El baserri es mucho más que una simple construcción: es un símbolo que reúne siglos de historia, cultura y tradición de nuestro pueblo. Estas casas, que combinan vivienda y espacio de trabajo agrícola, han sido durante muchas generaciones el corazón de la vida rural en Euskadi y aún hoy siguen manteniéndose.

Con sus características arquitectónicas únicas y un marcado papel en la sociedad vasca, el baserri se ha mantenido como testigo de los cambios históricos y sociales, así como nexo de unión entre lo campestre y lo urbano

Parta entender mejor su funcionamiento, vamos a echar un vistazo a su historia.

Origen e historia del baserri

El término "baserri" proviene de la unión de dos palabras en euskera: "baso" (bosque) y "herri" (pueblo). Es decir, su traducción literal sería algo así como “casa en el campo” o “casa en el bosque”, siendo dos términos que encajan perfectamente con su esencia.

Aunque es difícil establecer una fecha exacta para su origen, muchos estudios afirman que su estructura actual podría haber surgido en la Edad Media, cuando la expansión agraria en en Euskadi llevó a la creación de estos hogares rurales.

El baserri fue la base de la organización económica y social de las familias de antaño. En estas edificaciones, la planta baja estaba dedicada a las labores agrícolas, con establos para los animales y espacio para almacenar los cultivos.

Asimismo, el piso superior albergaba las habitaciones de la familia. En muchas ocasiones, una sola familia podía vivir en el baserri durante generaciones, conservando el legado familiar a lo largo del tiempo.

Arquitectura funcional y de gran valor

Los baserris no son simplemente estructuras funcionales: también son un pilar básico de la arquitectura vasca. Construidos con materiales locales como piedra, madera y teja, se integran adecuadamente en el paisaje rural. 

Normalmente, sus tejados son de doble vertiente, a menudo muy inclinados, para soportar lluvias y nevadas en condiciones. Respecto al tamaño, son lo suficientemente grandes como para cobijar a la familia, al igual que los animales y los víveres. 

Otro aspecto arquitectónico es el soportal, un espacio cubierto en la parte frontal del edificio. En algunos casos, estas casas también incluían hornos de pan y lagares para la producción de sidra o vino.

A lo largo de los siglos, los baserris se han adaptado a los avances tecnológicos y a los cambios económicos, incorporando modificaciones progresivamente.

Imagen de un baserri. OV

Epicentro de la vida comunitaria

El baserri también ha sido la base de la estructura social vasca en las zonas rurales. Las familias mantenían un fuerte sentido de pertenencia a su entorno, lo que contribuía a la cohesión de la comunidad en estas áreas.

La herencia de esta edificación era un asunto importante en la sociedad vasca. El modelo más común consistía en que el hijo o hija mayor heredaba la propiedad completa, asegurando la continuidad de la explotación familiar y evitando la división de las tierras. 

El baserri también tenía un rol importante en la identidad cultural. Las tradiciones se transmitían en el entorno doméstico, manteniéndose vivas gracias a la vida rural. Incluso su arquitectura refleja la mentalidad vasca: resistente y arraigada a su tierra.

En la actualidad

Pese a los cambios que ha experimentado Euskadi en las últimas décadas, el baserri sigue siendo un icono vivo de nuestro pueblo. Aunque la urbanización y el abandono de las áreas rurales han supuesto desafíos, muchas familias mantienen sus viviendas en activo.

Hoy día, algunos de ellos han sido restaurados y convertidos en alojamientos rurales o casas de agroturismo, lo que permite a los visitantes conocer de primera mano este modo de vida

Además, en el imaginario colectivo, el baserri continúa siendo un símbolo de pertenencia, trabajo y respeto por la tierra. Se trata de una forma de vida que, aunque en algunos casos se ha modernizado, conserva intacta su esencia. 

Fotografía del baserri Egileor Ander Zangitu Orbea