El incontestable triunfo de Boris Johnson y el Partido Conservador, por ese orden, en las elecciones británicas, con un incremento de 66 escaños, hasta los 364 que le dan mayoría absoluta en los Comunes, logra finalmente la legitimación social del brexit a través del acuerdo negociado y alcanzado por el primer ministro. Sea porque Johnson ha convencido de la conveniencia de abandonar la UE al electorado, porque este ha preferido la salida a través de un acuerdo que sin él, sea porque estaba simplemente harto de un proceso al que pretendía poner fin de cualquier modo o sea por otras causas, como el nefasto liderazgo laborista de un Jeremy Corbyn abocado a la dimisión, la rotundidad del triunfo tory permitirá al (ahora sí) elegido premier implementar un acuerdo al que Westminster se había resistido. A partir del 31 de enero, si no antes, Johnson iniciará el proceso, que se puede prolongar dos años, para culminar su salida de la UE y negociar la nueva relación que Londres pretende con los hasta ahora socios europeos. Sin embargo, las mismas elecciones que han despejado a Gran Bretaña el horizonte del English Channel (Canal de La Mancha), envuelven en niebla, un pea-souper tan denso como el que cubrió las islas en 1952, el que se contempla más allá del Muro de Adriano y del Mar de Irlanda. Al norte, porque el aún más incontestable triunfo del Scotish National Party (SNP), 48 de los 59 escaños escoceses en juego, legitima la posición contraria al brexit de la sociedad escocesa y fundamenta el planteamiento de un nuevo referéndum de independencia que la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ya exige. Si Johnson mantiene el rechazo que ha anunciado, los dos años del proceso de salida y negociación con Bruselas pueden acabar minando definitivamente la relación entre Edimburgo y Londres y apuntalar una muy mayoritaria reclamación de independencia. Al oeste, en Irlanda del Norte, porque los 10 escaños contrarios a la salida de la UE -Sinn Fein (7), SDLP (2) y Alliance (1)- por los 8 del unionista DUP, confirman el rechazo (54%) que ya mostró la sociedad norirlandesa al brexit en 2016, dan continuidad al lento pero inexorable descenso del unionismo radical y confirman la dificultad de separar lo que los Acuerdos de Viernes Santo han acercado entre las dos partes de Irlanda. Johnson, efectivamente, ha abierto la puerta de salida de la UE, pero ¿podrá cerrar la de la actual Gran Bretaña?