cabo de caer en la cuenta de lo mayor que soy. No se lo van a creer, pero uno empieza a ser consciente de los años que acumula cuando las circunstancias de la vida ponen de los nervios a esa parte de la población que vive, disfruta y exprime las noches, las calles y el ocio hasta su última gota (literal) y, sin embargo, tú, ni fu ni fa, eres capaz de asumir lo que llegue con una filosofía casi oriental. Con todo este preámbulo quiero trasladar la idea de que las nuevas restricciones inherentes al estado de alarma actual no me han impresionado demasiado. Ni siquiera la imposición del toque de queda. Verán, con la acumulación de los años, los usos y las costumbres de la juventud hace tiempo que han quedado atrás y las noches, para alguien como yo, ya entrado en años, se dedican a intentar disfrutar de las actividades caseras, entre ellas, dormir, ya sea lunes, viernes o domingo. Vamos, que lo de quedarme en casa encerrado desde las 23.00 hasta las 6.00 horas no va a suponer un trauma difícil de digerir. Antes al contrario, casi que me hacen un favor, ya que en los últimos meses he sido capaz de acoplarme sorprendentemente a mi sofá y a las capacidades de mi frigorífico y de mi televisión en un ejercicio de adaptación digno de ser analizado.