Año múltiplo de cuatro, año bisiesto, con dos acontecimientos deportivos destacables. Uno es la Eurocopa de fútbol y el otro son los Juegos Olímpicos, los cuales se celebran en esta ocasión en la ciudad de la luz: París.
Las victorias de las selecciones nacionales o de las medallas de los deportistas se celebran como las mayores gestas. Visitas a las autoridades, homenajes e incluso desfiles son comunes en este tipo de eventos. Todas las competiciones se pueden resumir en dos frases que son “hemos ganado, somos los mejores” o “han perdido, son unos mantas que no valen para nada”. En esta ocasión, la pregunta es: ¿hasta cuándo una victoria es nuestra?
El sentimiento de pertenencia en los seres humanos es uno de los más arraigados. En la antigua Edad Media había casos de personas que en caso de castigo preferían el honor de la muerte al deshonor del destierro. Sí: estamos programados para pertenecer a grupos, comunidades o asociaciones. Ahora bien, como si de inversiones financieras se tratase es conveniente diversificar, ya que en caso de problemas es mejor tener un plan B, y si es necesario un plan C y otro D.
En los grupos humanos los conflictos pueden ser de dos tipos: con otras personas o interiores. A su vez, éstos se subdividen en dos. Puede ocurrir que nuestros valores más profundos hayan cambiado y no estén en consonancia con la organización a la que pertenecemos o lo contrario: nuestros valores son los mismos pero nuestro grupo (o quienes lo lideran) ha cambiado de opinión. Podemos ver un ejemplo sencillo con las elecciones norteamericanas. Seguro que hay votantes habituales del partido republicano que cambian su elección debido a que el candidato elegido es Donald Trump y en sentido contrario, habrá personas que jamás han votado a los republicanos y en este caso lo van a hacer debido a que Trump es de su agrado.
Esta pequeña disquisición nos lleva a relativizar las victorias asociados a grupos con los que simpatizamos ya que puede ocurrir que pasado un tiempo veamos las cosas de otra forma. Eso no quita para disfrutar, pasar un buen rato y en caso de resultado positivo, desde luego, celebrarlo. Se debe tener en cuenta otro aspecto: está demostrado científicamente que una pérdida nos disgusta, en términos absolutos, el doble que una victoria. Según esta teoría, si al ganar nuestro equipo de referencia una escala imaginaria de felicidad sube por ejemplo en diez puntos, una derrota bajaría nuestro nivel de bienestar interior en veinte puntos. ¿Truco mental? Pensar que vamos a perder; así en caso de ganar nos encontraremos mucho mejor. El gran humorista Eugenio, ya fallecido, indica la idea mejor mediante un chiste: “Me encanta jugar al póker y perder”. “¿Perder? ¿Y ganar?”. “¿Ganar? Eso tiene que ser la leche”.
Tanta competición, sea del estilo que sea, nos lleva a olvidar el reto más importante: nuestra vida. En los momentos que dedicamos a hacer balance de nuestra situación personal tendemos a compararnos con los demás y confundimos el foco. Es mejor compararnos con nosotros mismos. Razón principal: la mayor parte de las veces elegimos una referencia interesada, sea de forma consciente o inconsciente, según lo que deseemos destacar. Recuerdo un amigo que suspendía muchas asignaturas y decía: “no es tan grave, ya que he aprobado inglés, que es lo más importante”. Si alguien come en exceso seguro que se encontrará alguien que se alimente todavía peor que él. Somos así. Lo adecuado es comprobar si, pasado un tiempo, hemos mejorado la dieta o no. Punto. No hay otra forma de evaluar estancamientos, progresos o retrocesos. Además, no nos podemos fiar de lo que dicen los demás, ya que tendemos a exagerar o minusvalorar nuestros actos y resultados. Al valorar nuestro comportamiento encontramos dos razones por las que hacemos las cosas. Una es la real, otra es la que suena bien. No siempre coinciden.
Durante muchos años se han repetido aforismos como “cuando te caigas, levántate”, “haz que tus sueños se hagan realidad”, “persevera, persevera”, “haz un plan y cúmplelo”. La autoayuda de siempre. Ahora nuevas obras buscan su espacio con otro enfoque, como “haz menos y mejor”, “olvídate de los sueños y sé práctico”, “si tu plan no funciona, cámbialo”. Sea de una u otra forma, todos buscan su nicho de negocio y con un poco de suerte, su pelotazo editorial. Sin embargo, es cada uno quien plantea su camino y sólo lo puede hacer de una forma: planteándose las preguntas adecuadas.
Un primer paso es encontrar las respuestas, aunque en un mundo lleno de estímulos que nos llevan a la distracción, el consumo y el entretenimiento vacío tenemos una pequeña batalla básica contra nuestra pereza física y mental.
Si no logramos esa victoria, no lograremos ninguna victoria.
Profesor de Economía de la Conducta. UNED de Tudela