La cruzada de David Cameron contra el luxemburgués y candidato a presidir la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, entra hoy en su recta final. Los jefes de estado y de gobierno de la UE se vieron ayer las caras pero en un escenario tan simbólico -la conmemoración del inicio de la Primera Guerra Mundial en la localidad belga de Ypres, escenario de duros enfrentamientos y donde descansan miles y miles de caídos-que la última batalla política tendrá que esperar hasta hoy en Bruselas. Cameron ha prometido que luchará “hasta el final” pero su aislamiento y la falta de veto hacen imposible que el candidato del PPE no salga hoy refrendado por los líderes europeos.
La de ayer en Ypres -no acudió Mariano Rajoy que prefirió quedarse en la cumbre de la Unión africana en Guinea Ecuatorial y reunirse con Teodoro Obiang- fue una ceremonia de mensajes de unidad. Todo lo que faltará hoy cuando se reúnan en el Consejo Europeo. En la agenda muchos asuntos, desde la firma de acuerdos de asociación con Ucrania, Moldavia y Georgia hasta el aval a las recomendaciones de política económica, pero sin duda uno que focalizará toda la atención: el nuevo presidente que sustituirá en octubre al portugués Durao Barroso.
Cameron mantiene su frontal oposición. Insiste en que Juncker no es la persona idónea para pilotar la nave, que es un hombre del pasado, demasiado europeísta, malo para Europa y está empeñado en forzar hoy un voto que deje constancia de que Londres no lo quiere. “Habrá una votación y veremos. Es el primer paso en una campaña para garantizar el cambio en Europa”, advirtió ayer en una entrevista con la BBC. A su juicio con esta decisión, los jefes de estado y de gobierno renuncian a su derecho a elegir presidente de la Comisión. “Plantearé este argumento, me mantendré firme, defenderé mis principios e insistiré en esa votación. No voy a pedir disculpas”, dijo.
aislamiento de londres El problema es que con la única excepción del húngaro Viktor Orban, el resto de líderes -incluídos el holandés Mark Rutte y el sueco Fredrik Reindfelt y los socialdemócratas liderados por François Hollade y Matteo Renzi- han dado su apoyo a Juncker. Así que el aislamiento de Londres es, y salvo sorpresas o promesas de última hora, inevitable. “Un voto en contra no sería un drama. Tenemos que intentar conseguir un alto nivel de consenso. Pienso que podemos encontrar un compromiso”, decía ayer con resignación la canciller Angela Merkel a su llegada a la cumbre del PPE. Mucho más crítico, en la cumbre de los socialistas, el candidato a presidir el Parlamento, Martin Schulz. “No es un comportamiento político normal. Ustedes, yo, todo el mundo tiene que vivir de vez en cuando con decisiones en las que somos minorías o con las que no estamos de acuerdo. Se puede estar en contra de Juncker pero no debería llevar a un aislamiento total”, señaló. Hubo otros que lanzaron guiños a Londres pero subrayando que las puertas para Juncker estarán desde hoy abiertas. “Comprendo a David Cameron, es un hombre de principios y considera enérgicamente que Juncker es demasiado proeuropeo” pero “creo que es un candidato extremadamente bueno. Es experimentado, ha sido primer ministro de Luxemburgo casi dos décadas, ha dirigido el Eurogrupo. Apenas puedo imaginar a alguien que pueda hacerlo mejor”, añadía el recién nombrado primer ministro finlandés, Alexander Stubb.
Aunque en la cumbre solo está previsto aprobar el candidato a presidir la Comisión todo forma parte de un paquete de altos cargos que también se pondrán sobre la mesa. Las decisiones sobre puestos como alto representante de la UE para la política exterior, presidente del Consejo Europeo o la posibilidad de crear una presidencia permanente del Eurogrupo quedarán, no obstante, para una segunda cumbre que tendrá lugar una vez que la Eurocámara, la institución que tiene la última palabra, confirme el 15 de julio el nombramiento de Juncker. El camino, sin embargo, empieza a despejarse. Al pacto PPE-PSE se sumaron ayer los liberales, un apoyo importante dado el escaso margen de maniobra que tiene los dos grandes grupos para aprobar el nombramiento con 412 escaños -se necesitan 376 para aprobar el nombramiento-, la amenaza de laboristas y conservadores húngaros de votar en contra y la incertidumbre que arroja el hecho de que el voto será secreto.