Pero no ONU para todos, como acaba de dejar claro la propia organización en su reciente, deplorable y última (es un decir) declaración sobre el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. Resumo: el último plan de Naciones Unidas para el conflicto consiste en reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara y recomendar una limitada autonomía saharaui (sobre unos territorios robados por el propio Marruecos a los saharauis) y tutelada por un sátrapa llamado Mohamed VI, fulano coronado que mantiene a sus propios paisanos en un nivel de pobreza inversamente proporcional a su inmoral nivel de riqueza individual.
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Y ahora este tipo celebra el 50 aniversario de la Marcha Verde (Marcha borde, diría yo) trampantojo elaborado por su padre Hassan II, mientras esperaba que Franco reventara de una vez en aquel movido 1975. ¿Idea nuclear?: “Si no puedes acabar con la pobreza de tu país, cámbiala de sitio”. Y juntó a 350.000 desarrapados marroquíes -en su mayoría mujeres y niños- prometiendo tierras y futuro. Lo que se dice el oro y el moro (bien traído ¿eh?). Por supuesto, infiltró entre aquella masa unos miles de soldados y oficiales armados, como muestra de buena fe, más que nada.
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¿Y España? Bien, gracias. Juan Carlos I tras una revista a las tropas allí acuarteladas dijo solemne: “Si Marruecos invade el Sáhara, la primera sangre que se derrame será española”. Y después se quitó el uniforme, se puso un traje de luces de Curro Romero y olé, y ordenó una espantá de cabeza alta pero rapidita, que van a dar la cena, con pocas pero honrosas excepciones. Y luego Felipe González, “amigo de los saharauis”, les negó el pan y la sal clausurando su embajada en Madrid. Y de ahí -me salto el largo memorial de traiciones- la visita a Rabat de Pedro Sánchez para besar las babuchas de Mohamed VI. Como me dijo un saharaui: “El único partido español del que no desconfiamos es del PP: siempre nos han dado lo que esperábamos de ellos... Nada”.
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¿Y Occidente? Pues entre el estupor de unos y el indecente entusiasmo de Francia y Estados Unidos. Macron fue discreto, aunque no dudo de que saltó de lámpara en lámpara en el Eliseo con una botella de Moët Chandon en la mano porque su flota pesquera va a seguir explotando casi por la cara unas aguas que no son ni suyas ni de Mohamed VI. Y en cuanto a Trump, lo único que impidió que se encerrara en un baño de la Casa Blanca con un barreño a perseguir el Guinness a la mayor Donación de Esperma (el Nobel de la Paz se le ha torcido) fue que le ha salido un alcalde demócrata, socialista y musulmán en Nueva York. Que se joda.