de la ciudad se convirtiera en protagonista de comisiones y ruedas de prensa, aunque nunca llegaron a subsanarse todos los defectos. Y eso que para entonces su salud ya renqueaba. "No podía andar y la traía su hija en coche hasta aquí, fue al Ayuntamiento, consiguió que viniera el alcalde... Siempre tan persuasiva y al pie del cañón", aplauden. El tiempo pasó factura a su cuerpo, pero ella nunca se arrugó. Pilar López, directora de Teatro Paraíso y vecina de Abetxuko, siempre la consideró "una persona luchadora, comprometida, que no se conformaba con el destino que parecía escrito para el barrio, dispuesta a dignificarlo y protegerlo". Tan tenaz ella.

Pilar cree que Paquita representó a Abetxuko "con fuerza , coraje y originalidad", capaz como ningún otro portavoz vecinal de reprender a los políticos sin faltarles al respeto, "con esa forma tan campechana pero firme de relacionarse con todo el mundo". La directora de Teatro Paraíso, otra mujer implicada durante años en el devenir de este especial rincón de la ciudad, agradece a la líder de Uribe-Nogales haber aportado "una imagen, una presencia especial, que permitió que este barrio no dejara de existir, que las carencias se fueran resolviendo, para seguir avanzando y no quedarnos estancados". No obstante, conocerla a nivel personal también fue un regalo. Todos los que alguna vez disfrutaron de tiempo a su lado, como ella, sostienen que era "una magnífica narradora, con un gran sentido del humor y mucho ritmo narrativo". Escuchar sus historias sobre su vida aquí y en Valencia "resultaba una auténtica delicia".

Seguramente el de hoy sea un funeral masivo. Mucha gente admiró a la monja valenciana, madre abetxukoarra y líder vecinal. Como Begoña Zaldívar, integrante durante largo tiempo de Uribe-Nogales. "Paquita fue una mujer terriblemente entregada, con sus aciertos y desaciertos, porque sólo el que no hace nada no se equivoca. En todos los logros conseguidos ha estado ella involucrada, en parte gracias a su esfuerzo y a una gran capacidad de sacrificio, porque quitó de su tiempo y de su familia para dedicarse a nosotros, para ir al Ayuntamiento, a la Diputación, al Gobierno Vasco... Otros barrios no tienen portavoces como ella", subraya la vecina. Con gesto apesadumbrado, Begoña observa el anuncio del fallecimiento de Paquita pegado en la fachada de la sede del colectivo. "Es una gran pérdida", sentencia, "pero muy grande".