En su batalla para no perder influencia en Europa, los territorios del atlántico están a punto de pulsar el botón para convertirse en la ansiada macrorregión. El Gobierno vasco va a presidir el martes una reunión decisiva de la Comisión Arco Atlántico, una Asamblea General que tendrá lugar en Cardiff, Gales. Allí se espera cerrar el diseño de esa futura macrorregión y, sobre todo, pedir el necesario aval del Consejo de la Unión Europea para que inicie el procedimiento y puedan obtener ese estatus. 

El lehendakari Urkullu, el presidente de turno de esta comisión, se ha encargado de despejar el terreno con una intensa agenda de contactos con los propios territorios implicados (como Gales, Galicia, Asturias, Cantabria, Nafarroa y Nueva Aquitania, que han garantizado su apoyo). Este movimiento se realiza aprovechando que Pedro Sánchez va a asumir la presidencia de turno del Consejo de la Unión el próximo 1 de julio durante seis meses y, al menos según ha declarado el socialista en público, está dispuesto a canalizar esta macrorregión. Es Sánchez, cuando presida el Consejo de la Unión, quien tiene que elevar un mandato a la Comisión Europea con la creación de esa macrorregión.

En el encuentro, que se celebrará entre el martes y el miércoles, participarán los responsables de acción exterior de los territorios. Por la parte vasca, por tanto, ejercerá como portavoz la secretaria general de Unión Europea y Acción Exterior, Marian Elorza, en nombre del lehendakari. Lehendakaritza eleva esta reunión a la categoría de “decisiva” y cree que servirá para dar un “impulso definitivo” a la macrorregión atlántica. En estos momentos, la macrorregión se visualiza como una especie de salvavidas para no perder la influencia en Europa. El atlántico quiere hacer presión porque el eje del protagonismo se está desplazando hacia el este ante la próxima incorporación de nuevos países a la Unión Europea tras la guerra en Ucrania, la salida del Reino Unido del club comunitario ha dejado al flanco oeste sin un representante muy potente, y las resistencias del Estado francés a impulsar las conexiones con el sur por razones económicas y migratorias tampoco ayudan. 

La macrorregión agruparía a 60 millones de personas, el 12% de la Unión Europea, y acogería en su seno a territorios de los estados español y francés, Irlanda, Reino Unido y Portugal, lo que supone un importante contrapeso en la balanza y representa a un número suficiente de habitantes como para evitar ser ignorada o minusvalorada. Dar el salto a la macrorregión brindaría a estos territorios un marco más institucional de cooperación, les abriría las puertas a la colaboración con zonas ultraperiféricas y ayudaría a optimizar sus Presupuestos. Lo que está en juego con la influencia son inversiones contantes y sonantes, infraestructuras de transporte y conexiones energéticas.

Lo que se vota

En esta reunión se votará una “declaración que establece la configuración de la macrorregión”. Además, se abordará la candidatura de Quebec como miembro asociado de la comisión y estará presente un representante de su gobierno. A él se le sumarán el presidente de la Conferencia de Regiones Periféricas Marítimas, Cees Loogen; y un integrante del Parlamento europeo, así como representantes de centros de investigación atlánticos.

Todos ellos serán recibidos por el ministro principal de Gales, Mark Drakeford. El Gobierno vasco concede valor simbólico al hecho de que Cardiff sea la sede, porque es la primera vez que este grupo se cita en Reino Unido tras el Brexit. A pesar de haber apoyado en su momento la salida de la Unión Europea, las autoridades de Gales están muy implicadas en las iniciativas para no perder fuelle en Europa. El propio lehendakari pudo testar esta voluntad en su reunión de marzo con Drakeford. 

En teoría, no deberían quedar piedras en el camino. Sánchez anunció que está dispuesto a canalizar la macrorregión y que ha realizado gestiones diplomáticas; el embajador francés, Jean-Michel Casa, confirmó en abril a Urkullu que no ve “dificultades” siempre y cuando lo proponga Sánchez; y Portugal es abiertamente entusiasta y hace piña con el lehendakari para no perder tampoco el tren de alta velocidad.